SUSANA
GAVIÑA
Ambas
intérpretes
elogian
la
labor
del
director
de
escena,
Luca
Ronconi,
por
su análisis
del
texto
y la
libertad
que
brinda
a la
hora
de
trabajar:
«Un
lujo
en la
ópera»
MADRID.
Para
María
Bayo
significa
su
tercera
intervención
en la
corta
historia
del
Teatro
Real
desde
su
reapertura;
para
Jennifer
Larmore
es su
debú
en el
coliseo
madrileño.
Ambas
vuelven
a
unir
sus
nombres
para
interpretar
«Giulio
Cesare»
de
Haendel,
una
ópera
que
ya
habían
llevado
de
gira
con
René
Jacobs
por
Europa,
y que
incluso
interpretaron
en
versión
de
concierto
en
Lisboa.
A
partir
del
próximo
1 de
noviembre,
lo
harán
sobre
el
escenario
del
Teatro
Real.
El
clima,
en el
encuentro
con
la
prensa,
es
distendido,
la
mezzo
soprano
francesa
derrocha
una
espontaneidad
chispeante,
mientras
que
la
española
le da
réplica
con
la
soltura
de
quien
se
siente
como
en
casa.
La
primera
interpreta
al
emperador
Giulio
Cesare
-papel
escrito
en su
día
para
un «castrato»
y que
ahora
interpreta
una
voz
femenina-,
personaje
que
termina
rendido
a los
pies
de
una
seductora
Cleopatra,
a la
que
da
vida
Bayo.
«Estoy
encantada
de
que
la
interprete
ella»,
asegura
sonriente
Larmore
refiriéndose
a la
soprano
española
al
mismo
tiempo
que
confiesa
la
satisfacción
que
supone
para
ella
interpretar
al
emperador
romano.
«Me
apetece
mucho
porque
es la
música
que más
quiero
desde
mi
alma
y de
todo
corazón.
La música
de
Haendel
me da
descanso.
Es un
regalo»,
afirma.
Bayo
se
muestra
igual
de
atrapada
por
esta
música
«que
adoro
y que
me
llega
hasta
los
huesos».
Lo
que
no
significa
que
también
subraye
algunas
pequeñas
dificultades
vocales
con
las
que
deben
enfrentarse
al
ser
interpretada
la
partitura
en
esta
ocasión
por
una
orquesta
de
instrumentos
modernos
-y no
antiguos-.
«Es
mejor
para
la
voz
de
Jennifer
-explica-
pero
mis
arias
son más
complicadas
porque
tienen
una
gran
extensión
vocal,
son más
agudas
y
contienen
muchos
matices
que
sirven
por
otra
parte
para
plasmar
los
diferentes
estados
de ánimo
de
Cleopatra».
La
mezzo
soprano
francesa
también
da
muestra
de un
desasosiego
ya
que
«es
la
primera
vez
que
cantaré
teniendo
la
orquesta
a la
espalda»,
pues
está
situada
sobre
el
escenario
al no
existir
entonces,
en el
Barroco,
el
foso.
Larmore,
que
se
confiesa
muy
femenina
-«por
eso
me
cuesta
mucho
realizar
la
transformación-,
explica
que
cuando
se
viste
de
varón
en
esta
ópera
no se
plantea
el
personaje
desde
su
aspecto
físico
«sino
mental
y
debo
mostrar
a un
Giulio
Cesare
autoritario
y
poderoso».
Sobre
su
indumentaria
adelanta
que
no se
verán
ni
minifaldas
ni
armaduras.
«Es
un
vestuario
moderno
que
tiene
un
aire
militar».
Más
glamuroso
es,
sin
embargo,
el
que
lucirá
María
Bayo,
quien
«pasará»
en
total
seis
trajes
adquiridos
en un
anticuario
y que
han
sido
restaurados
a
mano.
«Tienen
un
aire
egipcio
de
los
primeros
años
del
siglo
pasado.
Han
sido
recuperados
expresamente
para
la ópera
y a mí
me
recuerdan
a
Klimt.
Son
obras
de
arte».
asegura.
Las
dos
cantantes
muestran
una
vez más
su
complicidad
y
sintonía
al
elogiar
al unísono
el
trabajo
del
director
de
escena,
Luca
Ronconi.
«Me
ha
descubierto
cosas
que
no
había
visto
en
otros
montajes
de
otros
directores
y me
ha
hecho
ver
los
recitativos
de
una
manera
muy
especial.
Ha
sido
un
trabajo
muy
fructífero»,
afirma
Bayo.
Mientras
que
para
Larmore
la
manera
de
trabajar
de
Ronconi
«da
la
oportunidad
de
hacer
la ópera
como
si
fuera
una
obra
teatral
lo
que
resulta
más
interesante
para
el público.
Logra
que
una
ópera
de
cuatro
horas
parezca
que
tiene
dos»,
bromea
Larmore,
quien
destaca
asimismo
la
libertad
a la
hora
de
trabajar.
«Nos
da
muchas
explicaciones,
algo
que
parece
normal
en el
teatro
pero
que
resulta
un
lujo
en la
ópera»,
asegura. |