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Ideal de Granada, 16 de enero de 2002
Ocho siglos de cultura romana en Granada
El pasado lunes ingresó en la Academia de Bellas Artes de Granada la catedrática de Arqueología de la Universidad, Margarita Orfila Pons, quien disertó sobre la ciudad romana
p. s granada
Vestigios romanos |
Los restos que atestiguan la presencia romana en Granada se concentran, sobre todo, en la colina del Albaicín, aunque también se localizan en otros puntos como la Vega, constatando, así, su importante actividad agrícola en esa época. El solar de la calle de Espaldas de San Nicolás, el de la Casa del Almirante y el del Carmen de la Muralla atestiguan la coexistencia de las realidades ibérica y romana. |
Durante muchos años los
investigadores granadinos parecieron renegar de su pasado romano. La mayoría
de los estudios históricos y arqueológicos se centraban, tradicionalmente, en
desentrañar los enigmas de una cultura que había brillado con esplendor real
durante la historia de Al-Andalus. Hoy esos trabajos continúan, pero hace
tiempo que la comunidad científica comenzó a tomar conciencia, de manera
generalizada, de que aquí existieron otras culturas que también contribuyeron
a forjar la realidad actual del pueblo granadino. Casi nueve siglos de dominio
romano en Granada eran demasiados para quedar silenciados en el subsuelo de
esta tierra. Afortunadamente, la intensa actividad arqueológica que ha vivido
la ciudad en las últimas décadas, especialmente a partir de los años 80, ha
permitido no sólo atestiguar esta presencia sino arrojar una importante luz
sobre su primitivo origen .
Margarita Orfila Pons, catedrática de Arqueología de
la Universidad de Granada, ha trabajado intensamente en esa linea de
investigación desde su llegada a esta tierra hace ya más de 10 años. El
pasado lunes, la Real Academia de Bellas Artes de Granada le reconocía este mérito
con su nombramiento como miembro numerario de la misma. En su discurso de
ingreso, que fue contestado por el también arqueólogo y académico, Manuel
Sotomayor, desvelaba algunas de las incógnitas del pasado romano de esta
ciudad.
Según los datos aportados por Orfila Pons, en la
colina del Albaicín se ha constatado la ocupación humana desde el Bronce
Final Reciente, aunque no puede ser considerado como un núcleo poblacional
importante hasta el horizonte cultural Protoibérico, «al que corresponden las
primeras señales de ocupación, destacando unos impresionantes lienzos de
muralla que coronarían gran parte del barrio del Albaicín». Algunos de esos
tramos se han localizado en el solar de la calle Espaldas de San Nicolás
(futura mezquita), el de la Casa del Almirante y el del Carmen de la Muralla.
La presencia romana
Pero a partir del 218 a. C. una nueva realidad
comienza a gestarse en la Península Ibérica con la llegada de un contigente
latino que, como explica la nueva académica, viene para defender a las etnias
ibéricas de la presión cartaginesa. No obstante, la inclusión de Granada en
la órbita romana no se producirá hasta el siglo II a.C., permaneciendo ya
bajo su dominio hasta entrado el siglo VIII d.C.
El interés de los nuevos pobladores por el territorio
granadino fue estratégico, sin embargo, «no hay que descartar el atractivo
que pudieron tener los depósitos de oro de la región relacionados con el
Darro y el Genil».
Pero en un primer momento, el territorio conquistado
no cambiará en esencia. Es más, entre ambas realidades no hubo sino una
continuidad cultural. Sobre el núcleo de población ibérico ('oppidum') se
fue creando paulatinamente una ciudad romana, que se se convirtió en
'municipium' (Florentia Iliberritana), posteriormente, «para lo que fue
necesario añadir a las estructuras existentes una serie de edificios nuevos
que albergan las instituciones creadas como consecuencia de la municipalización».
La época de 'mayor esplendor' de la Granada romana se
concentra desde el siglo I al III d. C., fundamentalmente en este último. Y
pese a que algunos investigadores han apuntado la pérdida de importancia para
Iliberris en la centuria posterior, la existencia del Concilio de Elvira en el
siglo IV, un acontecimiento de relevancia nacional al que acudieron gentes y
obispos de todos los lugares de la Península, permite, sin duda, afirmar todo
lo contrario.
También los datos arqueológicos han hecho posible
atestiguar su continuidad de la ciudad romana en los momentos finales del
dominio visigodo, e incluso, como añadía Sotomayor en su contestación a la
nueva académica, «en su prolongación posterior, cuando el lunes 23 de mayo
de 1099, la intransigencia almorávide destruye el que sería probablemente último
reducto del cristianismo mozárabe, una suntuosa iglesia situada a “dos tiros
de flecha” de la Puerta de Elvira».
La tercera arqueóloga de la Academia |
Margarita Orfila Pons es menorquina y en la actualidad ejerce como catedrática de Arqueología en la Universidad de Granada. Su investigación se ha centrado en el campo de la arqueología romana, especialmente en la época tardía. Ha participado en 63 campañas de excavación y trabajado en otras tres universidades españolas, en Palma de Mallorca, Valencia y Las Palmas. Dedica su actividad desde hace varios años a la ciudad romana de Pollentia. Desde su llegada a Granada en 1990 ha intervenido en numerosas campañas de excavación, tanto en la capital como en la provincia. Durante el período comprendido entre 1993 y 1996 formó parte de la Comisión Asesora del proyecto de investigación 'Arqueología Urbana de Granada', ya desaparecido. La profesora Orfila Pons es la cuarta mujer que ingresa en la Academia de Bellas Artes de Granada. Desde el pasado lunes ocupa la plaza correspondiente a la medalla nº 22, sustituyendo la vacante ocupada antes por otras importantes personalidades de la vida cultural de Granada: Joaquina Eguaras y Ángela Mendoza, ambas directoras del Museo Arqueológico de Granada. La pianista Josefa Bustamante también fue nombrada miembro de la institución. |
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