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Aplausos para Mehta y división por el montaje de Vick en 'Los troyanos'
LOLA GALÁN | Florencia
Diez minutos de aplausos al maestro Zubin Mehta, que cumple 40 años al frente de la Orquesta del Maggio Fiorentino, coronaron el sábado la inauguración de la 65ª edición del festival. El público premiaba la dirección impecable de una obra descomunal por las dificultades técnicas, Los troyanos, de Héctor Berlioz, que con sus casi cinco horas de duración constituye un verdadero reto musical. Pero fue el montaje de Graham Vick el que dividió a un público que tampoco apreció unánimemente el vestuario de Tobias Hoheisel. Los dos artistas fueron los verdaderos protagonistas de una velada excesiva por la duración del espectáculo y la longitud de los intervalos, que incluyeron una cena servida a todo el público.
En total, la velada inaugural, que comenzó a las 15.30, no terminó hasta casi la medianoche. Quizás por eso faltaron algunas caras famosas. No todos los divos son capaces de entregar tantas horas a la causa de la música. Pero no faltó la estrella más asidua, Sophia Loren, que ocupó su palco habitual acompañada por la esposa de Mehta y atrajo todas las miradas, vestida con un llamativo traje pantalón rojo.
Los troyanos, escrita por Berlioz (1803-1869) entre 1856 y 1858, basándose en la Eneida de Virgilio, es en realidad dos óperas en una, La toma de Troya y Los troyanos en Cartago. Dos óperas claramente diferenciadas y con distintos intérpretes, aunque el protagonista absoluto, Eneas (interpretado con altibajos por el tenor Jo Villars), atraviese las dos como hilo conductor de una historia épica a la que el compositor francés quiso aportar todo el dramatismo de las obras de Shakespeare, su escritor favorito, junto a Virgilio y Byron. Y como dos óperas diferentes fueron juzgadas por el público del Teatro Comunale de Florencia, donde se representaba por primera vez la grand-opera de Berlioz, con el mismo montaje presentado el año pasado en Múnich, también con la dirección musical de Mehta.
Los espectadores disfrutaron con la primera parte (1 hora y 35 minutos de duración, con un solo intervalo), en la que gustó el montaje de Vick y brilló la elegancia de la mezzosoprano Nadja Michael, pese a su voz, un poco falta de potencia y de matices para afrontar el papel de la profetisa Casandra. Desconcertó, en un primer momento, ver a los soldados troyanos convertidos en miembros de la Legión Extranjera francesa y a la familia real convertida en un puñado de juguetes rotos, con sus suntuosos trajes napoleónicos, ajados y sucios, tras años de asedio por parte de los griegos.
El escenario se resume en un enorme arco triunfal derribado y con visibles huellas de la violencia de la guerra. Al final del primer acto se sugiere la tragedia de la toma de la ciudad con un efecto dramático puramente cromático. Las túnicas negras del pueblo troyano, abandonadas sobre el escenario, dejando a la vista sólo los forros rojos, dan una impresión de sangre, constituyen una sutil premonición de la matanza que se avecina.
Aunque los intérpretes y la música mantuvieron el entusiasmo del público en la segunda parte (casi tres horas, con dos intervalos), con la soprano Violeta Urmana (Dido) como triunfadora absoluta, no puede decirse que el montaje obtuviera el mismo consenso. La Cartago socialista de Vick, con una reina, Dido, y unos súbditos vestidos con ropa estilo mao no resultaron convincentes. Y menos todavía el escenario del segundo acto, donde Dido y Eneas viven su amor en una especie de paraíso turístico, entre flores gigantes y bailarinas exóticas que regalan algunos momentos de la danza del vientre.
Vick ha declarado que su propósito ha sido hacer de esta ópera un alegato pacifista. En cuanto a las licencias históricas, 'me interesa el teatro vivo, no el hecho histórico', declaró el director británico. 'He preferido que Dido aparezca no como la víctima de un hombre, sino como una mujer independiente. Al final es una mujer abandonada, degradada, sin dignidad. Pero es la artífice de su destino'.
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