Más
de un
milenio
después
de
que
la
antigua
se
convirtiera
en un
mito,
la
nueva
Biblioteca
de
Alejandría
ha
abierto
sus
puertas
con
la
vocación
de
recuperar
esta
ciudad
del
norte
de
Egipto
como
capital
mundial
del
saber.
A
imagen
y
semejanza
de la
primera,
la
segunda
nace
para
ser
foro
de diálogo
entre
civilizaciones,
aunque
también
con
la
esperanza
de no
acabar
como
la
anterior,
cuya
destrucción
comenzó
con
la
llegada
del
Cristianismo
y
concluyó
con
la
del
Islam.
Con
un
diseño
de
enorme
disco
solar
que
surge
del
paseo
marítimo
de
Alejandría,
la
nueva
biblioteca
ofrece
en
sus
muros
cientos
de
pictogramas,
símbolos
y
jeroglíficos,
signos,
letras
y
trazos
de
todas
las
escrituras
y
alfabetos
conocidos.
Estatuas
clásicas
romanas
y
griegas
dan
paso
en el
interior
a una
luminosa
estancia
hipóstila,
inspirada
en
los
templos
faraónicos,
con
capacidad
para
2.000
personas
y que
será
la
mayor
sala
de
lectura
del
mundo.
Allí
se
podrá
husmear
el
conocimiento
acumulado
desde
que
se
redactaron
los
pergaminos
que
hicieron
famosa
a la
antigua
biblioteca,
donde
estudiaron
Arquímedes,
Euclides
y
Eratóstenes,
y se
tradujo
al
griego
toda
la
sabiduría
de la
Antigüedad.
Distintas
secciones
Igual
que
la
primera,
la
segunda
Biblioteca
Alejandrina
tiene
secciones
dedicadas
a la
astronomía,
la
medicina,
el
arte,
la
historia,
la
filosofía,
la
botánica,
la
geografía
y las
matemáticas,
con
volúmenes
en
muchos
casos
manuscritos.
A
diferencia
sin
embargo
de
aquella,
en la
nueva
tampoco
faltan
decenas
de
miles
de títulos
sobre
física
cuántica,
alta
tecnología,
electrónica,
informática,
ciencias
económicas
y el
mundo
de
los
negocios,
en
soportes
que
van
desde
la
fibra
óptica
al
microfilme.
Si
en su
época
de
mayor
esplendor,
la
antigua
biblioteca
llegó
a
almacenar
700.000
libros
en
rollos
de
papel,
en
esta
segunda
se
pretenden
alcanzar
los
dos
millones
de
ejemplares,
aunque
en
una
fase
preliminar
sólo
estará
disponible
un
cuarto
de
millón.
No
ha
sido
fácil
aunar
voluntades
e
intereses
que
permitieran
encontrar
la
financiación
necesaria
para
hacer
realidad
la
idea
que
en
1974
tuvo
el
entonces
rector
de la
Universidad
de
Alejandría,
Mamdough
Lofti
Diowar,
de
resucitar
la
legendaria
biblioteca
de su
ciudad.