Seis de
los
centuriones
que
captan
turistas
en el
Coliseo
de
Romase
enzarzan
en una
pelea
que
acaba
con
tres de
ellos
en el
hospital
Más de
un
turista
japonés
pensaría
que
formaba
parte
del
espectáculo,
pero la
reyerta
que
protagonizaron
el
jueves
seis
falsos
centuriones
romanos
frente
al
Coliseo
fue
totalmente
improvisada.
De ahí
su
realismo.
Es una
pena que
por una
vez no
pudieran
cobrar
el show,
porque,
frente
al poco
convincente
aplomo
marcial
con el
que
tratan
de
embaucar
a los
turistas
para que
se
fotografíen
con
ellos,
la
escena
del otro
día
estuvo
por fin
a la
altura
de sus
uniformes.
Parece
que el
origen
de la
disputa
fue el
reparto
de
puestos,
aunque
algunos
colegas
hablan
de
problemas
personales.
El caso
es que,
ante el
asombro
de la
multitud
que
abarrota
la
explanada
del
anfiteatro,
se
dieron
de
bofetadas
con
espadas,
escudos
y todos
los
arreos.
Cuando
llegaron
los
Carabinieri,
tres
salieron
por
piernas,
para
deshonor
de sus
armaduras,
y otros
tres
acabaron
detenidos.
Sin
embargo,
debido a
los
golpes
recibidos,
fueron
llevados
al
hospital.
Los
centuriones
son unos
currantes
que se
ganan la
vida en
Roma
disfrazados
de
soldado
o
gladiador
del
César.
Su
jornada
laboral
es la
misma
que la
de los
turistas,
es
decir,
nieve,
granice
o abrase
el sol,
se
plantan
desde el
alba en
torno al
Coliseo.
Luego se
pasean
por ahí
a la
caza de
visitantes
con toda
la
dignidad
posible,
pese al
aspecto
avejentado
y a
veces
ridículo
de sus
indumentarias.
Con ese
estilo
inimitable
de
muchos
italianos
para la
persuasión,
convencen
a su
víctima
para que
se
fotografíe
con
ellos.
Aunque
parezca
increíble,
a gran
número
de
japoneses
les
encanta
la idea.
Claro
que
después
llega lo
bueno.
Cuando
el
turista,
agradecido
y
conmovido
por la
amabilidad
del
nativo,
se
dispone
a seguir
su
camino,
es
retenido
para que
done una
generosa
aportación
a la
causa.
Clavadas
Las
clavadas
suelen
ser de
abrigo,
hasta
tal
punto
que el
Ayuntamiento
decidió
poner un
poco de
orden y
regular
el
asunto.
Una
normativa
municipal
estableció
las
zonas de
trabajo
y un
uniforme
standard.
También
prohibió
las
armas
auténticas,
porque
un día
uno de
los
legionarios
exhibía
tan
tranquilo
una
espada
de 70
centímetros,
que fue
confiscada
inmediatamente
por los
Carabinieri.
En
cuanto a
la
tarifa,
la cosa
estaba
en 5.000
liras,
menos de
500
pesetas,
pero el
sutil
arte del
redondeo
lo ha
transformado
en ¡5
euros!. |