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Julio 2003

Oriol Olesti Vila,REVISTA CLIO

El redescubrimiento de Troya - Nuevas revelaciones sobre la ciudad de Homero y Schliemann
Los últimos hallazgos parecen haber zanjado las dudas sobre la identificación de la Troya Homérica con los restos arqueológicos conservados en la colina de Hisarlik, en el Helesponto (Turquía asiática). Con ello se ha reivindicado la figura de Heinrich Schliemann, su famoso y polémico descubridor

1.- En el principio fue Homero La tradición atribuye a Homero ¿poeta nacido probablemente en la isla de Quíos, en Jonia¿ la elaboración de dos poemas épicos, pilares fundacionales de la cultura griega antigua: la Ilíada y la Odisea. En el primero de ellos, se narra de manera magnífica un breve período (51 días) del largo asedio de diez años que sufrió la rica ciudad de Troya por parte de los aqueos. El poema se centra en la disputa entre Agamenón y Aquiles, y la venganza de este tras la muerte de su compañero, Patroclo. Algo similar ocurre en la Odisea, cuyo tema principal es el periplo de uno de los nobles que regresa victorioso de la lucha, Ulises, y tan solo tangencialmente se menciona a Ilión, nombre helénico de Troya.

Sabemos, sin embargo, que otros muchos poemas y ciclos épicos hacían referencia a la guerra de Troya, y que describían con detalle otros personajes y episodios, como la muerte de Aquiles, la toma de la ciudad con el célebre caballo de madera, etcétera. Se trataba de un conjunto de tradiciones, de origen oral y probablemente micénicas, que debieron de formar un corpus de mitos y leyendas ¿del que bebió el propio Homero¿, y que, de generación en generación, se transmitieron a lo largo de la edad oscura (siglos XII-IX a. de C.), hasta su primera redacción en el siglo VIII a. de C.
 

A principios del siglo XIX, casi ninguno de los historiadores y filólogos más académicos atribuían a la narración homérica verosimilitud histórica alguna. Tanto el estudio de textos clásicos, como el desarrollo de las primeras intervenciones arqueológicas cuestionaban esta y otras interpretaciones míticas de la antigüedad. Sin embargo, las fuentes antiguas recogían obstinadamente la existencia de una ciudad llamada Ilión, destruida por los aqueos (según Eratóstenes en el 1184 a. de C.), que había perdurado hasta época tardorromana. Así, según Plutarco, Alejandro Magno habría visitado la ciudad y la cercana tumba de Aquiles, como también lo hizo Adriano. En el siglo XV d. de C. aún se encuentran menciones a sus ruinas.
En los siglos posteriores, sin embargo, cayó en el olvido y sus restos fueron degradándose. La Troya mencionada por Homero ¿idealizada por los eruditos desde el Renacimiento¿ iba a ser cada vez menos identificable en los restos conservados en Hisarlik. A pesar de todo ello, y de la opinión de los académicos de mediados del siglo XIX, numerosos lectores de Homero creían que, tras los versos del poeta ciego, se escondía una realidad histórica que era posible descubrir. Entre ellos estaba Heinrich Schliemann, un rico comerciante alemán.
 
2.- De los negocios a la arqueología
Nacido en 1822 en la región alemana de Mecklemburgo, Schliemann fue hijo de un párroco protestante que fue destituido por apropiarse de fondos parroquiales. Su infancia fue dura, especialmente tras la muerte de su madre, cuando él tenía 9 años. Los expertos sobre Schliemann han destacado su interés, no extraño en su época, por reescribir su biografía, atribuyendo el interés por Troya a las historias de Homero contadas por su padre cuando era un niño. En realidad, parece que este episodio es falso.
Vivió en Holanda, donde mostró una gran habilidad para el estudio de las lenguas e instinto para los negocios. Desde allí, una empresa de importación y exportación lo envió a Rusia como representante, a los 25 años. Sus dotes comerciales y de idiomas le permitieron enriquecerse y viajar por todo el mundo; se dedicó a negocios aventureros, como el del oro californiano o el comercio durante la guerra de Crimea. Fracasó en su primer matrimonio y volvió a casarse, con Sofía Engastromenos, una griega de 17 años. Parece que su interés por Grecia arrancó en esa época, a partir de su aprendizaje del griego antiguo, que lo llevó a leer a Homero.
 
