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ABC, Madrid, 17 de abril de 2002
Cabrera Infante: «El primer final feliz lo inventó Homero en su «Odisea»»
SERGI DORIA
Tarde luminosa con alguna ráfaga de viento desabrido. Dos viejos amigos se reencuentran. Luz mediterránea que contrasta con las brumas londinenses de lecturas, puros y un humor que ahuyenta dogmas. Guillermo Cabrera Infante y Valentí Puig mantuvieron una tertulia ayer en CaixaForum con olor a puro humo de café.
BARCELONA. Se conocieron hace muchos años en una calle comercial de Londres y desde entonces hicieron buenas migas. Cabrera Infante y Valentí Puig comparten sentido del humor y conversaciones mano a mano. Ayer departieron como dos viejos amigos. De literatura, de cine, de boleros, de Arcadias de todas las noches. El escritor mallorquín advirtió al público sobre las potencialidades del cubano: «Si Cuba es una isla, Cabrera Infante es un continente». ¡Y qué continente! Cabrera es puro verbo maridado con el divertimento de las polisemias. Hablaron de «Tres tristes tigres» como ejemplo de sus poderes verbales. «En una aburrida guardia de milicia me enteré de la muerte de una cantante; conseguí papel y me puse a escribir «Ella cantaba boleros»». Ahí está el germen de «Tres tristes tigres»: en el ritmo que inspiró un corto sobre el ambiente nocturno en el puerto y que le prohibieron las autoridades castristas. «Mi escritura es hacer música popular, pero por otros medios», advierte.
El diálogo evoluciona como un torrente de memoria en la que abundan las digresiones. «¿La digresión? Me interesa por encima de todo. Alguien dijo que es el sol de la conversación», apostilla el cubano. La Habana. ¿Cine o sardina? «Mi madre era una fanática del cine. le debo mi vida al cine. Todavía veo tres películas por noche y en cada momento me las he arreglado para ver cine gratis».
Volvemos a «Tres tristes tigres». El libro sufrió los tijeretazos de la censura. «Al censor le molestaba la palabra «teta» y la sustituía por «busto» o «senos». Anotaba en la página «tetas suprimidas»». Como a Billy Wilder, al cubano le gusta la comedia y detesta el realismo mágico y su «parafernalia de exotismos». Su programa: ser todo, menos ser serio, ««grave», que en inglés significa «tumba»». La comedia «es un género feliz: el primer «happy end» lo inventó Homero en su Odisea». Acaba la tertulia y Cabrera relee «Maria Cristina me quiere gobernar» en clave hegeliana. Puro humor. Buen café.
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