Jesús Palomar Vozmediano www.diarioinformacion.com 04/12/2012

Filólogos son los que enseñan la lengua de Homero. Y, sin embargo, filólogos son también los enamorados de las palabras. Y es cosa sabida que amar las palabras es la básica condición para pensar correctamente o escribir un hermoso poema de amor.

Pero sin la lengua griega, el filósofo y el poeta que todos llevamos dentro tendrían la embarazosa tarea de inventar otra palabra más precisa que «idea», con la que pensar ideas. Y otra más bella para decir poema.

Sin nociones de griego, aunque seas Nobel de Física, ignorarás que dividir un átomo es imposible. Siendo un carismático parlamentario o un meticuloso gramático, desconocerás que cuando dices monarquía, utopía, democracia, metáfora o alegoría estás hablando en griego sin saberlo. Podrás ser un respetado biólogo que almacena en su memoria el nombre de todos los animales, pero te costará entender que un cefalópodo tiene el cerebro en los pies. Si tu vocación es la cirugía, deberás buscar en el diccionario qué es una histerectomía. Y aun siendo medallista olímpico, no sospecharás que un gimnasta vestido es una contradicción o que la verdad desnuda es una redundancia.

Si no estudias griego te será imposible adivinar que el cosmos lo es porque es bello y ordenado, que la cosmética pretende que el rostro femenino sea tan bello y ordenado como el cosmos; y que la Vía Láctea es tan solo el chorro de leche que emana del pecho de una hermosa diosa.

Si desconoces la literatura griega podrás ser un experto informático capaz de eliminar los troyanos de todos los ordenadores, pero poco podrás decir de Héctor, el troyano más excelso, ni de la guerra más extraordinaria de la historia. Siendo el psicólogo más reputado del mundo, no acabarás de comprender por qué todos los niños tienen complejo de Edipo. Quizá seas el esteta de moda y te atrevas a disertar sobre La fragua de Vulcano del genial Velázquez. Pero ignorarás que Vulcano era en realidad Hefesto, que estaba cojo, que se enamoró de la más bella divinidad; y que el desprecio de Afrodita le hizo el más desdichado del Olimpo.

El protagonista de la película es un héroe. Sí, pero sin griego jamás sospecharás que además está emparentado con los dioses. Aunque algunos actores de cine son cínicos, no sabrás que todos los cínicos admiran a los perros. Amante de la música urbana, te será fácil constatar que rapero y rapsoda empiezan con «rap», pero te será más complicado apreciar que tanto los modernos raperos como los antiguos rapsodas helenos son expertos en coser canciones. Y si alguien te llama peripatético, provocando así tu enfado; será porque ignoras que te está comparando con uno de los más grandes filósofos al que le encantaba pasear. Y que es verdaderamente patético enfadarse por ello.

Es probable que sepas que Iker Casillas es un estupendo cancerbero, pero sin griego nunca sospecharás que, aun sin pretenderlo, le estás equiparando con un perro de tres cabezas. Sabrás que las pitonisas son brujas, sin embargo nunca adivinarás que su sabiduría viene de la tierra y que son amigas de la serpiente Pitón. Disfrutarás con los simpáticos delfines, pero desconocerás que se llaman así porque tienen ombligo. Habrás oído hablar de Penélope, popular actriz y hermosa canción de Serrat, pero nada sabrás de esa otra Penélope que tejía y destejía su telar esperando a su amado Odiseo.

En una biblioteca se almacenan libros, pero si desconoces el griego quizá ignores que, por la misma razón, el mueble donde guardas tus discos preferidos es una discoteca, aunque no tenga barra de bar ni luces destellantes. Tal vez intuyas que el alfa y el omega son el principio y el fin. Pero no sabrás por qué. Y ni siquiera barruntarás que omega es tan solo una «o» muy grande.

Sin los mitos griego, el talón de Aquiles, la manzana de la discordia o la caja de Pandora solo serán frases hechas. Pero lo ignorarás todo sobre la cólera del guerrero en la batalla, el belicoso hermano de Eris o las muchísimas cosas que salieron del enigmático cofre antes de quedar atrapada en él la esperanza.

A lo mejor un día, tras un silbante flechazo, te enamoraste platónicamente de tu atractiva vecina. Y, poseído por las musas, pasaste la tarde escribiendo versos. Pero si no sabes nada de la antigua Grecia, desconocerás por qué tu amor es verdaderamente platónico, quiénes son las musas y quién te lanzó la amorosa flecha.

Y sin griego, en fin, nunca sospecharás que, aun sin haber estudiado ninguna lengua en la Universidad, al leer con devoción tu amoroso poema te habrás convertido en el más digno de los filólogos. Y que, precisamente por eso, mereces saber griego.

FUENTE: www.diarioinformacion.com/opinion/2012/12/04/griego/1321380.html