3.- ¿Quién la descubrió?
En 1868 viajó a la isla de Ítaca, donde organizó una expedición para descubrir el palacio de Ulises, tras lo cual se dirigió a la Tróade. Entonces ya hacía tiempo que diversos estudiosos habían investigado en la región con resultados notables. En 1801, E. Daniel Clarke y J. Martin Cripps estudiaron la distribución de las monedas helenísticas y romanas con la leyenda Ilión-Ilium y propusieron a Hisarlik como emplazamiento de la ciudad grecorromana. También Charles Mclaren, editor y geólogo aficionado, publicó una obra en 1822 ¿sin haber visitado la zona¿ en la que señalaba esta colina como el solar de la Ilium romana.

El personaje decisivo para el descubrimiento iba a ser, sin embargo, Frank Calvert, cónsul inglés en la región, interesado por los temas arqueológicos, que había trabajado en otra colina, la de Balli Dag, identificada por entonces como la auténtica ubicación de Troya. A través tanto de hallazgos fortuitos como de su buen conocimiento de la topografía de la región, Calvert llegó a la conclusión de que solo en Hisarlik podía hallarse la Troya homérica, por lo que compró casi la mitad de la colina e inició los trabajos de excavación en 1865, tres años antes del primer viaje de Schliemann. Se topó con el templo griego de Atenea, e incluso es posible que llegara a estratos de la Edad del Bronce.
En este punto aparece Schliemann. Durante su primer viaje a la Tróade en 1868, donde no llegó a permanecer ni ocho días, el rico comerciante contrató a dos campesinos locales para que efectuaran algunos agujeros, como él mismo los denominó, en Balli Dag. Ello demostraba que desconocía entonces no solo los trabajos de Calvert, sino todas las propuestas anteriores acerca de Hisarlik. Sin embargo, al final de este viaje, y debido a que perdió el barco de regreso a Estambul, visitó a Calvert, que le habló por primera vez de Hisarlik. Su habilidad e intuición de negociante se pusieron a funcionar: no solo aceptó las teorías de Calvert sino que las adoptó como propias en su libro Ithaka, der Peloponnes und Troja (1869). La correspondencia entre Schliemann y Calvert, solicitándole el primero información al segundo sobre Hisarlik, hace pensar que en 1868 el investigador alemán ni tan solo había estado allí, contrariamente a lo que afirma en el libro.

Calvert siguió colaborando con él y le ofreció sus propias tierras para emprender las excavaciones. En el año 1871 Schliemann inició sus trabajos; amplió, y por lo tanto eliminó, tres de los cuatro cortes iniciados por Calvert. Cuando este, desencadenada ya la polémica, lo acusó de continuar la línea emprendida por él, Schliemann pudo minimizar aquellos trabajos calificándolos de muy reducidos. La disputa estalló en 1873 cuando Calvert criticó en un artículo, y con datos arqueológicos, las primeras teorías de Schliemann sobre Troya, en especial su identificación de la llamada Troya II con la homérica que, hoy lo sabemos, es casi mil años más antigua. Además, hizo públicas sus conversaciones iniciales con el alemán, con lo que demostró su primacía en el descubrimiento. Schliemann respondió con notable capacidad de tergiversación, pero también fue el que consiguió un mayor impacto en la opinión pública. Finalmente, se convino que había sido McLaren quien primero había propuesto Hisarlik como el emplazamiento de la Troya homérica, pero, entre el gran público, Schliemann se erigió como descubridor del yacimiento.

4.- Schliemann y sus méritos
A pesar del comportamiento poco ejemplar de Schliemann, no debemos menospreciar sus notables méritos científicos. Fueron sus trabajos los que abrieron de par en par la discusión acerca del mundo homérico y el estudio de la edad del bronce micénica, replanteando bajo un nuevo punto de vista una problemática que las instituciones académicas de aquel momento habían zanjado en falso.

Las campañas de Schliemann en Troya se desarrollaron ¿en varias fases¿ entre 1871 y 1889. Sus primeros trabajos, en la línea de otros colegas de la época, fueron muy destructivos, dado su interés por profundizar desde los niveles superficiales para acceder a los que él consideraba homéricos. El resultado fue la famosa trinchera de Schliemann: una fosa de dieciséis metros, en la que arrasó incluso los niveles que buscaba, las Troyas VI y VII ¿que corresponden al período final de la Edad del Bronce¿, para acceder a una capa inferior, la de la Troya II, que él consideró micénica cuando era casi mil años anterior. Schliemann identificó siete fases en la ciudad, y su sucesor Wilhelm Dörpfeld (que excavó en 1893 y 1894), dos más, aunque no llegaron a encontrar una Troya cero, localizada en trabajos más recientes. Tampoco Schliemann se percató del alcance de las reformas grecorromanas. A pesar de todo ello, estableció una sucesión de etapas fundamentalmente correcta.
Tras abandonar sus expeditivos métodos iniciales, Schliemann introdujo la estratigrafía, el estudio de la sucesión de capas y niveles de sedimentación y de su cronología relativa, técnica en la que fue pionero en la historia de la arqueología. Ello le permitió reconocer en 1890 que la Troya II, en la que halló el famoso Tesoro de Príamo, no podía ser la homérica, aunque fue Dörpfeld quien la identificó con la Troya VI. También fue adelantado en la utilización de la fotografía y el dibujo para la documentación de las excavaciones, que incluía el estudio de materiales comunes, no artísticos. Además, supo rodearse de notables colaboradores científicos y publicó con singular rapidez sus hallazgos, algo que se echa de menos incluso en la arqueología actual.
 
