En
la zona de
ocupación
turca,
tres
décadas de
incontrolado
expolio
han
producido
daños
irreparables
en el
patrimonio
artístico,
especialmente
bizantino.
De los 13
países
candidatos
a entrar
en la
Unión
Europea,
Chipre es
el mejor
situado y
el que
mejor
cumple los
requisitos
económicos
y
políticos
para
formar
parte de
la próxima
ampliación
del Club
de los 15.
Pocos
dudan de
que “la
isla
Afrodita”
será uno
de sus
nuevos
integrantes,
pero
cuando
Chipre
entre en
la Unión
Europea
traerá
bajo el
brazo uno
de los
problemas
de mayor
calado
cultural
que se
conocen en
el mundo y
que,
consecuentemente,
deberá ser
asumido
como algo
propio por
toda
Europa: el
expolio
artístico
llevado a
cabo en la
zona
ocupada
por
Turquía
desde
1974.
El
Gobierno
de Nicosia
calcula
que en la
denominada
República
Turca del
Norte de
Chipre –no
reconocida
por la
ONU, pero
que
controla
casi el 40
por ciento
del
territorio
chipriota–
la acción
depredadora
ha
supuesto
la
destrucción,
pérdida o
sustracción
de más de
15.000
cuadros,
decenas de
frescos,
mosaicos,
miles de
piezas
arqueológicas
y varias
colecciones
particulares
de valor
incalculable.
Muchas de
estas
obras de
arte,
fundamentalmente
de estilo
bizantino,
han sido
localizadas
durante
estos 28
años en el
mercado
internacional,
especialmente
en
Londres,
Munich,
Houston e
Indianápolis,
Osaka y
Rotterdam,
donde las
legaciones
diplomáticas
chipriotas
se
esfuerzan
por
recuperar
los
objetos,
entablando
largos y
complicados
procesos
judiciales
o
negociando
directamente
con
aquellos
museos y
coleccionistas
que has
habían
adquirido.
Manuel
Martorrel
reconstruye
algunos de
los
episodios
más
humillantes
que se han
producido
a lo largo
de este
tiempo (en
un primer
momento,
el saqueo
fue obra
de
aficionados,
después
llegarían
los
especialistas),
como el
expolio de
los
mosaicos
de
Kanakariá. |