Víctor Alonso Rocafort http://colectivonovecento.org 25/10/2012

“Las artes y las humanidades…no sirven para ganar dinero. Sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir”. Martha C. Nussbaum.

Este viernes 26 de octubre Martha Nussbaum recibirá el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012. Uno de sus últimos libros, Sin fines de lucro (2010), lleva como subtitulo la siguiente leyenda: “por qué la democracia necesita de las humanidades”. Hace apenas quince días nos enteramos de que el nuevo anteproyecto de reforma educativa impulsado por el Ministro de Educación, José Ignacio Wert, pretende suprimir la materia de Cultura Clásica, una optativa ofrecida en 3º y 4º de ESO, así como despojar de su carácter obligatorio al Griego para el Bachillerato en Humanidades. ¿Se habrá detenido Wert, el sociólogo político, a leer y comprender a Nussbaum, la teórica política?

Es cierto que nos hemos habituado demasiado en este país a que el discurso público vaya por un lado, y las acciones por otro. Y no sólo tiene que ver con el incumplimiento de las promesas electorales por parte del Partido Popular, o con las sonrojantes declaraciones del Ministro Cristóbal Montoro afirmando esta semana que los Presupuestos para 2013 son “los más sociales de la democracia”. Es que ha sido una práctica, la del decir una cosa y hacer la contraria, que ha calado a lo largo de la mayoría de las elites políticas, económicas y académicas de este país.

Pero esta crisis política está haciendo perder el miedo a mucha gente. No hay más que leer testimonios como los de Enric González o Carlos Hernández, aparecidos también esta última semana. Espero así con impaciencia el discurso de Nussbaum, quien tiene muy poco que perder en este sentido. ¿Será capaz la autora estadounidense de decirle al auditorio, donde seguramente se encontrará Wert, que esta reforma educativa es antidemocrática? Si Nussbaum conoce la situación española, es muy probable que algo mencione; incluso sobre las desigualdades que se están disparando con los recortes. Pero muchos intuimos —nuestra experiencia compartida aquí es sabia—que a nuestros dirigentes les dará igual.

Hace unos años, en 2008, se entregaba el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales a Tzvetan Todorov. Este pronunció un emocionante y cuidado discurso donde hablaba de los bárbaros que, cual ricorsi viquiano, excluyen dolorosamente en nuestros tiempos una vez más a quienes consideran extranjeros. Miguel Ángel Moratinos, miembro de un gobierno que entonces endurecía las condiciones de los extranjeros en los CIE y deportaba con orgullo a quienes no tenían papeles, asentía mientras escuchaba sus palabras. Hoy, como ya escribí en este mismo blog, asistimos a una escalada brutal contra los sin papeles al haberse creado un auténtico apartheid sanitario. Todo el mundo aplaudió entonces a Todorov, y seguro que se sintieron muy bien dándole el Premio. Pero han seguido haciendo justo lo contrario.

Nussbaum cuenta en el libro mencionado más arriba —a continuación cito páginas de su edición en Katz—que la democracia se basa en el respeto por el otro, en la capacidad de ver al resto como seres humanos, no como objetos. El propio cuidado del alma en cada ciudadano, su delicada conexión con un mundo complejo, resulta esencial para construir sociedades democráticas (páginas 24-25). Para Nussbaum hoy triunfa, en cambio, un modelo del que salen burócratas dóciles, gentes encantadas de inmiscuirse en sus jergas y en pasiones grupales por las que se dejan arrastrar. Eso sí, aún nos queda el arte, afirma la norteamericana, enemigo declarado de dicho modelo (p. 46).

El libro prosigue con apuntes excelentes, fruto de una obra previa de gran consistencia por parte de la autora. Nussbaum reconoce así que en el foro interno de cada ciudadano se produce un conflicto de indudable raíz política. Allí “se enfrentan la comprensión y el respeto con el miedo, la codicia y la agresividad narcisista” (p. 54). Es decir, asistimos a una firme resistencia democrática frente al avance de la tiranía. Conocedora del psicoanálisis e impregnada de la mejor tradición de pensamiento judío, Nussbaum sabe que el gran drama que tiene que afrontar el ciudadano cuando llega como infante al mundo es su relación con el par omnipotencia/impotencia. Un bebé con hambre lo quiere todo y lo quiere ya; pero no puede valerse por sí mismo. Esta es una relación que nos acompañará siempre, hasta la vejez; en unos se hará más atenuada, en otros, por desgracia, más exacerbada (pp. 55-59).

El reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, la comprensión de “nuestra propia falencia”, o mejor aún, de que el control absoluto no es posible ni beneficioso (p. 133), es lo que nos permite acercarnos a nuestros conciudadanos con la “esperanza de conformar una comunidad decente” (p. 60). Sin la ansiedad ni la voracidad de la envidia, sin esa ambición ilimitada que se apoderaría de las estrellas si pudiese (Cecil Rhodes), las relaciones con los otros pueden establecerse de forma más democrática. Nussbaum lo tiene claro: “las fuentes de la jerarquía social residen en lo más profundo de la vida humana” (p. 61).

La educación es el principal antídoto frente a esta tiranía. Los diálogos de Platón son una de las mejores invitaciones que hay para la indagación y el pensamiento genuino (p. 85). Pero todo comienza mucho antes. Hoy que la educación infantil pública está conformada por clases masivas, donde se obliga a los niños y niñas de apenas tres años a rellenar fichas disciplinadamente, Nussbaum reivindica el juego y el afecto —tal y como ya hiciera el gran hispanorromano Marco Fabio Quintiliano—como motores de la educación más temprana frente a la presión por la lectura y la escritura precoces (pp. 91-92). El juego, donde la incertidumbre y la falta de control sobre los otros resultan tan gozosas, conducirá a los infantes hacia las puertas del asombro y la imaginación (pp. 137-138). Estos serán luego cultivados y fomentados, precisamente, por la educación humanística.

Nussbaum se queja de que el foco de la formación en escuelas y universidades se haya desplazado por completo hacia las áreas científicas y técnicas (p. 177). La ciencia es amiga de las humanidades, resalta la autora. El monopolio de la primera sólo puede traer frustración y graves riesgos para nuestras democracias, insiste. Y es que el pensamiento crítico, la imaginación narrativa, la indagación profunda en las cuestiones perennes del ciudadano, nos hacen mejores personas, sí, pero también construyen más y mejor la democracia.

Espero por tanto con interés el discurso de Nussbaum este sábado. La autora no ha dudado en criticar a la Administración Obama. Apelar a la preparación de los estudiantes “para la carrera laboral”, tomando como ejemplo Singapur, tal y como hizo Obama, le pareció a Nussbaum un grave error. “Entre los objetivos a los que vale la pena dedicarle tiempo nunca se menciona una vida plena de significado ni un ejercicio atento y respetuoso de la ciudadanía” (p. 183). Nussbaum critica el que “se nos llene la boca” hablando de libertad, democracia o respeto por la diferencia, mientras hacemos muy poco para que estos valores sobrevivan y tomen forma en la siguiente generación. Es así que hoy día triunfan personas con indudable formación técnica, pero sin el menor coraje ni capacidad para criticar la autoridad. En palabras de Tagore, recoge Nussbaum, asistimos a un “suicidio del alma” de amplias consecuencias políticas y sociales (pp. 186-187).

La reforma de Wert, no nos engañemos, no es más que la punta de lanza de una estrategia de largo recorrido en nuestro país. Parte de nuestras elites dirigentes se sentarán mañana a escuchar a Nussbaum en Oviedo satisfechas de sí mismas. Seguramente asientan, aplaudan e incluso elogien su discurso. Como decía, ya se han acostumbrado a decir una cosa en público para hacer enseguida la contraria. Pero muchos ya no lo aceptamos, de ahí posiblemente su inquietud, ese aire incómodo. Quizá fuera del Teatro Campoamor hayan oído minutos antes a los ciudadanos protestar contra la realeza, o contra el propio Wert, quién sabe. O habrán escuchado por la radio que al día siguiente, sábado 27O, miles de personas se dirigirán de nuevo a esa hora, en Madrid, hacia el Congreso. Y es que se acumulan las razones para protestar.

FUENTE: http://colectivonovecento.org/2012/10/25/nussbaum-wert-y-las-humanidades


Discurso de Martha C. Nussbaum – Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 26/102012

«Necesitamos una educación bien fundada en las humanidades para realizar el potencial de las sociedades que luchan por la justicia. Las humanidades nos proporcionan no solo conocimientos sobre nosotros mismos y sobre los demás, sino que nos hacen reflexionar sobre la vulnerabilidad humana y la aspiración de todo individuo a la justicia, y nos evitarían utilizar pasivamente un concepto técnico, no relacionado con la persona, para definir cuales son los objetivos de una determinada sociedad. No me parece demasiado atrevido afirmar que el florecimiento humano requiere el florecimiento de las disciplinas de humanidades.»

Martha C. Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, ha condensado el sentido del trabajo de toda una vida: el enfoque del desarrollo humano o enfoque de las capacidades. Lo que he hecho sostiene que el crecimiento económico, medido por el PIB per cápita, no es suficiente para evaluar la calidad de vida nacional.

FUENTE: http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-principe-de-asturias/discurso-martha-nussbaum-premio-principe-asturias-ciencias-sociales/1562929/

Discurso de Martha C. Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales