Los
tiempos
del
uniforme
improvisado
y la
despiadada
caza al
turista
japonés
han
terminado
para los
centuriones
que se
apostan a
diario en
las
inmediaciones
del
Coliseo. A
partir de
esta
primavera,
serán
empleados,
sujetos a
un examen
de ingreso
y a un
meticuloso
control
del
aspecto,
formación
y
localización
laboral.
La nueva
normativa
que se
dispone a
aprobar la
Concejalía
de
Comercio,
a
iniciativa
de la
asesora
Daniela
Valentini,
pondrá
además un
límite al
número de
figurantes
autorizado
a
deambular
por el
magnífico
circuito
de la Roma
antigua, a
ambos
lados de
la avenida
de los
Foros
Imperiales.
No podrán
superar el
centenar,
evitando
así las
aglomeraciones
en
temporada
alta,
cuando
Roma
supera
todos los
límites de
visitantes.
Valentini
no se ha
limitado a
los
centuriones.
Todo un
mundo de
actividades
surgidas
al calor
del
turismo,
siempre en
aumento en
Roma,
desde
cantantes
callejeros,
mimos,
magos,
cartomantes,
bailarines
y payasos
improvisados,
tendrá que
someterse
a
normativas
que
pretenden,
según la
asesora,
frenar la
picaresca
y dotar de
un nivel
de
formación
uniforme a
los que
rondan en
torno a
los
turistas.
Puede que
la
atmósfera
romana, ya
de por sí
alterada
por una
gigantesca
población
flotante
de
admiradores,
pierda
espontaneidad,
pero al
menos,
piensan
los
concejales,
ganará en
transparencia
y
seriedad.
El que
apruebe
las
oposiciones
a
centurión,
por
ejemplo,
tendrá que
haber
estudiado
a fondo
las buenas
maneras,
imprescindibles
para
tratar con
los
turistas
sin
enturbiar
la imagen
de la
Ciudad
Eterna, y
comprometerse
a vestir
un
uniforme
auténtico
(falda y
peto de
cuero,
capa,
sandalias
y yelmo),
además de
portar un
arma falsa
reglamentaria.
El
Ayuntamiento
quiere
evitar
problemas
de
seguridad,
como el
causado no
hace mucho
por un
soldado
romano,
acusado de
posesión
ilegal de
armas, por
pasearse
con una
espada de
metal, de
70
centímetros
de larga.
"La
normativa
pretende
defender a
los
turistas
de gente
que, a
menudo,
sólo
pretende
desplumarles,
pero
también a
los que
quieren
trabajar
correctamente
respetando
al
prójimo",
ha
declarado
Valentini
al diario
La
Repubblica.
Queda
mucho por
hacer para
estructurar
una
actividad
surgida de
la
fantasía
de los
romanos,
orgullosos
de su
pasado y
conscientes
del
potencial
de sus
ruinas. El
Ayuntamiento
no ha
decidido
aún, por
ejemplo,
los
lugares
donde
podrán
apostarse
los
centuriones
ni el
precio que
podrán
pedir por
posar con
los
turistas.
Pero está
claro que
el Coliseo
figurará
en primer
lugar,
aunque
será un
destino
rotatorio.
Hasta
ahora, el
sueldo del
centurión
era tan
incierto
como su
uniforme,
con una
media de
tres euros
por foto y
una
ganancia
diaria de
unos 70
euros en
temporada
alta.
Ahora la
cantidad
será fija
en todos
los casos,
igual que
el
uniforme,
que puede
costar más
de 1.300
euros.
En
realidad,
la
reglamentación
que ha
decidido
imponer el
Ayuntamiento
no deja de
ser un
triunfo
para los
centuriones,
cuya
presencia,
al pie de
los
monumentos
y a la
entrada de
las bocas
de metro
más
frecuentadas
por los
forasteros,
siempre
estuvo mal
vista en
el
Capitolio
romano.
"Hay que
verlo",
explica
otro
empleado
municipal,
"como un
compromiso
entre las
partes".
Un acuerdo
para poner
un poco de
orden y
limitar el
número,
excesivo
en algunos
puntos, de
estos
figurantes
que ahora
reclaman
una
especie de
rehabilitación.
"Queremos
ser los
guardianes
de las
zonas
donde
trabajamos",
ha
explicado
el jefe
de estos
centuriones
del siglo
XXI,
Robert
Coen, de
42 años.
"Por
ejemplo,
si vemos a
un chaval
pintando
en el
Coliseo
podremos
decirle,
con las
debidas
formas,
que no
debe
hacerlo",
precisa.
Es el
mismo
espíritu
de la
normativa
preparada
por la
asesora
Valentini
que quiere
convertirles
en
anfitriones
de la
capital.
A cambio
de
alcanzar
este nuevo
estatus,
los
anfitriones,
tendrán
que
dejarse en
casa,
además de
la ropa de
calle, los
viejos
modales
que muchos
utilizaban
para
animar al
turista a
fotografiarse
en su
compañía,
desde una
actitud
intimidatoria
hasta un
deliberado
olvido de
advertirles
de que las
fotos no
eran
gratis. |