Este quinteto dejó huellas imborrables de su bien hacer, con diferentes legados de una magnitud perdurable para la memoria de los siglos

Á. Van den Brule A. www.elconfidencial.com 17/02/2024

Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio, fueron al trasluz de la historia, probablemente los mejores emperadores de Roma, o al menos los más cuerdos, creativos, versátiles y acreedores de la grandeza con la que firmaron sus vidas. Los tres primeros formaban parte de la famosa Dinastía Antonina, o Siglo de Oro del Imperio (en el caso del tercero, el autor de las famosas Meditaciones, su padre era primo hermano de Trajano y, por lo tanto, de saga y sangre hispánica). En el caso del cuarto, segoviano de origen, tuvo en sus manos uno de los periodos más difíciles del imperio romano occidental, ya que tuvo que gestionar la incipiente decadencia en medio de dos intensas guerras civiles.

Hubo un quinto y fugaz emperador bastante desconocido, llamado Magno Máximo (383 – 388), de la opulenta familia de los Flavios gallegos, que pasó desapercibido, pero que dejó una huella significativa en el breve periodo en el que gobernó la Roma de los tiempos oscuros. Quizás su desmesurada ambición unida a sus capacidades como extraordinario táctico en lo militar, desbordaron con su arrogancia uno de los pilares fundamentales de las leyes de la diplomacia y de cualquier conflicto; su incapacidad para medir el ángulo de visión o el concepto de estrategia; una herramienta tan básica en todos los asuntos del sujeto humano y mucho más, en el triste arte de la guerra.

Este quinteto dejó huellas imborrables de su bien hacer con diferentes legados de una magnitud perdurable para la memoria de los siglos; herencia que cronológicamente pasamos a referir a continuación.

Trajano

Solo con ver detenidamente la Columna de Trajano, se llega a la conclusión de que era un emperador que mimaba a su pueblo. El relato de las guerras contra los Dacios, su extraordinaria relación con el polímata Apolodoro de Damasco, un ingeniero multiusos; la ampliación del puerto de Ostia, el colosal puente sobre el Danubio y una meritoria selección de lo más granado de los mandos del ejército para mantener los limes o ampliarlos junto con una obra civil descomunal y una gestión de los recursos llena de sabiduría delatan a un gobernante comprometido con su pueblo. Roma era en aquel entonces la capital del mundo y Trajano se dio cuenta de que había que embellecerla; en tan solo un año, miles de trabajadores pavimentaron la enorme urbe dejándola pulida para la foto. Y no solo eso, en Itálica (Sevilla) fundo la primera ciudad fuera del contexto geográfico de la bota italiana. Un ‘crack’ el Antonino.

Columna de Trajano (Fuente: iStock)

Columna de Trajano (Fuente: iStock)

Salvo algunas diferencias insustanciales que mantuvo con el heredero de su monumental obra por unos celillos fundados al compartir mozalbetes de buen ver; Adriano – consanguíneo y de similar talante al de su padre putativo -; pasará a la historia como uno de los más grandes emperadores de Roma. Pero un buen día, a Trajano le dio un “parraque” tras una severa apoplejía y como es natural, se fue de viaje a la eternidad.

Adriano

También sevillano, lo sustituyó, pero no en grandeza, si acaso, en paridad creativa y excelente gestión.

En el momento álgido de la expansión del Imperio de Roma, esta abarcaba vastas extensiones que iban desde el Muro de Adriano diseñada para frenar a los complicados Pictos, hasta los Ergg saharianos de Mauritania; desde el Atlántico hasta Anatolia, la Dacia y Siria.. Las reformas que introdujo en el ejército, la administración y la hacienda pública, basadas en la eficiencia como patrón de gestión, tuvieron una enorme aceptación no sin algunas reticencias por parte del senado que de a poco veía recortadas sus competencias. El sibilino de Adriano tenía un poder de convicción fuera de toda duda como así lo refleja Marguerite Yourcenar en su magna obra de referencia. Era un torero de rango, no en vano era hispano.

Moneda romana del emperador romano Adriano (Fuente: iStock)

Moneda romana del emperador romano Adriano (Fuente: iStock)

Pasará a la historia por las muchas muescas de extraordinaria calidad que dejo en el alfabeto de los acontecimientos y la grandeza que imprimió a su trayectoria vital. Sus efervescentes amoríos con Antínoo, efebo de una factura que el propio Miguel Ángel podría firmar; la asombrosa villa de Adriano en Tívoli, hoy Patrimonio de la Humanidad; el bienestar de sus súbditos. Las medidas humanitarias en la línea de su mentor Trajano; las leyes para dignificar la vida de los cerca de 350.000 esclavos en una Roma de poco más de un millón de habitantes; el inmenso vacío del Panteón y su mirada perdida en el infinito, un enigmático ojo que todo lo ve, posiblemente el mayor templo del orbe en aquel antiguo momento; y finalmente su ardor guerrero que llevó el punto máximo de expansión a las viejas fronteras de Mesopotamia no sin antes aniquilar a cientos de miles de judíos en una de las más bárbaras represiones que se recuerdan. Y todo eso, bajo la modesta frase con la que se definía a sí mismo,” Pequeña y delicada alma vacilante … “

De las ruinas que fueron del varias veces reconstruido castillo de Sant Ángelo, emerge la memoria del que probablemente haya sido el mejor ejemplar político de la historia de la humanidad; Marco Aurelio.