5.- Los datos actuales sobre la ciudad de Príamo
Tras los estudios de Carl W. Blegen (1932-1938) y, en especial, de Manfred Korfman (a partir de 1988), no existe hoy en día duda alguna acerca de la existencia de un importante centro de la Edad del Bronce en Hisarlik, identificable con la Troya de las fuentes antiguas. El núcleo amurallado se originó algo antes del 3000 a. de C., pero su verdadera entidad urbana se manifiesta a partir de Troya II (2500-2200 a. de C.), cuando su superficie crece al menos hasta los 9.000 metros cuadrados de la ciudadela y presenta elementos propios de una sede de carácter principesco, como la impresionante rampa de acceso al recinto. Aquella Troya dominaba el estrecho paso de los Dardanelos desde una posición excepcional: la bahía de Besika, a los pies la ciudad, era el último refugio invernal para las naves en ruta hacia el mar Negro, en espera de corrientes y condiciones climáticas favorables. Esta posición estratégica la convirtió en un eslabón imprescindible en la red comercial que unía a las sociedades mediterráneas y orientales con los ricos territorios asiáticos del mar Negro.
Troya II fue destruida por un incendio, pero nuevas fases (Troya III, IV y V, 2200-1800 a. de C.) demuestran la continuidad del núcleo, que dobló su superficie. Tras un nuevo incendio, surgió Troya VI, la verdadera edad de oro de la ciudad, contemporánea del mundo micénico. Son bien conocidas sus impresionantes murallas de sillares, pero recientemente se ha identificado también una auténtica ciudad baja, protegida por un complejo sistema de fosos y murallas que delimita un área urbana de más de 200.000 metros cuadrados. Pudo llegar a albergar 10.000 habitantes. Troya VI parece haber sido devastada por un seísmo entre 1300 y 1250 a. de C.; fue reconstruida inmediatamente después (Troya VII-a) y quedó completada hacia el 1200 a. de C. Esta parece ser la que sufrió el asedio micénico, lo que en parte se constató arqueológicamente por la reducción del perímetro de la ciudad baja, la construcción de un nuevo foso y el hallazgo de objetos de uso bélico (concentraciones de proyectiles de honda, puntas de flecha, etcétera). Troya VII-a fue destruida por un gran incendio y, aunque se reedificó (Troya VII-b y c), fue abandonada hacia el 1100 a. de C. Tan solo algunas ocupaciones eolias frecuentaron el lugar a partir del siglo VIII, hasta que en el siglo III a. de C. se erigió una nueva ciudad, que pervivió hasta época tardorromana.
 
6.- Las guerras de Troya
La identificación de la ciudad descrita por Homero no permite, sin embargo, afirmar la historicidad de la Guerra de Troya, al menos tal y como nos la presenta la tradición. Es indudable que, en el contexto de finales de la edad del bronce ¿con comunidades comerciales como la micénica, el imperio hitita o el mismo Egipto¿, Troya fue un pivote entre la Europa mediterránea, las sociedades orientales y las áreas del mar Negro. Wilusa-Wilión ¿la forma autóctona del topónimo helenizado Ilión¿ es mencionada en los archivos reales hititas, que recogen los pactos con su gobernante Alaksandu (Alaksandu-Alexandros es un nombre que también recibe en los poemas homéricos el hijo de Príamo, Paris). Los últimos hallazgos confirman su posible dependencia de este imperio (ver el recuadro Una ciudad más asiática que griega).

Ello habría sumergido a la ciudad anatólica en medio de las tensiones sociales y comerciales entre hititas, egipcios y micénicos a partir del siglo XIII a. de C., debidas en buena parte al expansionismo de estos últimos que podrían haber destruido la ciudad, pero... ¿es posible creer en una verdadera coalición micénica como la que nos describe Homero? El intento de dar una respuesta nos lleva de nuevo a la disputada cuestión homérica inicial. Si bien es cierto que en los niveles de destrucción de Troya VII han aparecido armas micénicas, ¿demuestra ello realmente la descripción homérica? Troya había sufrido varias devastaciones anteriores, a las que se sobrepuso, y también lo hizo a esta. Hubo pues, probablemente, diversas guerras de Troya.

