Fernando Lillo | Historia National Geographic nº 88 www.historiang.com abril 2011
Fundada como base militar durante las guerras púnicas, Tarraco se convirtió, bajo el patrocinio de Augusto, en capital de la Hispania Citerior y en una de las ciudades más bellas e importantes del Imperio.
Surgida como base militar de Roma durante las guerras púnicas, Tarraco, la Tarragona actual, se convirtió en una de las mayores y más imponentes ciudades del Imperio romano. En el invierno de 122-123 d.C., el emperador Adriano estaba pasando una temporada en Tarraco con el objetivo de restaurar el antiguo templo de Augusto y asistir a la asamblea provincial que tenía lugar cada año en la capital de la provincia Tarraconense. Durante su estancia, seguramente experimentó que eran ciertos los elogios que hizo de la ciudad el poeta romano Floro, quien vivió en ella dando clases de retórica. Sin embargo, la idílica calma de Tarraco se alteró un día que el emperador paseaba por el jardín de uno de sus anfitriones. De repente, un esclavo avanzó hacia él armado con una espada y dispuesto a atentar contra su vida. Adriano consiguió detener en persona a su atacante y entregarlo a otros esclavos, que corrieron rápidamente a auxiliar al emperador. Luego se supo que aquel asesino era en realidad un loco y el mismo emperador consintió en que fuera entregado a los médicos para su curación en lugar de hacerle sufrir un severo castigo por su intento de magnicidio.
Los orígenes de Tarraco son muy anteriores a la época imperial. La arqueología y la numismática constatan la presencia de un poblado ibérico, identificado con el nombre de Kese, en el lugar donde posteriormente se alzaría Tarraco, aunque la ciudad romana sería obra de los Escipiones. Durante la segunda guerra púnica, Roma envió a Hispania a los hermanos Cneo Cornelio y Publio Cornelio Escipión con el objetivo de cortar los suministros del ejército cartaginés de Aníbal, que había invadido Italia. Los Escipiones convirtieron Tarraco en un importante centro de operaciones durante la contienda gracias a su posición estratégica y al hecho de que estaba a tan sólo cuatro días de navegación de Roma.
La función militar de Tarraco se mantuvo en la época republicana, durante las diversas guerras de conquista del interior de Hispania. Es posible que el propio Julio César concediera a la ciudad el rango de colonia tras la batalla de Munda, acaecida durante la guerra civil, en el año 45 a.C. (el nombre de Tarraco fue Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco), pero su despegue se produciría por intervención de Augusto, el primer emperador de Roma. En 27 a.C., Augusto reformó la división provincial de Hispania y convirtió a Tarraco en la capital de una de las provincias más extensas del Imperio: la Tarraconense. El propio emperador residió en la urbe en los años 26 y 25 a.C. para dirigir desde allí las operaciones bélicas contra cántabros, astures y galaicos, en cuya sumisión se completó la conquista de Hispania. La colonia siguió prosperando hasta que en tiempos de la dinastía Flavia recibió un impulso definitivo y adquirió un esplendor que la haría brillar entre las ciudades de Hispania.
En el año 2007, las prospecciones geofísicas realizadas bajo la nave central de la catedral de Tarragona indicaron a los arqueólogos la presencia de antiguas estructuras, pero sólo en 2010, cuando se llevaron a cabo las excavaciones, se pudo observar que los restos localizados pertenecían muy probablemente al gran templo dedicado al emperador Augusto.