JUAN
VICENTE BOO
La "legión perdida", cuya pista se desvaneció
en Oriente en el año 53 antes de Cristo, reaparece en forma
de huella genética en un remoto lugar del desierto de Gobi.
La aventura trágica de los legionarios de Marco Licinio
Craso, derrotados primero por los partos en Turquía y después
por los chinos en el Uzbekistán, terminó en un altiplano
a las puertas del Tíbet a siete mil kilómetros de
Roma
ROMA. La sospecha de que los antiguos romanos habían llegado
a China mil doscientos años antes que Marco Polo empezó
a abrirse paso en medios académicos cuando el sinólogo
americano Homer Hasenpflug Dubs descubrió en el año
1955 el perfecto encaje de los datos de Plutarco y Plinio con
las crónicas históricas de la dinastía Han,
que reinó en el Imperio del Centro entre los años
25 y 220 de nuestra era.
Hace dos años, el periódico estadounidense "Los
Angeles Times" sacaba a la luz los primeros datos que identificaban
un poblado remoto como punto final de la aventura de los legionarios
de Craso. Desde entonces, los análisis de DNA realizados
por la Universidad de Lanzhou confirman que un 46 por ciento de
los habitantes de Zhelaizhai -entre los que hay ciudadanos pelirrojos
y gentes con nariz aguileña- muestran una curiosa afinidad
genética con poblaciones europeas, según informó
el semanario francés "L´Express".
Durante la época del agitado triunvirato de Julio César,
Pompeyo y Craso, éste último se hizo cargo de la
campaña contra los partos y avanzó por la actual
Turquía al frente de un imponente ejército de 42.000
soldados. Pero los denostados "bárbaros" del
actual territorio de Irak e Irán humillaron al ejército
más poderoso del mundo, dieron muerte al triunviro Craso
e hicieron prisioneros a más de diez mil de sus soldados.
La mayoría fueron destinados a la esclavitud y los trabajos
forzados, pero los partos conservaron algunas unidades dispuestas
a seguir combatiendo, en lugar de sufrir la muerte o la esclavitud.
Una parte de la legión prisionera fue enviada a Turkmenistán
para luchar contra los antecesores de los hunos, y allí
desaparece su rastro. Pero esa legión "perdida"
para los historiadores romanos reaparece en las crónicas
chinas en el año 36 antes de Cristo.
La campaña de pacificación de la frontera occidental
del Celeste Imperio culmina con el asalto y la toma de la capital
de los hunos, actualmente Tashkent, en Uzbekistán. Los
historiadores de la dinastía Han documentaron con detalle
las fortificaciones cuadradas y las tácticas militares
de unos "bárbaros" (siempre desde el punto de
vista chino) que combatían de un modo extraordinariamente
organizado.
Leyendo las antiguas crónicas, el sinólogo americano
Homer Hasenpflug Dubs consiguió cerrar el círculo:
los defensores de Taskent eran los miembros de la "legión
perdida" que, derrotada de nuevo, se hundiría todavía
más en el olvido. Los chinos hicieron mil prisioneros y
enviaron los últimos restos del ejército romano
a un pueblo remoto en el desierto de Gobi, donde deberían
haberse perdido para siempre. Pero el antiguo nombre de Zhelaizhai,
que se encuentra en la provincia de Gansu, ha terminado por sacarlos
a la luz al cabo de dos mil años. El topónimo "Li-Jien",
documentado desde el año 5 de nuestra era, no es sino una
variante china de "Legión", un nombre que designaba
también a Roma desde que los antiguos chinos tuvieron noticias
de su opulencia y poder a través de sus comerciantes en
Alejandría. Oficialmente, el primer contacto entre Roma
y China tuvo lugar en el año 166 d. de C. cuando un embajador
de Marco Aurelio consiguió llegar hasta Luoyang, la capital
del otro gran imperio. Pero la enorme distancia impidió
mantener los contactos y la colonia romana de "Li Jien"
terminó, poco a poco con el paso del tiempo, olvidando
su pasado.
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