Juan Ignacio García Garzón | Madrid www.abc.es 21/05/2006

Hace dieciocho años que Mauricio Scaparro estrenó en Roma este montaje sobre la novela de Marguerite Yourcenar, un soliloquio reflexivo sobre la memoria, el poder, el amor, la belleza, la guerra y el inclemente paso del tiempo que lleva a cabo Publio Elio Adriano, emperador romano del siglo II de nuestra era que también fue dios como era costumbre entre quienes regían el imperio. Yourcenar digamos que estilizó su personalidad al margen del rigor documental aunque guardando cuidadosamente las apariencias sociales y políticas, y un cierto aire de verosimilitud histórica. Literariamente, «Memorias de Adriano» es un magistral texto en el que la voz de este personaje adquiere densidad dramática y perfiles contemporáneos gracias a la inteligente progresión de ideas y matices urdida por la escritora francesa. Este Adriano evidencia sus humanas pasiones, sus rencores, su alma de guerrero, su sensibilidad y su amor por Antinoo, el bello muchacho que murió ahogado en el Nilo y que fue deificado después por el emperador que le dedicó numerosas estatuas.

Juan Ignacio García Garzón | Madrid www.abc.es 21/05/2006

Hace dieciocho años que Mauricio Scaparro estrenó en Roma este montaje sobre la novela de Marguerite Yourcenar, un soliloquio reflexivo sobre la memoria, el poder, el amor, la belleza, la guerra y el inclemente paso del tiempo que lleva a cabo Publio Elio Adriano, emperador romano del siglo II de nuestra era que también fue dios como era costumbre entre quienes regían el imperio. Yourcenar digamos que estilizó su personalidad al margen del rigor documental aunque guardando cuidadosamente las apariencias sociales y políticas, y un cierto aire de verosimilitud histórica. Literariamente, «Memorias de Adriano» es un magistral texto en el que la voz de este personaje adquiere densidad dramática y perfiles contemporáneos gracias a la inteligente progresión de ideas y matices urdida por la escritora francesa. Este Adriano evidencia sus humanas pasiones, sus rencores, su alma de guerrero, su sensibilidad y su amor por Antinoo, el bello muchacho que murió ahogado en el Nilo y que fue deificado después por el emperador que le dedicó numerosas estatuas.

Con José Sancho al frente del reparto, Scaparro llevó esta versión española del montaje al Festival de Mérida y al Grec de Barcelona en 1998 y ahora lo recupera, también con Sancho como protagonista, en una breve temporada en el Albéniz. Es un espectáculo que dura una hora y cuarto y en el que se resume lo esencial de la novela. Un monólogo casi puro, de delgada progresión teatral y en cuya ligera estructura escénica se han introducido algunos fantasmas de la memoria del emperador (él mismo de joven, su esposa Sabina, su profesor de declamación…) que ilustran sus reflexiones. José Sancho lleva el peso de la función y viste con su hermosa voz al personaje, austero de gestos, sin apenas subrayados interpretativos, como dirigiéndose a un invisible auditorio. Un discurso fluido con algún momento de gran belleza, como la evocación de Antinoo, encarnado por el bailarín Joan Boix, que ejecuta muy bien una expresiva coreografía mientras Adriano, vencido por los recuerdos, siente como una losa el peso del tiempo.

Autora: Marguerite Yourcenar. Adaptación: Jean Launay. Traducción: Nuria Furió. Dirección: Maurizio Scaparro. Escenografía: Roberto Francia. Vestuario: Barbara Iacurti (basado en el diseño original de Pedro Cano). Iluminación: Juan Gallego / Manuel Gutiérrez. Música: Giancarlo Chiaramello y Gregorio Paniagua. Coreografía: Joan Boix. Intérpretes: José Sancho, Joan Boix, Lola Moltó, Juan Mandil, Juli Antoni García, Fran González, Estela Plantón y Ana Conca. Lugar: Teatro Albéniz. Madrid.