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EL PAÍS de Andalucía, 13 de julio de 2001

BEGOÑA MEDINA

Ulises

De vez en cuando Sevilla se incorpora y levanta la cabeza orgullosa de alguna proeza, tal como ha ocurrido hace poco gracias a dos profesores de nuestra universidad, María Luisa Venegas y Francisco García Tortosa, que han traducido el Ulises de Joyce. Es una labor tan importante que toda noticia que se dé de ella es poca.

Lo presentó la librería Antonio Machado en la Caja San Fernando, en donde Alfonso Guerra habló sobre la importancia del hecho y alabó el logro del trabajo llamándolo no una versión más, sino 'la versión castellana'. Los autores explicaron con numerosos ejemplos las dificultades que habían encontrado durante los siete años que le habían dedicado; una de ellas, por ejemplo, había sido adaptar la musicalidad del texto original a otro idioma, que se dice pronto.

En alguna crítica literaria, Anthony Burgess comenta que el estilo del Ulises de Joyce es más importante que el contenido, pero que su lenguaje llegó a unas profundidades de la mente humana desconocidas hasta entonces para los novelistas; un lenguaje que adjetiva como exacto y ambiguo al mismo tiempo, en el que se suma lo coloquial, lo poético y la nueva tecnología. Cortázar, por otro lado, opinó que Joyce no escribía bien, que se valía de su 'magnífica torpeza narrativa (...), con más balbuceo que palabra', para conseguir que 'lo sentido excediera a lo dicho'. No seré yo quien discuta a estos autores ni tampoco a otros; los cito porque el juicio de dos literatos de semejante entidad impresiona y corrobora la dificultad de traducir lo que con tanta complejidad se escribió.

Es posible que no sean muchos quienes se decidan a leerlo. Por si fuera poco la falta de tiempo y costumbre que hoy tenemos para la lectura, hay libros que se convierten en un verdadero reto y exigen una gran tenacidad y disciplina; como si el autor quisiera poner a los lectores a prueba. Y entre todos los escritores que pudieran dar esa sensación, no creo que ninguno llegue al grado de Joyce. Pero se comprende que no importa tanto la cantidad de lectores como la calidad de la traducción para los tenaces entusiastas y conocedores de la literatura, de entre quienes seguro que salen futuros literatos.


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