Buceando en la leyenda
IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA
TENÍA que terciar Don
Miguel en la revuelta de Perejil. Al fin y al cabo, nada hispano le era ajeno.
En un artículo publicado hace un siglo, Unamuno, ya catedrático de Griego y
Rector en Salamanca, a partir de un trabajo filológico de Victor Bérard
sobre los orígenes de la Odisea, revela el descubrimiento de que la isla de
Calipso, en la que Homero sitúa el episodio de las ninfas, era nada menos que
el modesto y minúsculo islote del Perejil. La Providencia se complace así en
elevar al exiguo e inhóspito peñasco a la levantada categoría mítica de
tierra de las ninfas.
Y no es eso todo. Además, el vasco
descomunal recuerda la vinculación del islote con Ceuta, con lo que su españolidad
no se sustentaría en la leyenda sino en la realidad histórica, y aventura la
hipótesis de que la palabra «España» pueda proceder de la isla del
Perejil. España sería, según esta aventurada etimología, «I-spania», la
Isla del Escondrijo, Calipso. Por error o por una extensión de su sentido,
habría pasado a denominar a la península vecina. El bravo Don Miguel sólo
encuentra una dificultad a la etimología de su colega francés: la pretensión
de algunos paisanos suyos, vascos, de que el nombre de España -¡vaya por
Dios!- proceda del vascuence. Con lo que la vinculación entre Vasconia y el
resto de España alcanzaría proporciones etimológicas.
Sólo del sabio Don Miguel podíamos esperar
la definitiva aclaración del galimatías: Perejil-Calipso es español. El
islote deviene así nada menos que padre putativo de nuestra España, a la que
dio nombre y carta de naturaleza entre las naciones. De manera que abandonar
el islote sería alta traición a los orígenes etimológicos de la Patria.
El dichoso «statu quo» debe ser retrotraído
no al 10 de julio, sino hasta el inmortal poema homérico. En ese caso, la
soberanía auténtica pertenecería al poeta ciego que soñó a Ulises y,
sobre todo, a las ninfas que estuvieron a punto de perder al esforzado
navegante. Es lo de siempre: se empieza navegando en la historia y se termina
buceando en la leyenda. La reivindicación marroquí naufraga en Calipso. El
Islam no existía y Occidente ya había creado a Odiseo.
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