París | EFE 07/12/2006

Sumergidos durante años por las crecidas del Nilo y por las aguas del Mediterráneo, los restos de las ciudades egipcias de Heracleion, Canope y el puerto de Alejandría emergen en una exposición en el Grand Palais de París.

París | EFE 07/12/2006

Sumergidos durante años por las crecidas del Nilo y por las aguas del Mediterráneo, los restos de las ciudades egipcias de Heracleion, Canope y el puerto de Alejandría emergen en una exposición en el Grand Palais de París.

Medio millar de piezas, desde esculturas monumentales hasta pequeños adornos datados entre el año 700 antes de Cristo y el 800 de nuestra era, conforman la muestra «Los tesoros sumergidos de Egipto», que será inaugurada mañana por los presidentes de Egipto, Hosni Mubarak, y de Francia, Jacques Chirac.

Se trata de una pequeña muestra de la riqueza de un país que presume de tener más piezas arqueológicas todavía enterradas que las que han sido descubiertas hasta el momento.

El paso por París de estas piezas, arrancadas a los fondos marinos gracias al trabajo del equipo del arqueólogo galo Franck Goddio, es la segunda etapa tras su presentación a mediados de año en Berlín, donde fue visitada por 400.000 personas en tres meses.

El equipo de Goddio quiere que la exposición prosiga su gira por otras ciudades del mundo antes de instalarse definitivamente en un museo de Alejandría.

Hasta el 16 de marzo próximo, los visitantes podrán presenciar, entre otras piezas, la capilla de piedra de las Décadas, considerada el calendario astrológico más antiguo de la historia, que se remonta al año 380 antes de Cristo.

Otros muchos tesoros, en desigual estado de conservación, testimoniarán de la riqueza de un periodo que comprende los últimos faraones, la invasión romana, la dominación bizantina y los primeros años del islamismo en la región.

Temblores de tierra, maremotos y la subida del nivel del mar sumergieron esas tres ciudades y sólo la evolución de los métodos de búsqueda y transporte ha podido sacarlos a la superficie.

Goddio se ayudó de un aparato de resonancia nuclear infinitamente más sensible que los instrumentos usados anteriormente y que sirvió para discernir los vestigios arqueológicos de entre el maremágnum de restos marinos y de sedimentos aportados por el Nilo que los habían recubierto con el paso de los tiempos.

El equipo también ideó un novedoso sistema de limpiado de las piezas que permite arrojar los restos a varios cientos de metros y facilita su recuperación.

Ese utillaje ha peinado vastas zonas de los fondos marinos para reflotar colosales estatuas de granito rosa, columnas de piedra y miles de piezas de menor tamaño pero de valor igualmente incalculable.

Gracias a estos hallazgos, los arqueólogos lograron resolver un enigma hasta entonces secreto, el de la localización de la ciudad de Thonis, que durante años no podía ser ubicada en los mapas: era la misma que Heracleion.

Una inscripción jeroglífica hallada bajo el agua en Heracleion permitió discernir que éste era el nombre griego de la ciudad que los egipcios conocían como Thonis.

La exposición de París recoge apenas una pequeña muestra de las piezas encontradas bajo las aguas.

Por el momento, los arqueólogos han logrado reflotar unas 7.600 piezas, que no son más que el diez por ciento de lo identificado.

La superficie estudiada es inmensa: el puerto de Alejandría se extiende sobre 600 hectáreas, la ciudad de Canope sobre 25 hectáreas y la de Heracleion sobre un kilómetro cuadrado.

Además de las figuras expuestas, la exposición se completa con la proyección de películas que muestran los restos en su estado submarino y los trabajos que han permitido su reflote.