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Mosaico
del
buen
pastor.
Foto
ABC |
JUAN
VICENTE
BOO.
CORRESPONSAL
La
capital
del
Imperio
Romano
de
Occidente
añade
a
sus
famosos
mosaicos
bizantinos
una
bellísima
colección
anterior,
de
época
tardorromana
ROMA.
Al
cabo
de
1.700
años,
el
pavimento
de
mosaico
de
una
rica
villa
romana
ha
vuelto
a
la
luz
en
Rávena,
añadiendo
otra
joya
a
una
ciudad
famosa
por
los
mosaicos
bizantinos
de
Justiniano
y
Teodora,
así
como
los
del
Bautismo
de
Jesús.
El
museo,
construido
bajo
tierra
para
mostrarlos
al
público
en
su
lugar
original,
evoca
el
ambiente
de
la
«Domus
de
las
Alfombras
de
Piedra»,
como
la
bautizó
Federico
Zeri
cuando
se
descubrieron
los
primeros
en
1993.
Un
laborioso
trabajo
subterráneo
en
continua
lucha
contra
el
acuífero
en
el
que
se
está
hundiendo
la
ciudad
de
Rávena,
ha
permitido
sacar
a
la
luz
nada
menos
que
1.800
metros
cuadrados
de
mosaicos
de
diversas
épocas
entre
los
siglos
III
y
IV
después
de
Cristo.
Los
más
antiguos
se
encuentran
a
siete
metros
de
profundidad,
y
entre
ellos
destacan
el
desenfadado
«Buen
Pastor»
y
la
alegre
«Danza
de
los
genios
de
las
estaciones».
Rávena
comenzó
a
jugar
un
papel
importante
desde
que
el
emperador
Augusto
construyó
en
Classis
la
primera
base
naval
del
Imperio
Romano,
pero
inició
su
esplendor
artístico
tres
siglos
después,
cuando
se
convirtió
en
capital
del
Imperio
Romano
de
Occidente
y
uno
de
los
lugares
más
cultos
del
Mediterráneo.
El
primero
de
los
mosaicos
que
componen
el
moderno
museo
subterráneo
apareció
por
casualidad
en
1993
cuando
se
excavaba
para
construir
un
garaje.
A
partir
de
entonces,
la
elegantísima
villa
de
un
magistrado
fue
entregando
tesoro
tras
tesoro:
mosaicos
de
mármol
en
«opus
sectile»,
y
mosaicos
clásicos
de
teselas
con
dorados
y
vitrificados
que
las
hacen
brillar
como
si
un
artesano
hubiese
apenas
terminado
de
instalarlos
unas
horas
antes.
El
recorrido
por
la
«Domus
de
las
Alfombras
de
Piedra»
está
pensado
para
sorprender
al
visitante
que
se
interna
en
la
oscuridad
bajando
por
una
escalera
estrecha.
El
itinerario
se
realiza
a
través
de
pasarelas
y
en
grupos
reducidos,
con
la
iluminación
limitada
en
cada
momento
al
área
circundante.
Tan
sólo
al
final
se
ilumina
todo
el
complejo
subterráneo
y
aparece
el
esplendor
de
las
«Alfombras
de
Piedra»
con
motivos
geométricos
y
figurativos.
El
techo,
a más
de
tres
metros
de
altura,
resulta
un
poco
bajo,
pero
se
ha
hecho
«desaparecer»
en
la
medida
de
lo
posible
pintándolo
de
azul
oscuro
como
en
el
mausoleo
de
Gala
Placidia,
uno
de
los
personajes
históricos
que
reposan
en
Rávena
como
el
emperador
bárbaro
Teodorico
y
el
poeta
Dante
Alighieri,
exiliado
forzosamente
de
su
Florencia
natal.
La
conservadora
del
museo,
María
Grazia
Maioli,
señala
que
la
mayor
dificultad
práctica
para
excavar
los
mosaicos
y
construir
la
estructura
del
museo
«fueron
las
infiltraciones
de
agua,
pues
Rávena
sigue
hundiéndose
y
aquí
estamos
muy
por
debajo
del
manto
acuífero.
Hemos
creado
un
sistema
de
drenaje
avanzado,
pero,
en
caso
de
catástrofe,
tenemos
un
plan
para
levantar
los
mosaicos
y
sacarlos
a
la
superficie.
Son
un
tesoro
único».
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