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25 de julio de 2002

ABC, Madrid

Buceando en la leyenda

IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA

TENÍA que terciar Don Miguel en la revuelta de Perejil. Al fin y al cabo, nada hispano le era ajeno. En un artículo publicado hace un siglo, Unamuno, ya catedrático de Griego y Rector en Salamanca, a partir de un trabajo filológico de Victor Bérard sobre los orígenes de la Odisea, revela el descubrimiento de que la isla de Calipso, en la que Homero sitúa el episodio de las ninfas, era nada menos que el modesto y minúsculo islote del Perejil. La Providencia se complace así en elevar al exiguo e inhóspito peñasco a la levantada categoría mítica de tierra de las ninfas.

Y no es eso todo. Además, el vasco descomunal recuerda la vinculación del islote con Ceuta, con lo que su españolidad no se sustentaría en la leyenda sino en la realidad histórica, y aventura la hipótesis de que la palabra «España» pueda proceder de la isla del Perejil. España sería, según esta aventurada etimología, «I-spania», la Isla del Escondrijo, Calipso. Por error o por una extensión de su sentido, habría pasado a denominar a la península vecina. El bravo Don Miguel sólo encuentra una dificultad a la etimología de su colega francés: la pretensión de algunos paisanos suyos, vascos, de que el nombre de España -¡vaya por Dios!- proceda del vascuence. Con lo que la vinculación entre Vasconia y el resto de España alcanzaría proporciones etimológicas.

Sólo del sabio Don Miguel podíamos esperar la definitiva aclaración del galimatías: Perejil-Calipso es español. El islote deviene así nada menos que padre putativo de nuestra España, a la que dio nombre y carta de naturaleza entre las naciones. De manera que abandonar el islote sería alta traición a los orígenes etimológicos de la Patria.

El dichoso «statu quo» debe ser retrotraído no al 10 de julio, sino hasta el inmortal poema homérico. En ese caso, la soberanía auténtica pertenecería al poeta ciego que soñó a Ulises y, sobre todo, a las ninfas que estuvieron a punto de perder al esforzado navegante. Es lo de siempre: se empieza navegando en la historia y se termina buceando en la leyenda. La reivindicación marroquí naufraga en Calipso. El Islam no existía y Occidente ya había creado a Odiseo.


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