Josep Vicent Lerma | Valencia www.levante-emv.com 23/11/2008
Transcurridos más de año y medio desde el descubrimiento de amplio eco mediático durante aquellos lejanos idus de marzo de esta notable figura escultórica de la antigüedad local en el curso de unas excavaciones privadas efectuadas por la arqueóloga de empresa Tina Herreros en el entramado de viejas callejas cercano al Mercado Central, dado a conocer puntualmente en estas mismas páginas «Hallan una estatua romana de la época imperial y de un metro de altura en pleno centro de Valencia» (Levante-EMV, 28-03-07) y de un pulcro reportaje fotográfico de Josep Manel Vert en el número 26 de la revista Valentia, apenas nada más ha vuelto a saberse de la atinadamente intitulada «Dama de la Boatella», en honor del primigenio boalar o dehesa para pastos de manadas de bueyes, «bovata» y «bovatella» M. Sanchis Guarner dixit, de la vetusta ciudad de Valencia, paraje que albergó una extensa necrópolis entre los siglos II y VII de la era común y muchos años más tarde un populoso arrabal islámico; remedando el famoso busto ibérico de la Alcudia de Elche o la irrisoriamente bautizada como «Dama de Paterna», una cabeza de guerrero con yelmo pintada en verde y manganeso sobre un plato del siglo XIV.
Del mismo modo que tampoco ha trascendido a la opinión pública desde entonces avance académico alguno que se sepa en cuanto a nuevas investigaciones sobre su definitiva adscripción iconográfica como una de las siete Musas o bien alguna de las muchas divinidades femeninas latinas.
Salvo la indicadora especie deslizada el 11 de abril siguiente en el blog de la fundación Mare Nostrum «El Museo de Historia de Valencia albergará la nueva escultura romana» (sic) o las ajustadas apreciaciones del profesor José Luis Jiménez en el sentido de que se trataría en realidad de una representación de la Fortuna, que sostendría en su flanco derecho un desaparecido timón con el que pilotaba la suerte de los hombres y sujetaría con la mano izquierda el igualmente perdido mitológico cuerno de la abundancia de la cabra Amaltea, en el contexto originario de un conjunto monumental de carácter funerario (Levante-EMV, 5-04-07), recogidas en una cabal crónica de J.R. Seguí. Deidad a la que uno de los ciudadanos «valentini» Titus Rubrius Restitutus ya dedicó a sus expensas un ara o pedestal a finales del siglo I A.D. en la privilegiada demarcación del foro de la colonia.
En este orden de cosas, no está de más recordar que esta ignota efigie de mármol blanco, cuya pierna diestra extendida le sirve de apoyo mientras flexiona delicadamente la contraria, paradójicamente descabezada por infortunio histórico, gracias a la buena calidad de la labra de su sofisticada indumentaria, una especie de «peplum» con cíngulo sobre túnica de múltiples pliegues verticales, tallada según una técnica ya apuntada en un primer momento similar a la de los «paños mojados», más de cien años después del precursor descubrimiento durante las obras de apertura de la calle de la Paz en 1899 de un interesante torso marmóreo de atleta, podría constituir uno de los mejores hallazgos escultóricos romanos efectuado nunca en el subsuelo de nuestra mediterránea urbe.
Precisamente es esta excelencia algo superior a la genérica de los talleres lapidarios provinciales de nuestro entorno geográfico la que nos ha llevado a indagar en la medida de nuestras posibilidades entre los potenciales modelos helenísticos inspiradores de esta arcana dama valentina, los cuales podrían remitir sobre la base de la peculiar botonadura de sus escuetas mangas a la refinada Fortuna-Tyche del siglo II A.D. del Museo Arqueológico de Estambul procedente de la remota Prusias ad Hypium (Turquía).
Finalmente y a modo de corolario, para no salirnos de la moda, hagamos también votos a los dioses, en este caso a la propia Fortuna, para que la desenterrada Dama de la Boatella no termine ayuna de la mirada de los valencianos como el mosaico de las Siete Musas del Pouaig de Montcada, inicuamente retirado de las salas de exposición pública del Museo de Bellas Artes «San Pío V» o acaso convertida en un recurrente «remake» del manido pétreo y artificial Augusto parlante del Foro de Caesaraugusta (Zaragoza) por mor de las nuevas tecnologías, con ribetes de atracción de feria. Un punto pintoresco y otro tanto impropio. Votum libens solvit.
(Josep Vicent Lerma es Arqueólogo Colegiado, 13.926)