Joan Barril | www.elperiodico.com 19/02/2006
La gran asamblea extraordinaria de las aves se había tomado un pequeño respiro. Algunos representantes habían ido al riachuelo cercano a tomar unos sorbos. Otros se dedicaban a picotear por el prado.
Joan Barril | www.elperiodico.com 19/02/2006
La gran asamblea extraordinaria de las aves se había tomado un pequeño respiro. Algunos representantes habían ido al riachuelo cercano a tomar unos sorbos. Otros se dedicaban a picotear por el prado.
Oscurecía ya y el Ruiseñor Común, conocido por los humanos como Luscinia megarhynchos, entonaba su soliloquio haciendo gala de una voz perfecta. Lo de la voz no era una frivolidad. Un simple estornudo en el canto del ruiseñor y la asamblea se hubiera ido al garete. Se debatía los efectos de una extraña epidemia que había provocado en los humanos una verdadera furia avicida. El Pico Picapinos Dendrocopos major dio un redoble sobre un tronco y llamó de nuevo a la asamblea. Allí un Trepador Azul Sitta europaea, haciendo honor a su nombre y a su ambición de subir en el escalafón pajaril, dio conocimiento de una sustitución temporal de la presidencia. Debido a su avanzada edad y a mantener un horario exclusivamente nocturno el Buho Real había cedido temporalmente la dirección del debate al Buho Chico Asio otus, que con sus grandes penachos enhiestos y su grado de visión a la oscuridad, declaró reanudada la sesión. Tenía la palabra Doña Urraca Pica pica, quién con sus garras llenas de anillos de brillantes se dirigió, alarmada, a la asamblea propugnando impedir el paso a aves que vinieran de más allá de las fronteras humanas. "He visto cómo los humanos impiden el paso de otros humanos que llegan del sur. He visto cómo hundían sus embarcaciones y luego devolvían a los sobrevivientes al puerto de donde provenían. Si ellos lo hacen, ¿por qué no nosotros?"
"Urraca tiene razón", dijo el Arrendajo Garrulus glandarius. Nosotros aún sabemos distinguir a un colega enfermo en vuelo de aquel que está sano. Se trata de impedir que la torpeza humana acabe con todos nosotros sólo porque han encontrado el cadáver de uno de los nuestros con el virus. El Arrendajo mereció un gran aplauso. No en vano era un especialista en enterrar bayas y otras semillas para hacer su despensa, lo que garantizaba una espléndida dispersión vegetal que beneficiaba a todos y que permitía que el bosque se extendiera. El Arrendajo era un benefactor, pero su propuesta encontró rápidamente un opositor de peso. El Gavilán Accipiter nisus fue un poco más lejos: "Compañeros. La muerte es una parte de la vida. La muerte por enfermedad nos atenaza permanentemente. Nuestro enemigo mayor no es el virus, sino la reacción histérica de los hombres. Tenemos casos documentados que nos están indicando el camino. Recordad la rebelión de los pájaros en la ciudad californiana de Bodega Bay, narrada por un humano llamado Alfred Hitchcock. Ése es el camino. ¡Rompamos los cristales con nuestros picos y lancemos nuestra garras sobre sus mejillas!"
El graznido del gavilán provocó un clamor de venganza y de acción. El Águila Imperial Ibérica Aquila adalberti intentó moderar el discurso, pero la asamblea se había lanzado por la pendiente de la ira. Increpaban al águila: "Tú calla, vejestorio. Eres una especie en extinción. Sólo quedáis 130 parejas en el mundo. ¡Déjate morir en paz!" En el mismo sentido se expresaron otras aves sin título nobiliario en latín: el pato Lucas y su tradicional adversario el pato Donald, también el cóndor Pasa, la Famosa Perdiz, siempre agarrada a su botella de whisky, la Milana Bonita de Delibes, Juan Salvador Gaviota, la gallina Caponata e incluso la romántica golondrina Bécquer o la reproductora cigüeña de París.
El presidente Buho Chico estaba llamando al orden cuando llegó una delegación de estorninos. Uno de ellos llegaba con una ala desgajada y una herida profunda en el costado. La asamblea acalló sus trinos. El delegado de los estorninos anunciaba que se había producido una matanza en Figueres. Los cazadores habían sido convocados por el municipio, esperaron el momento en que la colonia de estorninos se disponían a dormir y dispararon a bulto para diezmarles. "Compañeros: la ira del hombre se ha dirigido al cielo. Ya no es un virus el que nos persigue. Nos persiguen sus escopetas. Yo os digo: ¡Ni un huevo más para los hombres! ¡Ni una pechuga más! ¡Libertad para canarios, periquitos y cotorras!".
Entonces llegaron los cazadores que habían seguido el vuelo de los estorninos y de la asamblea no quedó ni la paloma de la paz.