Francisco Rodríguez Adrados

[IMAGEN: Francisco Rodríguez Adrados. JOSÉ AYMÁ]

Luis Alemany  elmundo.es  21/07/2020

Fijó los helenismos del Diccionario de la Real Academia y creó una escuela de lingüistas unidos por su amor a las lenguas clásicas.

El académico de la RAE Francisco Rodríguez Adrados ha sido algo así como la esencia hecha persona de la vieja Salamanca universitaria y humanista. Su padre era profesor de Geografía y su madre, inspectora de Enseñanza, fue una de las primeras mujeres tituladas. Nació (1922) en un palacio neoclásico del siglo XVIII que hoy es la Facultad de Letras y casi sin darse cuenta, dirigió su interés y su carrera profesional hacia las lenguas clásicas: el latín, el griego y m?s adelante el sánscrito. Su conocimiento parecía cosa de otro tiempo y de otro mundo, pero él se empeñó en aplicarla a nuestra actualidad: Adrados fue, durante años, la mala conciencia que alertaba contra el abandono de las humanidades en los programas educativos en España. En 2012, cuando ganó el Premio Nacional de las Letras, su reivindicación sonó como la herencia casi desesperada de un sabio ya nonagenario. Ocho años después, Adrados ha muerto a los 98 años, sin que su lucha esté cerrada.

Rodríguez Adrados, doctor en Filología Clásica por la Universidad Complutense y catedrático de Griego del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid (1949), de la Universidad de Barcelona (1951) y de la Universidad Complutense (1952) y académico de la RAE, donde ocupó la silla d, desde 1991, contaba su vocación por la Filología como un objeto encontrado, casi casualmente. "En la Facultad de Filosofía y Letras de Salamanca, allá por los años 40, se estudiaba griego y latín obligatoriamente. De latín ya sabía algo en el bachillerato, griego menos, y bueno, realmente me atrajo. Luego estudié sánscrito y diversas culturas y uno relaciona unas cosas con otras. Realmente es un mundo complejo y difícil, pero cuando uno ve cosas que le llegan al corazón, o que le despiertan nuevas ideas ya está atrapado", dijo en una entrevista en EL MUNDO, en 1998.

"En realidad, Adrados era una persona que destacaba, sobre todo, por tener una ambición intelectual y profesional extraordinaria. Hoy, la palabra ambición nos suena execrable, pero el mundo necesita personas ambiciosas para avanzar", explica su colega, el también académico Juan Ruiz. "En la generación de Adrados ha habido estudiosos extraordinarios pero nadie ha tenido la capacidad de Adrados de absorber todo, de encarnar todo y de acometerlo todo. Su capacidad de trabajo era inconmensurable y su fuerza de voluntad también. La prueba es que superó una parálisis infantil y, gracias esa fuerza de voluntad, consiguió que no se le notaran las secuelas casi nada".

Los méritos que acumuló Rodríguez Adrados en esa carrera casual fueron abrumadores: Doctor honoris causa por las universidades de Salamanca, San Pablo CEU (Madrid) y Panamá, y académico de número de la Real Academia de la Historia, miembro de la Academia Argentina de Letras y de la Academia de Atenas, presidente de honor de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, director de la revista Emerita , responsable del Diccionario griego-español y de la colección Alma Mater de clásicos griegos y latinos, Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1998)… Así hasta llegar a la RAE.

"En la Academia, Adrados hizo un trabajo muy valioso que fue la revisión de los helenismos del Diccionario. Fue una tarea impecable, yo le diría que definitiva", explica Juan Ruiz, que también destaca la fuerte personalidad de su colega. "Tenía mucha seguridad en sí mismo y eso le permitió crear una escuela de lingüistas. También se notaba en la naturalidad con la que se expresaba en casi cualquier tema en el que le pidieran una opinión".

Parte del mérito de Adrados consistió en que empleó su conocimiento del mundo clásico como una manera de entender su tiempo. Por ejemplo, el funcionamiento de nuestra democracia."La democracia trata de sustituir la confrontación por el acuerdo, sobre todo en los momentos del cambio. Es preciso sustituir aquellos procedimientos de matar al rey anterior, como en el caso de los reyes godos o de algunos emperadores romanos, por un acuerdo como el que se hizo en Atenas entre los aristocráticos y los democráticos. Es un proceso que yo trataba de hacer ver en ese libro que se ha repetido a lo largo de toda la historia. Es sólo un intento, y a veces el intento fracasa. Ha fracasado a veces de manera estrepitosa. Aquí en España, por ejemplo, en la II República", explicaba Adrados al hilo de su libro Historia de la democracia

En sus páginas, el filólogo hacía también un esfuerzo por poner matices en la historia de la Guerra Civil. "El espectro en la Guerra fue absolutamente mas amplio", explicaba Adrados en la entrevista publicada por EL MUNDO. "A veces ocurrieron cosas verdaderamente trágicas, gentes que se vieron implicadas en situaciones terribles, todo por un juego tremendo, ese juego de los enfrentamientos. Como existe el juego de las aproximaciones, y de los acuerdos, de la democracia, también está el juego de los enfrentamientos, del golpe que provoca otro contragolpe más fuerte y a su vez este otro más fuerte todavía y, al final, una colectividad que no estaba polarizada se dividía en dos. Esto fue tremendo y aquello acabó no sólo en una guerra civil, sino en una guerra luego, y en una dictadura que duró 30 años".

FUENTE: https://www.elmundo.es/cultura/2020/07/21/5f16bc5121efa0ee778b459e.html