Elena Martos | Cádiz www.lavozdigital.es 08/02/2009
El hallazgo de una placa que parece insultar a un miembro de la familia Balbo devuelve a la actualidad al polémico gobernante que construyó el Teatro Romano.
La piedra tallada que hace 3.000 años dejara un artesano, obrero o aficionado a la criptografía sirve de perfecto enganche para volver a la figura de tan loables gaditanos. Los Balbos de Gades, que convirtieron la ciudad en una de las más importantes del Imperio de Julio César. Tío y sobrino, apodados en la historia como el Mayor y el Menor, acumularon méritos y reconocimientos en la gran Roma del último siglo antes de Cristo.
Lucio Cornelio Balbo -el tío- consiguió la ciudadanía romana y la designación de un consulado en el año 40 a. C. Méritos que repetiría el sobrino, procónsul de África, que heredó el mismo nombre, siendo el primer extraitálico que desfiló coronado de laurel por las calles de Roma camino del Capitolio, en premio por la victoria sobre la tribu sahariana de los Garamantes.
Aquel halo de grandeza no nubló al autor de la placa hallada la semana pasada en el Teatro Romano en la que se parecía leerse (eso dice Cultura, al menos): «Eh, Balbo, ladrón», escrito a modo de críptico con una curiosa historia detrás. Al parecer, el artesano, mazo en mano, llegó a arrepentirse al menos una vez mientras cometía la fechoría, con lo que borró con varios golpes el primer mensaje, que derivó en latro, que significa ladrón, seguido de un monograma compuesto por las letras B y E, cruzadas por una L y una A. Resultado: Balbe, vocativo de Balbus, escrito junto a un insulto en una piedra colocada boca abajo y alojada en las gradas en las que se sentaba la élite de Gades. Teoría y práctica de una «maldición antigua», según apuntó Francisco Alarcón, que dirige el equipo de arqueólogos encargado de los trabajos.
De ser así, aunque a esta primera teoría ya le han salido detractores, la placa sería la prueba física y evidente de uno de los episodios recogidos en la literatura de la época en la que se critican ciertos aspectos de Balbo el Menor, nacido en el año 80 a. C. El texto lo firma el general Asinio Polion en una carta remitida a Cicerón en el año 44 a. C., en la que acusa a Lucio Cornelio, ya nombrado procónsul de África, de robar dinero del erario público para llevarlo al reino de Bogud, en territorios de la Mauritania Occidental.
Esta correspondencia está recogida en un libro del profesor de la Universidad de Córdoba, Juan Francisco Rodríguez Neila, de título Confidentes de César. Los Balbos de Cádiz. (Sílex Ediciones). En ella el resentido general da detalles de abusos y crueldades que el gaditano cometía contra sus subordinados y critica su afán recaudatorio.
Un gran urbanista
Pero la historia, sin duda, ha perdonado aquel gusto por lo ajeno del sobrino, patrono de la ciudad y artífice de su ampliación que dio lugar a la Neápolis que aún conserva cimientos bajo el Pópulo y Santa María. Desde entonces poco más se ha podido crecer hasta las Puertas de Tierra. El segundo Lucio Cornelio de Gades construyó también el coliseo al mismo estilo que los grandes del Imperio, incluso se atrevió a invocar a las musas con un tratado sobre cuestiones religiosas llamado Exegeticon, y la tragedia Ite, que llevó a las tablas entre lágrimas de emoción. Gustó aquella representación al magistrado de la urbe que castigaba con la vida a los malos actores.
Tan dilatada carrera viene a enturbiarse en una inscripción milenaria que se ha convertido, además, en la primera pintada subversiva de la historia de Cádiz. El arqueólogo Darío Bernal, que trabaja por la UCA junto con Alicia Arévalo en el proyecto del Teatro Romano, cuenta que en la ciudad es frecuente que aparezcan las inscripciones de la época romana de tipo funerario.
Muchas fueron las que estos expertos localizaron en las ruinas de Baelo Claudia. Las de protesta son menos frecuentes. No obstante, recuerda Bernal que «era costumbre habitual de Roma expresar gráficamente su disconformidad con un magistrado o un político».
Así se han llegado a encontrar columnas arañadas con un punzón en todo el amplio territorio del Imperio. Lo curioso de ésta es que se trata de un mensaje claro dirigido a una de las figuras más influyentes de la época.
Dice el experto que la simpatía con Julio César y el poder que ejercía Balbo en Gades lo llevó a prolongar el quattuorviratus, la máxima magistratura, de manera ilegal y celebró en dos días los comicios municipales de los dos años siguientes, «lo que despertó recelo entre los ciudadanos». Se ve que ya desde entonces la clase política gaditana tendía a eternizarse en el cargo.
De una forma u otra, Cádiz recuerda hoy a Lucio Cornelio con admiración con una estatua levantada en el año 1855 junto a las Puertas de Tierra y un instituto que mira hacia el levante con el nombre de tan ilustres romanos.