De todas formas, no podemos exigir a una tradición épica como la micénica fidelidad a datos históricos que se perdían en el origen de los tiempos heroicos. Los destinatarios de estos poemas, y probablemente su mismo redactor, formaban parte de una aristocracia posterior, que recordaba el tiempo de Troya como una edad de oro desaparecida y lo recreó de forma claramente literaria. Es más, probablemente para el autor de la Ilíada este ciclo épico fue más bien un escenario para ubicar el enfrentamiento entre Agamenón y Aquiles, un conflicto en el que se cuestionaba el papel de los nobles (sus disputas acarrearon graves pesares al resto de los aqueos), precisamente en un momento cercano a la eclosión de las polis y al desarrollo de un nuevo tipo de sociedad, en la que la aristocracia debía adaptarse a su nuevo papel.

Precisamente aquí radica el mérito de Heinrich Schliemann y de aquellos que creyeron en Homero: se enfrentaron a la tradición legendaria griega con mentalidad histórica y, si bien en parte erraron en algunas de sus interpretaciones, contribuyeron a despejar el camino del conocimiento del pasado.
 
7.- Los poemas
Pese a su carácter legendario, hoy en día la mayor parte de los investigadores considera que fue un poeta jonio, probablemente Homero, quien redactó la Ilíada a mediados del siglo VIII a. de C. La Odisea es algo posterior (de la primera mitad del siglo VII a. de C.), de manera que difícilmente pueden atribuirse a un mismo autor. Ambos poemas se basaban en una tradición oral micénica que fue difundida hasta el período arcaico por aedos (poetas que recitaban mientras tocaban la lira) vinculados a los sectores aristocráticos. La transmisión del texto se apoyaba en un lenguaje de fórmulas que facilitaba la semiimprovisación a partir de un argumento básico. Así se incorporaron a lo largo de los siglos argumentos, escenas e incluso productos nuevos (como el hierro). Homero fue el primer aedo que, gracias a la escritura, fijó sus versos de forma permanente, aunque posteriormente iban a sufrir más interpolaciones (el texto que manejamos fue fijado en Alejandría en época helenística). La particular génesis de estos poemas explica por qué ¿junto a su capacidad para evocar sentimientos y exponer la condición humana, que los alejaría de la fidelidad histórica¿ se conservan pasajes y temas de indudable origen micénico (como el llamado catálogo de las naves), imprescindibles para estudiar las sociedades de la edad del Bronce en el Mediterráneo.
 
8.- Una ciudad más asiática que griega
Si Troya fue realmente una potente ciudad del Asia Menor, enemiga acérrima de las comunidades micénicas, ¿por qué siempre ha sido estudiada a través de los ojos del mundo griego y de la arqueología clásica? ¿Por qué centrar en Homero cualquier estudio sobre Ilión, si la suya es una visión necesariamente parcial y secundaria? ¿No sería absurdo intentar explicar la Rusia zarista a través de una novela que glosara las campañas rusas de Napoleón Bonaparte?

Este punto de vista tan sugerente, y a la vez tan razonable, marca el inicio de la reciente obra de Joachim Latacz, Troya y Homero. Hacia la resolución de un enigma (Destino, 2003). Latacz, prestigioso profesor de filología griega en Basilea y especialista en los textos homéricos, plantea en esta obra una revisión de los estudios sobre Troya y la cuestión homérica, utilizando para ello los últimos datos de la lingüística y de la investigación arqueológica sobre la civilización hitita, en la que parece inscribirse Troya. En buena medida, tanto este trabajo de Latacz como otros recientes de M. Siebler recogen los frutos de las investigaciones del profesor alemán Manfred Korfman en el yacimiento troyano de Hisarlik. Precisamente Korfman, prehistoriador especialista en las sociedades anatólicas, ha sido el primer investigador no clásico que se ha enfrentado a esta problemática sin un apriorismo eurocentrista, y quizás por ello sus indagaciones han puesto de relieve el fuerte carácter anatólico y asiático de esta ciudad.
El culto a apaulinas
Los datos aportados por sus intervenciones son demoledores: el sistema defensivo de la ciudad (fosos, muros de adobe) era el propio de anatolia; el 99 por ciento de la cerámica es de tipo pardoanatólico (frente al 1 por ciento micénico); el ritual funerario era el tradicional en aquella zona (la incineración), e incluso los cultos documentados (como los pilares estela del dios Apaulinas, el Apolo que protege a los troyanos en la Ilíada) son los habituales en Asia Menor. Además, en 1995 se halló en los niveles del siglo XII a. de C. un sello con escritura luvita-hitita que confirmaba, por primera vez, la pertenencia de la ciudad a la esfera política hitita. Estos sellos se consideran testimonio de una lengua diplomática, vinculada a los funcionarios imperiales y a sus relaciones con los estados vasallos regionales, entre los que debe incluirse Wilusa-Ilión. El hallazgo confirmaría también que la Wilusa-Taruisa mencionada en la documentación hitita del siglo XIII, con su rey Alaksandu (¿Alejandro¿) al frente, corresponde realmente a Troya, vinculada al poder hitita por un tratado de vasallaje.

