Un total
de 80
alumnos e
investigadores
de la
historia
de los
iberos
clausuraron
ayer en
la
residencia
universitaria
Jorge
Manrique
de Segura
de la
Sierra
(Jaén) el
curso
sobre
Arte y
Arqueología
Ibérica
centrado
en la
función
de las
fortificaciones
iberas en
la
Península,
organizado
por el
Centro
Andaluz
de
Arqueología
Ibérica
(CAI) de
la
Universidad
de Jaén.
Fernando
Quesada,
profesor
de la
Unversidad
Autónoma
de Madrid
y experto
en el
tema de
la guerra
durante
la
antigüedad,
defendió
las tesis
que
otorgan a
las
fortificaciones
una
función
de
prestigio,
delimitaciín
y control
interno
del
territorio
que van
mas allá
de la
función
puramente
defensiva.
"El hecho
de que no
se hayan
encontrado
hasta la
fecha
elementos
de asedio
avala la
postura
de que
los
iberos
apostaron
por
sistemas
de
defensa
activos",
precisó
Quesada
en la
inauguración
del
curso.
Arturo
Ruiz,
director
del CAi y
coordinador
de las
jornadas,
compartió
la
postura
de
Quesada y
consideró
las
murallas
y torres
de las
fortificaciones
como el
punto de
partida
del
sistema
urbano de
los
oppida
o
poblados
ibéricos.
Porque
"es a
partir
del siglo
VIII a.
C. cuando
se
acelera
este
proceso
con la
fortificación
de
asentamientos
y su
conversión
en
núcleos
urbanos
que
atraen a
una
población
rural
hacia el
nuevo
tipo de
organización
social",
aclaró
Ruiz. El
director
del CAI
hizo un
repaso
por las
fortificaciones
del valle
del
Guadalquivir
y
especialmente
por la
muralla
de Puente
Tablas en
Jaén,
considerada
por la
Universidad
de
Cambridge
como "la
más
representativa
del sur
de la
Península".
Saqueo de
cosechas.
Otros de
los temas
discutidos
por
alumnos e
investigadores
provenientes
de las
comunidades
autónomas
de
Cataluña,
Valencia,
Galicia,
Castilla
y León,
Aragón,
Madrid,
Castilla-La
Mancha y
Andalucía
fue el
concepto
de guerra
en la
sociedad
ibera,
que se
asentó
desde el
sur de
Francia a
Andalucía
hasta la
llegada
de los
primeros
romanos.
Así, se
llegó a
la
conclusión
de que la
actividad
bélica de
los
iberos
tenía un
carácter
muy
estacional,
marcado
por el
objetivo
de
saquear
cosechas
y rebaños
más que
por la
destrucción
del
enemigo.
Quesada
se mostró
partidario
de dar
por
buenas
las
cifras
citadas
por
algunos
historiadores
romanos
que hacen
referencia
a
ejércitos
que
alcanzaron
el número
de 30.000
soldados
en los
casos de
"un
esfuerzo
máximo de
las
confederaciones
iberas".
Aunque
por
fortificación
ibérica
se
entiende
toda
aquella
anterior
a la
época
romana,
Arturo
Ruiz
destacó
la
diversidad
en las
características
de los
yacimientos
arqueológicos
estudiados.
Esto,
explicó,
se debió
a que se
construyeron
en zonas
geográficas
muy
diversas
y en
diferentes
épocas
que
dieron
lugar a
técnicas
de
construcción
que
varían
unas de
otras. Si
bien,
precisó
Ruiz, en
éstas
siempre
predominan
la base
de piedra
y la
mezcla de
adobe.
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