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21 de octubre de 2002

EL PAÍS, Madrid

Ariadna, en el diván
ARIADNE AUF NAXOS
De Richard Strauss. Intérpretes principales: Adrianne Pieczonka, Edita Gruberova, Heidi Brunner, John Horton Murray, Wolfgang Brendel, Wojtek Drabowitz, Francisco Vas, Simón Orfila. Orquesta del Liceo. Director musical: Friedrich Haider. Director de escena: Uwe Eric Laufenberg. Escenografía: Tobias Hoheisel. Producción del Teatro de la Monnaie de Bruselas. Teatro del Liceo. Barcelona, 19 de octubre.
JAVIER PÉREZ SENZ
El Liceo va bien. Coincidiendo con la producción de Ariadne auf Naxos, el teatro ha estrenado un sistema personalizado de subtítulado del texto de la ópera mediante pequeñas pantallas instaladas en el respaldo de las butacas.

Ariadne auf Naxos, la tercera ópera surgida de la fructífera colaboración entre el compositor alemán Richard Strauss y el escritor austriaco Hugo von Hofmannsthal, es una obra que esconde emociones vigorosas bajo un sofisticado engranaje teatral y musical. Hofmannsthal era un devoto del arte por el arte, y en su teatro los personajes parecen ocultar sus sentimientos bajo una máscara; Strauss era un burgués feliz que pedía a su libretista más claridad y menos simbolismo, más vitalidad emocional para llenar de vida musical la armadura teatral. Solventó las distancias con una apabullante maestría orquestal, haciendo sonar a 37 instrumentistas con la opulencia de una centuria sinfónica. La orquesta del Liceo mantuvo el tipo, bien dirigida por Friedrich Haider. La producción, firmada por el director de escena alemán Uwe Eric Laufenberg, es brillante. La espléndida escenografía, obra de Tobias Hoheisel, reproduce el salón de una mansión art déco con pinturas de Klimt, y nos sitúa en la Viena de principios del siglo XX. En ese mundo, Laufenberg propone una lectura psicológica y sienta en el diván a los personajes, y con ellos, a sus creadores.

Un minucioso trabajo de actores, buenas dosis de humor, y un ritmo calibrado al detalle animan un estupendo montaje en el que sólo sobra un riesgo innecesario: Laufenberg elimina la pausa entre el prólogo y el único acto, y sus dos horas y diez minutos consiguen que la butaca se convierta en tu peor enemigo.

Edita Gruberova fue la gran triunfadora de la noche. Su Zerbinetta ha hecho historia y en su gran aria sigue demostrando, aunque pasen los años, que es un fenómeno vocal. Triunfaron Adrianne Pieczonka y Heidi Brunner por la calidez expresiva y exquisita musicalidad de su canto. Sólo falló el tenor, John Horton Murray, desbordado por el peso del personaje.


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