También Latacz analiza la verosimilitud histórica del contingente grecomicénico. Por un lado, la documentación egipcia habla de la existencia de contactos con los dánaos, uno de los nombres que reciben los micénicos en Homero, y también los archivos hititas recogen numerosas referencias a los ahhiyawa, los aqueos de Homero. Precisamente estos ahhiyawa son mencionados como fuente de inestabilidad y problemas en la costa oriental anatólica, vinculados a operaciones de pillaje, y parecen haberse establecido antes del 1200 a. de C. en el área de Mileto. A la luz de todos estos datos, Latacz considera que Troya se convirtió en una pieza básica del comercio internacional a finales de la edad del Bronce, vinculada o sometida a los intereses comerciales hititas. A partir del 1500 a. de C., el desarrollo de las comunidades micénicas, con un comercio emergente y una agresiva presencia en la costa de Asia Menor, complicó el ya de por sí difícil equilibrio entre las potencias políticas y económicas del Mediterráneo Oriental. Frente a la hegemonía hitita en Asia Menor, la toma de Troya por una coalición micénica pudo suponer una operación arriesgada, pero verosímil, que habría permitido la continuidad de unas comunidades micénicas en expansión. Su victoria, que durante siglos pervivió en la poesía heroica y en la memoria de la edad oscura, tan solo fue el punto de partida de una grave crisis mediterránea. Pero esa es ya otra cuestión.
 
9.- El tesoro de Príamo
En mayo de 1873, Schliemann, que estaba con su mujer excavando junto a la puerta de la ciudadela de Troya II ¿que hoy podemos datar en torno al 2500 a. de C.¿, localizó un conjunto de piezas metálicas de gran valor. Trasladado en secreto a su taller, el Tesoro de Príamo ¿llamado así en honor del rey de la Troya homérica¿ estaba formado por más de 8.000 objetos de oro, cobre y otros metales nobles, en su mayor parte pequeñas piezas o placas. Schliemann no las declaró a las autoridades turcas y, de manera clandestina, envió los materiales a Grecia y luego a Alemania. en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos se apoderaron de ellas en Berlín y las mantuvieron ocultas hasta principios de los 90. Actualmente se hallan en el museo Pushkin de Moscú.

Existen dudas razonables sobre las condiciones del hallazgo. Se ha comprobado que su mujer se encontraba en realidad en Atenas y el tesoro podría ser una recopilación de piezas aparecidas en diversos contextos, que Schliemann habría unificado para obtener un mayor efecto propagandístico. Aunque no se descarta esta posibilidad, hoy los arqueólogos de Troya creen que al menos una parte es auténtica, puesto que se han detectado en la ciudad ofrendas votivas asociadas a la construcción o reforma de las puertas de las murallas similares al hallazgo de Schliemann. El Tesoro de Príamo, pues, sería en realidad una ofrenda fundacional. El redescubrimiento de las piezas en Rusia quizás permitirá en el futuro zanjar la polémica
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Bibliografía

  • CHADWIC, J., El mundo micénico, Alianza, 1998.
  • GAMER, G., ¿Troya a la luz de las nuevas investigaciones¿, Arqueología Prehistórica del Próximo Oriente,   2   (1992), 201-224.
  • GARCÍA IGLESIAS, L., Los orígenes del pueblo griego, Síntesis, 1997.
  • LATACZ, J., Troya y Homero. Hacia la resolución de un enigma, Destino, 2003.
  • SIEBLER, M. La Guerra de Troya. Mito y realidad, Ariel, 2002.

Internet

Sobre Schliemann: http://www.utexas.edu/courses/
wilson/ant304/
biography/arybios97/
kingbio.html

Excavaciones en curso en Troya: http://www.iit.edu/~agunsal/
truva/exc.html

 

 
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