Marco Aurelio

Era una rara avis en un mundo sostenido por la razón de la fuerza. Es posible que haya sido el filósofo que más poder haya acumulado jamás. Su autoridad purpurada residía en la persuasión que emanaba de su ejemplar conducta. El desarrollo del autocontrol en contextos negativos, la austeridad manifiesta más allá de los símbolos de potestad, eran su santo y seña. De la huella indeleble del estoicismo y sus ilustres adeptos (Epicteto, Seneca, Crispo de Solos y el propio Marco Aurelio) nace una interpretación de felicidad explícitamente vinculada a la voluntad de cada individuo, alejando las circunstancias externas como factor de influencia dentro de la propia existencia. La adopción de la serenidad y la aceptación de los vaivenes de la fortuna, es la formula para combatir la agresiva realidad común, la desdicha o las circunstancias adversas. Evidentemente es una actitud vital que requiere entrenamiento serio.

Estatua de Marco Aurelio en la Piazza del Campidoglio (Fuente: iStock)

Estatua de Marco Aurelio en la Piazza del Campidoglio (Fuente: iStock)

Marco Aurelio muere para la vida, pero no para la memoria de los que buscan la luz. En el tiempo del 180 d.C cerca de la actual Viena, uno de los mas grandes pensadores que han existido, el autor de las Meditaciones, muere por el ataque de una insignificante expresión biológica eso sí, muy aguerrida. La peste y una viruela sobrevenida que lo había dejado muy debilitado, acaban borrando los 59 años de existencia del más grande.

Teodosio

En su caso; según historiadores nacido en Coca – Segovia, otros dicen que fue en Itálica-Sevilla; hace una reconversión audaz a través del concilio de Tesalónica en el que da luz verde para el definitivo asentamiento del cristianismo en Roma antes del 27 de febrero del 380, tras la promulgación del edicto de Tesalónica a través del cual el cristianismo pasa a ser la religión oficial del imperio. ¿Ventajas? Se le da razón de ser a un solo Dios omnipotente para que corte el bacalao y te quitas toda la competencia de un plumazo; esto obviamente no se hizo de un día para otro pues llevaría su tiempo. Ocurre asimismo con Teodosio que se da la paradoja de que fue también el último emperador que gobernó a la vez la mitad occidental y la oriental del Imperio Romano. Lejos de inaugurar una época de tolerancia la violencia de la represión se extendió hasta asesinar a miembros de la pacifica corriente arriana (y fiel a los verdaderos principios fundacionales del cristianismo), entre ellos, a la extraordinaria filosofa Hipatia. Con Teodosio el Grande se da uno de los cambios de guardia más radicales de la historia en la que por siglos, el paganismo había sometido cualquier atisbo de monoteísmo; no hay que olvidar que el primer intento en le época de Akhenaton y Nefertiti (1350 a.C) había durado lo que el canto de un gallo. De la herejía de este faraón del Imperio Nuevo solo quedan los rastros dispersos y ocultos por la arena de la increíble ciudad mágica en medio del desierto y pegada al Nilo; se llamaba Tell el Amarna, hoy soplan vientos permanentes sobre aquella temeraria apuesta.

Magno Máximo

Tras Teodosio vino Magno Máximo de la famosa saga de los Flavio, saga instalada en el área de Galicia. Hay que decir que este general con capacidades sobrenaturales en el combate y una fidelidad de sus subordinados rayaba con lo mesiánico, arrastra una confusa biografía pues su paso por la fama fue efímero. Era la época más convulsa del imperio y los levantamientos periféricos se sucedían sin parar. Firmo se alzaba en Mauritania, los Pictos irreductibles volvían a dar la lata en los limes del Muro de Adriano; en Adrianopolis los godos infligen una derrota sin paliativos al imperio oriental, etc. Se viene el desmoronamiento de cerca de 13 siglos de la Roma occidental; la otra, Bizancio, duraría hasta 1453.

«La deserción de las tropas del legítimo emperador llevaron a Magno Máximo al poder. Pero no todo lo que empieza bien, bien acaba»

Las sucesivas derrotas efectuadas en Britania y la deserción de las tropas del legítimo emperador por sucesión directa, Graciano, hecho acontecido durante el conato de batalla de París; llevaron a Magno Máximo a la más alta presentación de Roma en el 383 d.C. Pero no todo lo que empieza bien, bien acaba.

Una ambición desmedida y el no saber cuáles era sus límites, lo convirtió en un héroe para sus soldados y en un impostor en busca de su identidad. La ambición de Magno Máximo.. Hacia el año 387 invade la Península Itálica en una aparente misión de apoyo al emperador Valentiniano II en ese momento volcado en un combate a vida o muerte contra tribus alamanas. Tras conquistar Milán consigue expulsar al emperador occidental, que acabaría asilado bajo la protección de Teodosio en Bizancio. Pero todo lo que sube baja y el principio de incertidumbre hay temas que no incluye en sus caprichosas ecuaciones.

Teodosio desde Bizancio rumiaba venganza. Para el 388 había reunido un colosal ejército de cerca de 60.000 hombres y con la ayuda del otro emperador perjudicado, Valentiniano II, desembarcaron en las proximidades de Aquilea (Península Itálica) y se cree, aunque no hay datos fiables, que fue decapitado con saña extrema por el propio Teodosio. Este emperador hispano tan poco reconocido por la historiografía, con independencia de su breve estancia en el poder; no deja de ser uno de los cinco grandes que desde la Hispania precursora, como anécdota efímera, dejó su huella en los entreverados de la historia.

FUENTE: www.elconfidencial.com