Gobernador de la provincia de Bitinia, hedonista y autor del célebre «Satiricón», considerada la primera novela latina de la historia, Tito Petronio Niger se contaba entre los íntimos de Nerón, quien llegó a nombrarlo «árbitro de la elegancia» por su buen gusto y sofisticación. Pero, al final, su proximidad al emperador acabaría por costarle la vida.
Carlos García Gual www.historia.nationalgeographic.com.es 09/11/2022
Conocemos la imagen de Tito Petronio por su aparición en Quo vadis, la famosa novela de Henryk Sienkiewicz, y por la película derivada de ella. En sus páginas aparece este refinado patricio de la corte romana de Nerón como una figura simpática, un esteta de perfil epicúreo, tolerante e irónico, que lleva su toga con esmerado estilo y se resigna a soportar los recitales torpes del genial emperador, y elogia sus supuestas gracias con palabras ambiguas.
Y cuando el emperador incendia Roma y luego piensa en echarles la culpa del incendio a los cristianos, Petronio no recata su desprecio por Nerón, y esa crítica le conduce a la muerte. Se suicida con la misma elegancia que mostraba en sus actuaciones normales. Pero, al margen de lo que cuenta el novelista polaco, ¿qué sabemos de verdad de este pintoresco y cínico Petronio?
LO QUE CUENTA TÁCITO
Pues de este singular personaje tan sólo conocemos lo que nos dejó escrito Tácito en sus Anales (XVI,17-19): «Sobre Petronio hay que hacer un breve inciso. Éste se pasaba los días durmiendo y por la noche se dedicaba a las ocupaciones y deleites de la vida. Como a otros su actividad, así a él su negligencia le había llevado a la fama; y era considerado no un juerguista y libertino, como la mayoría de los que dilapidan su fortuna, sino una persona de refinada extravagancia. Y sus dichos y hechos, cuanto más ligeros y desenfadados, con tanto más agrado eran acogidos como muestra de su franqueza.
Sin embargo, como procónsul y luego cónsul en Bitinia, Petronio se mostró activo y capaz en su administración. Luego que volvió a dedicarse a sus placeres, fue acogido en el reducido círculo de los íntimos de Nerón como árbitro de la elegancia (arbiter elegantiae), y el emperador no consideraba nada atractivo y deleitoso a no ser que lo aprobara Petronio. De ahí nació la envidia de Tigelino contra un posible rival, y más hábil, en la ciencia de los placeres. Y así tentó la crueldad del emperador, a la que cedían todos sus otros instintos acusando a Petronio de amistad con Escevino». Éste era uno de los personajes supuestamente implicados en una conjura tramada por Cayo Calpurnio Pisón contra el emperador.
Y sigue Tácito: «En aquellos días la corte imperial había marchado a Campania, y Petronio, que había ido a Cumas, recibió allí la orden de suicidarse. Pero no se quitó precipitadamente su vida, sino que, abriéndose las venas y cerrándoselas de nuevo a su gusto, volvía a abrírselas y conversaba con sus amigos, pero no de cosas serias y que dejaran constancia de su firmeza de ánimo. No escuchaba ningún relato sobre la inmortalidad del alma o las sentencias de los sabios, sino poesías livianas y versos frívolos. A unos esclavos los colmó de regalos, y a otros de golpes. Dio un banquete y se permitió una siesta, de modo que su muerte, aunque forzada, pareciese accidental. Ni siquiera en su testamento, como la mayoría de los que van a morir, aduló a Nerón o a cualquier otro de los poderosos, sino que describió las orgías del emperador con los nombres de los juerguistas y las mujeres, y sus innovaciones en cada clase de lujurias, y, tras sellar el escrito, se lo envió a Nerón; y rompió su anillo para que no pudiera usarse en perjuicio de nadie».
EL SATIRICÓN, LA PRIMERA NOVELA LATINA
El texto de Tácito retrata al personaje: un frívolo y decadente que, incluso en sus últimos momentos, mantiene su buen humor, en contraste con la pose de los estoicos ante el suicidio: no se pone a conversar sobre la inmortalidad del alma (como Sócrates, según refiere el Fedón platónico) ni pronuncia alguna frase memorable como hizo Catón de Útica, o muestra una serenidad ejemplar, como hizo Séneca, también condenado entonces por Nerón.
Pero, con todo, lo que ha dado imperecedera fama a Petronio no es su frívola elegancia, sino el que compusiera la primera novela latina, y la más moderna de las novelas antiguas: el Satiricón, de la que solo se han conservado algunos fragmentos. No es extraño, puesto que la novela no era un género poético de prestigio y tampoco sabemos cómo se difundió ese relato de aventuras cómicas, lúbricas y picarescas. Pero ahí están las andanzas de una pareja de bribones, vagando por el sur de Italia, con sus amoríos desdichados, con sus lances pintorescos, en diversos ambientes, entre pedantes poetas, rufianes vulgares, mujeres apasionadas, o como invitados en el banquete fastuoso de un magnate de las finanzas: el riquísimo Trimalción.
La escena del banquete en casa de Trimalción, representante de los nuevos multimillonarios de la época, con sus chuscos comensales y sus cómicos incidentes, es la más famosa. No hay, en toda la literatura antigua, ninguna otra que esté retratada con un lenguaje tan sabroso y un realismo tan colorido y caricaturesco.
PETRONIO, UN HÁBIL NOVELISTA
El conjunto está contado en primera persona (como luego lo están las novelas picarescas) por Encolpio, un literato pobre, antiheroico y despistado, que va de desastre en desastre. Acaso imita a los amantes de las novelas griegas de amor y aventuras, perseguidos por la fortuna en mil peripecias dignas del folletín. El título mismo de la novela es ya sugerente: Satyriká alude a las aventuras en el país de los sátiros. Pero ese país no es una tierra lejana y exótica, sino el sur de Italia, y las aventuras son de un realismo de toques surrealistas que casi se podría llamar mágico por sus detalles sorprendentes y su ácido humorismo. Pero puede aludir también a la sátira, un género poético latino tan abigarrado, cómico y realista como son estas prosas.
Conservamos sólo una pequeña parte de la obra: los libros 15, 16 y unas páginas más, algo más de cien páginas en una edición corriente; tal vez tuviera casi mil. Por ella merece Petronio un lugar eminente en la literatura universal: fue el primer gran narrador de la novela realista, con una ironía genial y un manejo no menos genial de la lengua en todos sus registros, desde el latín más vulgar y coloquial al más elevado estilo, en prosa y en verso.
FUENTE: www.historia.nationalgeographic.com.es