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17-03-2003

MARÍA BALBOA, IDEAL, GRANADA

Así era el Foro Roma bajo nuestros pies
El peliculero fraude del padre Flores en el siglo XVIII, eclipsó la posibilidad de conocer con precisión la ciudad romana fundada en el Albaicín
La descripción más aproximada del foro la aportó, a finales del siglo XIX, Manuel Gómez-Moreno y Martínez a la luz de los restos romanos hasta entonces desescombrados, incluidos los hallazgos auténticos del padre Flores, en el llamado huerto de Lopera, lugar en el que se edificó con posterioridad el actual carmen albaicinero de la Concepción. Gómez-Moreno tomó como referencia, especialmente, el plano y alzado que Diego Sánchez Sarabia, profesor de matemáticas y académico de la Real de San Fernando, plasmó durante las excavaciones del XVIII, de cuya junta calificadora formó parte. En Misceláneas (Madrid, 1949), Gómez-Moreno relata lo hallado y proyecta la siguiente imagen del foro: «Lo descubierto era un edificio público romano de gran amplitud y no mezquina fábrica, donde espaciábase a cielo abierto un área enlosada de mármol, y sobre ella se distribuían estatuas con sus pedestales, que consignaban dedicaciones por el Municipio de Iliberri en honor de emperadores y patricios ilustres. Era, pues, el foro de la ciudad y, efectivamente, un fragmento de dintel allí desenterrado contiene estas palabras en elegantes caracteres del siglo II: ...FORI ET BASILICAE...BAECLIS ET POSTIBUS... Inscripción que, aproximadamente, hubo de repetirse en otro dintel, cuyo largo alcanza a 1,17 m., llevado a la Alhambra, donde se conserva, pero retalladas sus letras, que al parecer decían: SERGIUS PERSIUS OB HONOREM VI VIRATUS FORI ET BASILICAE III UCILLIS (¿) ET TRIBAECLIS ET POSTIBUS PECUNIA SUA EXORNATA DEDIT... La solería del foro era de mármol gris, de Sierra Elvira, en grandes piezas con buen orden; su límite oriental caía bajo una cortadura del terreno, formada para allanar la plaza, y se salvaba mediante una escalera de trece peldaños entre muros de piedra arenisca, que arrancaban de un pequeño zaguán con entrada desde el foro, provista de clásica decoración por ambos lados, compuesta de medias columnas y pilastras sobre altos pedestales y dos escalones, todo ello del mismo mármol. Cerrábala una puerta, cuyos quicios de bronce aún estaban en su sitio; y de los pedestales, que dibujó a gran escala Saravia, se han podido reconocer trozos de su cornisa y plinto subsistentes en el lugar mismo, hoy huerto de Lopera, contiguo a la placeta de las Minas. A la derecha de la misma puerta dos grandes basamentos moldurados, análogos a los que se ven en otros foros, y a la parte contraria, en alto, había un aposentillo, de 3,40 por 2,0 m., con solería y enchapaduras de mármol blanco, que se cerraba con una reja, fija en su escalón de entrada. Esta parte sobresalía con otros dos escalones respecto del foro, corriendo de oriente a poniente, y por allí había caídos trozos de fustes de caliza basta, estriados desde cierta altura y estucados, cuyo diámetro pasaba de sesenta centímetros. Muchos más restos de columnas y cornisas de diversos mármoles aparecieron; además, capiteles, especialmente unos como dóricos, con doble bocelón y sin ábaco, que fueron también dibujados. A la parte contraria, sobre las losas había zócalos de pedestales, redondos o cuadrados, para base de monumentos conmemorativos, pues allí estaban las inscripciones y estatuas de mármol, con dedicatorias del Municipio Iliberritano, como va dicho. Algunos muros se componían de sillares de arenisca puestos a soga y tizón, según aparejo usual en lo granadino vetusto». UNA historia digna de Berlanga. Así de rotundas pueden calificarse las andanzas que protagonizó el padre Juan de Flores y Oddouz y un grupo de colaboradores a mediados del siglo XVIII en las excavaciones que desarrolló en el huerto de Lopera, hoy carmen de la Concepción, del Albaicín. Es el lugar donde han aparecido recientemente importantes elementos romanos. El peliculero fraude eclipsó la posibilidad de conocer con profundidad la ciudad romana creada sobre la colina del Albaicín, el llamado Municipium Florentinum Iliberritanum; ocasionó el descrédito de la arqueología granadina, disciplina que todavía arrastra la pesada carga de aquella historia, y lastró el debate científico sobre la fundación de Granada, inclinando la balanza a favor de la tesis islámica, teoría acentuada a raíz de la corriente romántica que dominó el siglo XIX.
Juan Flores, beneficiado de la Catedral de Granada, empezó a excavar en el lugar indicado en 1754. Gozó de todos los favores reales. Incluso Fernando VI le concedió el honor de que descubriera «minas» allá donde «puedan encontrarse antigüedades», relata el profesor Manuel Sotomayor en su libro Cultura y picaresca en la Granada de la Ilustración. D. Juan de Flores y Oddouz . El mismo monarca le procuró fondos, evitando el quebranto que a su economía supuso la primera y seria campaña de excavaciones, y dispuso cuánto personal necesitara. Tanto reconocimiento y mimo debió turbar la mente de quien había dado ya con la piedra filosofal del origen de Granada como ciudad. Al padre Flores se le debe el descubrimiento del foro romano. Nadie (al menos muy pocos) lo duda en el siglo XXI, pero su alocada carrera de falsificaciones, que duró una década, minimizó el alcance de aquellos hallazgos. Y lo que es peor: las piezas auténticas quedaron enterradas en ejecución de sentencia, la misma que le condenó a ocho años de reclusión en un convento, pena luego rebajada por su delicado estado de salud. Con muchos de aquellos preciados elementos se construyeron viviendas en el Albaicín. Las obras falsas fueron destruidas, refieren con minuciosidad documentos de la época.

