En
tierras de la
actual
Jordania, los
impresionantes
restos arqueológicos
de la capital
del reino
nabateo
atestiguan el
esplendor de
una de las más
importantes
ciudades
caravaneras
del Mundo
Antiguo.
Cuando
Johann Ludwig
Burckhardt
descubrió
Petra en el año
1812, sólo
quedaba en pie
un edificio,
el templo
conocido como
"Qasr
al-Blint".
No se distinguían
casas ni
palacios. Sólo
cientos de
tumbas
excavadas en
la roca componían
el paisaje que
quedaba
retenido en la
memoria. De ahí
que uno de los
muchos
viajeros que
la han
visitado desde
entonces, G.L.
Robinson, la
denominara el
"sarcófago
de una antigua
civilización".
Pero
las actuales
excavaciones
arqueológicas
están
cambiando la
imagen de esta
importante
ciudad
nabatea. Sólo
en la última
década han
salido a la
luz cuatro
nuevos
templos, dos
zonas de
viviendas y
tiendas de época
romana, así
como
inscripciones
y relieves
escultóricos.
Se
está
recuperando,
pues, la
ciudad
"viva",
con sus
edificios de
todo tipo, públicos
y privados,
derruidos a
causa de
sucesivos
terremotos y
que, tras su
abandono,
quedaron
sepultados
bajo la arena
acumulada
durante
siglos.
Equipos de
arqueólogos
jordanos,
norteamericanos,
franceses,
suizos y
finlandeses se
afanan hoy día,
campaña tras
campaña, en
una tarea que
no ha hecho más
que empezar y
que puede
prolongarse
durante largo
tiempo, pues
se calcula que
el ochenta por
ciento de la
antigua metrópolis
permanece aún
enterrado,
esperando ser
rescatado del
olvido.
Carmen
Blánquez Pérez,
de la
Universidad
Complutense de
Madrid,
recuerda en
este número
la historia de
Petra, su
relación con
el comercio de
las especias,
y reconstruye
los tesoros
arquitectónicos
de la ciudad
durante la época
romana.
|