México / EFE 12/10/2005
El novelista mexicano Juan José Rodríguez considera que la vida durante el Imperio Romano ‘era muy similar’ a la de las sociedades contemporáneas, con modas, un gusto por salir y divertirse, y una cultura de la imagen muy extendida.
Crítico con la leyenda negra sobre Roma que propagó el cristianismo, Juan José Rodríguez destacó entre las virtudes de los antiguos romanos que pese a su inmenso poder ‘no fueron xenófobos’, y lograron un sistema político que extendió la paz por reinos muy diversos del Mediterráneo.
En entrevista con EFE, el escritor explicó que aquella coyuntura permitió que la llamada ‘Pax Romana’ facilitara el florecimiento de la poesía, la retórica, la gastronomía y de muchas otras disciplinas que aun hoy admiramos.
‘La Antigua Roma a veces la imaginamos como un mundo solemne. Hollywood lo ha mostrado así y quería que se viera esa vida que bullía en las calles’, recordó el autor de ‘La casa de las lobas’ (Plaza y Janés, 2005), quien admira ante todo cómo los romanos se abrieron a las culturas que conquistaron.
En su última novela, un trabajo ‘de época’ más que ‘histórico’, el escritor relata una historia ambientada en Pompeya poco antes de que el Vesubio sepultara la ciudad el 24 de agosto del año 79 de nuestra era.
Dos pícaros, Marcio y Fabiano, deciden transformar la casa de su señor, el general romano Lucio Gallo, ausente de la ciudad, en el mejor burdel de Pompeya, y entre otros atractivos, pintan sus paredes con escenas eróticas.
Rodríguez visitó Pompeya y de ella le impresionó, sobre todo, el grafiti que halló en algunas de las casas.
‘Sentí que estaba viendo una página moderna de Internet’, confesó el autor, quien al elaborar la novela se topó con ese y muchos otros paralelismos con el mundo de hoy.
Entre ellos citó la existencia de una clase media amplia, los horarios de verano, las leyes, calendarios, modas y el gusto por alternar y comer fuera de casa que tenían los romanos.
Recordó la trascendencia de espectáculos deportivos actuales como los partidos de fútbol, que comparó con otra actividad de masas de antaño como los combates entre gladiadores, auténticas ‘superestrellas’ del momento.
De todo ello, lo que más le llamó la atención a Rodríguez fue la omnipresencia de los grafiti pompeyanos, con mensajes cargados de ironía, políticos y sexuales, que contaban las virtudes de ciertas prostitutas o trataban a los gladiadores como grandes ídolos.
‘Con ellos me di cuenta que era posible imaginar la vida de la antigua Roma’, aseguró el escritor, quien mezcla personajes reales con otros de ficción.
Rodríguez aseguró que esa cultura de la denuncia y de la burla pública que ensalza en su novela pervive hoy en México y en otros países de América Latina.
Nacido en Sinaloa, en el noroeste de México, Rodríguez es también autor de ‘Mi nombre es Casablanca’ (Mondadori, 2003) y ha recibido entre otros el Premio Nacional Gilberto Owen (2001) y el de Mazatlán de Literatura hace dos años.
Entre ellos citó la existencia de una clase media amplia, los horarios de verano, las leyes, calendarios, modas y el gusto por alternar y comer fuera de casa que tenían los romanos.
Recordó la trascendencia de espectáculos deportivos actuales como los partidos de fútbol, que comparó con otra actividad de masas de antaño como los combates entre gladiadores, auténticas ‘superestrellas’ del momento.
De todo ello, lo que más le llamó la atención a Rodríguez fue la omnipresencia de los grafiti pompeyanos, con mensajes cargados de ironía, políticos y sexuales, que contaban las virtudes de ciertas prostitutas o trataban a los gladiadores como grandes ídolos.
‘Con ellos me di cuenta que era posible imaginar la vida de la antigua Roma’, aseguró el escritor, quien mezcla personajes reales con otros de ficción.
Rodríguez aseguró que esa cultura de la denuncia y de la burla pública que ensalza en su novela pervive hoy en México y en otros países de América Latina.
Nacido en Sinaloa, en el noroeste de México, Rodríguez es también autor de ‘Mi nombre es Casablanca’ (Mondadori, 2003) y ha recibido entre otros el Premio Nacional Gilberto Owen (2001) y el de Mazatlán de Literatura hace dos años.