Flores y secuaces
Juan Flores y sus secuaces, a los que nunca delató para evitarles perjuicios, según confesó en el lecho de muerte, forjaron planchas de plomo, labraron piedras y grabaron monumentos profanos y eclesiásticos de manera desenfrenada, siguiendo modelos originales. Introducían las piezas en el yacimiento para que a la mañana siguiente algún operario, de los que participaban en las excavaciones, dieran con el magnífico hallazgo. De este modo explica ante el juez el sentido de su labor clandestina: «... por dar gusto y placer a las gentes que concurrían en dicho lugar». A la misma señoría informa con pelos y señales sobre el procedimiento seguido en cada uno de los fraudes.
Por qué esa manía hacia la simulación, después de que le llovieran privilegios una vez que su primer empeño resultara harto satisfactorio, como lo atestiguan los prestigiosos eruditos Fernández Guerra, Hübner y Gómez-Moreno. El padre Flores era un entusiasta de las antigüedades; de ahí que hoy se le defina como un «anticuario». El profesor Sotomayor afirma que el móvil de sus aventuras no es fácil de entender, si bien sostiene que Flores tenía una inclinación natural a la picaresca, y como digno hijo de la España de Rinconete y Cortadillo fue un claro exponente de su tiempo. Flores vive justo en el momento en el que estalla la moda de las falsificaciones artísticas y arqueológicas. Pero detrás de Flores se esconde un clérigo y una mentalidad. Cayó en las insinuaciones que le llegaban del Sacromonte a propósito de las falsificaciones de los Libros Plúmbeos y de los inventos de la Torre Turpiana. Convencido de que el cristianismo arribó a Granada en el siglo I con San Cecilio, hizo lo indecible por inventar ante la falta de signos que avalaran su presunción. Y le nació el truhán que llevaba dentro, delatado a la justicia por despecho de los trabajadores a los que adeudaba sus salarios.

Burdas falsificaciones
Flores no tuvo necesidad de ser descubierto. Sus ardides eran un secreto a voces, menos para la sordera de las autoridades. No llegaron o no quisieron llegar a tiempo de evitar tanto desenfreno. Él mismo, indirectamente, lo admite en el juicio al relatar esta anécdota: «Habiendo subido una tarde de día festivo a el sitio de las excavaciones, pregunté al cabo de la guardia militar» (el yacimiento gozaba de custodia por disposición real) «de él por los capataces y maestro de minador. Y uno de los aplicados, que no veía, me respondió: dentro del cuartel están haciendo y componiendo milagros ».

 

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