Jesús Hernández | Mérida www.larevistadeldiario.com 03/01/2008

De aquella época romana, de soldados, arquitectos, escultores y sabios, es la colección que guarda el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida, España. Una ciudad que tuvo por nombre Emerita Augusta y que fue capital de la provincia romana de Lusitania.

Creado en 1975, en sustitución al museo original creado en 1838, el patrimonio que allí se exhibe es exponente clave de la Romanización de Hispania, explicada a través de piezas singulares recuperadas en el yacimiento emeritense. Todas exponentes de la cultura romana, algunas de ellas únicas en el mundo. Muchas de ellas recuperadas a partir del siglo XVI, cuando don Fernando de Vera y Vargas, señor don Tello y Sierra Brava, comenzó a formar una importante colección epigráfica en su palacio. Su hijo, el conde de la Roca, la mantuvo y acrecentó, disponiendo algunas de las piezas en la fachada del edificio, el cual fue derribado a finales del siglo XIX.

Sobre un enclave romano y a pocos pasos del teatro romano está erigido el moderno museo, obra del arquitecto español Rafael Moneo Vallés. Una serie de columnas, altos techos y diferentes niveles semeja la magnificencia de las estructuras romanas.

Un conjunto de estatuas, fechadas entre finales del siglo I y comienzos del siglo II, que en su día formaron parte de la ornamentación del frente escénico del teatro, conforman la colección permanente de la planta baja. Allí están las imágenes correspondientes a Proserpina, diosa de carácter infernal, Plutón, dios de ultratumba y esposo de la anterior, y un emperador con traje militar. También está Ceres, diosa de la agricultura y madre de Proserpina, así como dos nuevas efigies de emperadores en traje militar y algunas cornisas procedentes también del mismo edificio.

Se aprecia una importante serie de retratos imperiales: Augusto, Tiberio, Druso y Agripina entre ellos, vistiendo la clásica toga romana. Todos muestras de la técnica escultórica romana existente entonces.

La citada imagen de Augusto, que parece marcar su dignidad de superioridad, es uno de los tesoros más preciados del museo. Hecho con mármol de Carrara y siguiendo el modelo conocido como “Augusto de Vía Labicana”, hoy resguardado en el Museo Nacional de las Termas de Roma.

La primera planta está dedicada a la cerámica, el vidrio, la orfebrería y la numismática como elementos arqueológicos. Abundancia, variedad de formas, estilos y técnicas que proporcionan importantes datos sobre el ambiente humano de la antigua sociedad.

Las colonias o territorios ocupados fueron instrumentos que usó el Estado romano en su ordenamiento jurídico territorial y en la colonia Augusta Emérita se asentaron los eméritos soldados licenciados de las guerras cántabras. Historia que está contada en los materiales que se exponen en la segunda planta y hacen referencia a la vida pública del territorio emeritense.

Completa la sala un magnífico mosaico, fechado hacia mediados del siglo IV d.C., con gran decoración geométrica y un cuadro central con escena de cacería de un jabalí. En torno a la escena están las figuras de las cuatro estaciones, identificadas por flores y frutos alusivos a ellas, así como por los rótulos con sus nombres: Otoño (AVTVMNVS), Verano (HESTAS), Primavera (VIRANVS) e Invierno (HIBERNVS).