MADRID.
Con su
libro «Más
Platón y
menos
Prozac»
(Ediciones
B)
traducido
a 21
idiomas y
con más de
200.000
ejemplares
vendidos,
consiguió
que la
filosofía
se
internara
por los
recónditos
caminos
del
corazón,
calmara
los
sufrimientos
de los
hombres y
respondiera
a las
urgencias
del amor.
Su nuevo
libro,
«Pregúntale
a Platón.
Cómo la
filosofía
puede
cambiar tu
vida»
(Ediciones
B), el
profesor
de
Filosofía
en el City
College de
Nueva York
parece
seguir la
misma
trayectoria.
El hecho
es que
nuestro
mundo
cambia muy
deprisa.
Antes, la
gente
acudía a
la
consulta
del
psiquiatra,
hoy a la
del
filósofo.
Antes la
gente
tomaba
pastillas,
hoy
necesita
poner en
marcha el
motor del
pensamiento
a través
del
asesoramiento
filosófico.
Considera
Lou
Marinoff
que los
problemas
de nuestra
sociedad
son los
mismos
desde los
orígenes
de la
humanidad,
porque «si
uno se
plantea
qué es el
amor o la
guerra de
los sexos,
esos temas
se
encuentran
ya
planteados
en los
escritos
de la
antigüedad,
pero en
nuestro
tiempo
prevalece,
por una
parte, la
búsqueda
de la
espiritualidad
y, por
otra,
surge la
duda de si
las
máquinas
dominan
nuestras
vidas».
Entiende
que los
seres
humanos
hemos
perdido
nuestro
lugar en
el mundo,
lo cual
plantea
una serie
de
desequilibrios.
«La
relación
con las
máquinas
nos lleva
a perder
nuestro
lado
humano,
comenta.
No hay
nada más
irritante
que hacer
una
consulta
por
teléfono y
que te
salga una
voz
mecánica
con la que
no puedes
establecer
ninguna
relación.
Ahora que
nos
alejamos
de la
religión,
estamos
rindiendo
culto a
ese
terrible
dios de la
cibernética».
Opina que
«la
televisión
afecta a
la
capacidad
de
procesar
el
lenguaje,
puesto que
sólo a
través de
la lectura
de un
libro se
mantiene
un proceso
lógico.
Por lo
tanto, la
cultura ha
descendido
de modo
alarmante.
Por
ejemplo,
antes era
muy normal
que las
familias
se
reunieran
y tocaran
un
instrumento
musical.
Ahora se
colocan
los cascos
y se
olvidan.
No existe
comunicación».
Asegura
que
absolutamente
todos los
casos que
describe
en sus
libros son
reales y
afirma que
«tan sólo
he
cambiado
sus
nombres y
algún dato
para
evitar que
se
identifiquen».
Uno de los
temas más
preocupantes,
a su
juicio, es
la
degradación
del amor.
«El
intenso
trabajo,
muchas
veces no
permite
espacio
para el
amor y
esto
desequilibra
al ser
humano. La
familia es
un factor
determinante
para
conseguir
ese
equilibrio.
Un niño
necesita
estar
educado
por su
padre y
por su
madre, no
por una
sola
persona.
Por eso
resulta
vital para
cada uno
de
nosotros y
para la
sociedad
la
duración
de los
matrimonios.
Yo estoy
chapado a
la
antigua».