Benigno Lázare | Lugo | www.lavozdegalicia.es 19/11/2006

La vasija romana hallada en el solar contiguo al edificio de la desaparecida ferretería Gran Bretaña pertenece a la etapa final del siglo I o a la primera del II.

Entre los miles de restos y piezas cerámicas localizadas en las excavaciones arqueológicas realizadas en la ciudad, en la sala de cerámica del Museo permanece expuesta una crátera o vasija de la época romana que ofrece alguna peculiaridad porque, perteneciendo a ese período, está considerada un híbrido. Su origen se remonta finales del siglo I o a los primeros años del II, según señala el arqueólogo Enrique Alcorta, que la localizó durante las excavaciones realizadas en el solar contiguo al edificio de la antigua ferretería Gran Bretaña. A mediados del siglo primero se comienza a experimentar y a dominar las técnicas alfareras romanas, surgiendo ejemplares de similar estilo.

Según señala este experto, está realizada con técnicas romanas y su forma también responde a esa cultura, pero tanto la decoración como la producción probablemente son locales. Por estos motivos hay que diferenciarla de las integradas en el tipo indígena y considerarla un caso aparte.

A partir de los trozos localizados, fue reconstruida resultando una vasija con un diámetro máximo de 28 centímetros y de 17,4 en la boca. Tiene una altura de 21 centímetros y de un extremo al otro de las asas mide 29,5, en tanto que la base es de 11 centímetros de diámetro.

La pasta con la que está fabricada tiene una composición micácea propia de la zona y es granulada, respondiendo, sin embargo, a las características romanas su color ocre rojizo y la depurada manipulación. La parte exterior es ocre claro y perfectamente afinada, acorde con las reglas de las piezas decoradas con espatulados, según Alcorta, arqueólogo perteneciente al colectivo Larouco y especialista en cerámica romana, a la que dedicó su tesis doctoral.

Un rasgo propio

Con respecto a la decoración, es espatulada en las zonas del hombro y la panza y se ajusta a los cánones de los recipientes de perfil sinuoso. Sin embargo, llaman la atención del arqueólogo los cordones aplicados, que no son un simple refuerzo, sino que tienen carácter decorativo, pese a que ese detalle apenas tenía relevancia en la cerámica indígena ni en la romana.

Por una parte tiene un anillo ondulado que circunda el borde exterior; por otra, Alcorta destaca los «originalísimos» cordones serpentiformes simbolistas que decoran las asas. La parte delantera de estos cordones, que simulan serpientes, se apoya en los tramos superiores de las asas, rematando en un aplastamiento que se asemeja a la cabeza de un ofidio.