Pilar R. Veiga | Madrid | EFE 14/11/2007

La primera de las tres únicas funciones ha recibido una ovación unánime.

El estreno en el Teatro Real de ‘La violación de Lucrecia’, del compositor británico Benjamin Britten, no ha dejado indiferente a nadie, especialmente por su homogénea calidad musical y su moderna y sobria puesta en escena.

La primera de las tres únicas funciones que llegan a Madrid ha recibido una unánime ovación, dedicada tanto a los ocho solistas vocales y los 14 instrumentistas, como al director musical, el británico Paul Goodwin, y el director escénico, el italiano Daniele Abbado, nuevos ambos en el Real.

‘The rape of Lucretia’, su nombre original, estrenada por primera vez en 1946, ha sido puesta en escena ahora en dos planos que diferenciaban a los coros o narradores, vestidos de azul como ángeles del cielo, y a los protagonistas que, en la Roma invadida por los etruscos, viven una historia llena de violencia y dolor.

Desde el inicio de la ópera, Daniel Abbado, hijo del director musical Claudio Abbado, ha ideado una proyección de imágenes superpuestas sobre el sufrimiento y la destrucción que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, y las ha mezclado con las de esculturas romanas.

Todo ello hace que la ópera, cantada en inglés, sitúe al espectador tanto en la época en que fue escrita, como en el pasaje de la historia romana, en torno al año 509 a.C., que inspiró a Tito Livio y a Shakespeare.

Tras la primera narración estática, las escenas de esta ópera se van sucediendo arquitectónicamente con gran dinamismo y modernidad, intercalando la bravura de los guerreros y el príncipe Tarquinius, el veloz galope de un caballo, la desgarradora violación de Lucrecia o su llorada muerte.

«Tan breve es la belleza, ¿Es esto todo? ¡Es todo!», exclaman los soldados Collatinus y Junius junto a las criadas Bianca y Lucia, al ver cómo Lucrecia ha preferido suicidarse a vivir con la vergüenza de haber sido violada y no haber podido ser fiel al amor de su esposo.

El maestro Paul Goodwin ha conducido la obra desde su sencillez musical hasta su mayor complejidad, desde sus notas tonales y cálidas hasta las atonales y bitonales.

Y la presentación en el Teatro Real de la mezzosoprano finlandesa Monica Groop en el papel de Lucrecia, del barítono norteamericano Andrew Schroeder como Tarquinius, así como la soprano holandesa Violet Noorduyn como coro femenino y el tenor inglés Toby Spence como coro masculino, han recibido los aplausos del público madrileño.

Precisamente son los coros o narradores los que acaban exclamando: «Desde que comenzó el tiempo o apareció la vida, el gran amor ha sido mancillado por el destino o el hombre», con el que Britten puso una cierta moral cristiana para el final de esta dramática historia.

Los directores musical y de escena se unieron a los ocho miembros del reparto y a los 14 músicos para recibir los aplausos del público, que dejó sus butacas con la sensación de haber conocido una ópera atemporal.