Lugo | Europa Press 28/09/2011

Lugo lleva por bandera ser una de las capitales de provincia más antiguas de Galicia. Una tierra marcada por los surcos que dejaron tras de sí los antiguos romanos y que hacen de la ciudad la abanderada de la cultura romana. Fue hacia los años trece o catorce antes de Cristo cuando se fundó «Lucus Augusti» en honor del emperador Augusto, en una zona muy importante para el comercio y la organización administrativa romana del Noroeste hispano.

El topónimo Lucus, de donde procede Lugo, todavía guarda el misterio de su procedencia. Algunas fuentes indican que procede del antiguo dios celta «Lugh», venerado en tierras galaicas antes de la llegada del imperio romano. También se baraja la opción de que proceda del término latino que significa «bosque sagrado». Es inevitable reparar en que la ciudad de Lugo se fundó sobre un poderoso lugar que estaba predestinado a ser cruce de caminos de diversas culturas: suevos, visigodos y tropas musulmanas hasta que en 740, Alfonso I reconquista la zona. Lugo será visitada por Almanzor en 997 que intentará someterla de nuevo a dominación árabe. Estas refriegas y las costumbres que se llevaban a cabo durante el siglo XVIII dañaron el bien más preciado que el Imperio Romano dejó a Lucus: su magnífica muralla. Unos daños que se prolongaron hasta prácticamente el siglo XX con la guerra de la Independencia y las guerras carlistas.

Vida de una muralla
La construcción más representativa es sin duda su muralla de origen romano. Se encuentra completa siendo la mejor conservada de la Península y siguiendo los cánones más estrictos de Vitrubio para las fortificaciones. A pesar de que se trate de una construcción perfecta para la época – siglo III después de Cristo-, continúa siendo un misterio el trazado de la misma ya que se ha comprobado que se dejaron grandes espacios residenciales fuera del recinto amurallado, mientras que en el interior quedaron tierras para el cultivo. Según las últimas medidas, la muralla mide 2.117 metros en toda su extensión que se encuentra salpicada por numerosas torres de carácter defensivo que también eran utilizadas para la vigilancia. La única que da testimonio de ellas es la Torre da Mosqueira.

La muralla trajo consigo un aumento del núcleo urbano, al contrario de lo que iba siendo habitual. Es muy probable que esto tuviese lugar porque se amuralló más perímetro del que entonces era necesario para permitir crecer a la ciudad una vez que estaba totalmente protegida. Se ha documentado la existencia de un foso construido con finalidad defensiva, así como el llamado «intervallum», en la parte interior de la muralla y que era la última defensa posible antes de la primera línea de casas. El complejo de defensa fue creado por la amenaza que sentía el Imperio Romano por el avance de los pueblos bárbaros y las revueltas sociales que atravesaron todo el Imperio. Esta construcción les permitía controlar esas revueltas más eficazmente.

La muralla siempre ha condicionado la vida de la ciudad tanto en su interior como en el exterior. Por ello, surgieron tres barrios vinculados a las entradas que presenta la muralla. Estos fueron el de San Roque, el de Recatelo y el del Pájaro. Pero el crecimiento económico y demográfico de la ciudad hizo que se cediesen los huecos existentes en las murallas para la construcción de viviendas a finales del siglo XVI. Lugo también comenzó a crecer fuera de sus muros debido al mismo motivo y propiciado por la ausencia de conflictos en la zona. Estas viviendas y cobertizos construidos en la muralla no sólo afectaban a la estética y la arquitectura, sino que además eran foco de incendios especialmente en los años de asedio francés durante la guerra de la Independencia. Además el sitio de 1846 causó varios y profundos desperfectos en la majestuosa muralla. Sólo a partir de 1921, cuando el orgullo de Lugo fue declarado Monumento Nacional, empezaron las acciones para recuperar y mantener la muralla, eliminando las casas adosadas a la misma y restaurando esas zonas. La restauración y mantenimiento siguen activos hasta el día de hoy, en buena medida por el turismo que atrae este vestigio romano.

Pórticos de entrada
Mención a parte merecen las entradas a la ciudad a través del muro. En los tiempos en que la zona era un hervidero de enemigos, había cinco puertas de entrada que se mantenían cerradas, especialmente por la noche. Para mayor seguridad, desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX había cuerpos de guardia apostados en las puertas de entrada, aunque su función primordial acabó siendo el control de mercancías. Se considera que La Porta Miñá, la Falsa, San Pedro, Nova y Santiago son de construcción romana aunque de estilos muy diferentes entre sí. En cambio, las de San Fernando, la Estación, Obispo Izquierdo, Obispo Aguirre y Obispo Odoario se abrieron en los últimos 150 años. Además, existieron otras puertas que fueron cerradas por reconstrucciones o remodelaciones de la fachada.

De las puertas originales que aún se conservan salían vías romanas de comunicación con diversos puntos de la geografía ibérica como Astorga, Braga en Portugal, Betanzos o Padrón. No obstante cada una de las puertas que se conservan tiene una curiosa historia que merece la pena visitar y conocer. Especialmente algunas como la porta Falsa cuyo vano fue abierto y cerrado en varias ocasiones, o la porta de San Fernando nombrada en origen como Puerta del Príncipe y erigida en honor del recién nacido Alfonso XII.

Tesoros romanos
La administración imperial romana dejó en Lugo algo más que su magnífica muralla. Destaca un mosaico único en su especie ya que sólo este recoge una escena entre Dédalo y Pasifae. Fue encontrado en 1986 y todavía no se ha podido datar la fecha de su creación. Cuenta la mitología que Pasifae, reina de Creta, había sido castigada por Poseidón haciendo que se enamorase febrilmente de un toro blanco. Para calmar su pasión pidió ayuda a Dédalo, constructor del famoso laberinto. Dédalo le entregó un becerro de madera recubierto con piel de vaca, precisamente el momento que recoge la escena del mosaico. El mito continúa diciendo que, una vez dentro del regalo del constructor, Pasifae fue tomada por el toro blanco y engendró al minotauro que custodiaba el laberinto.

Las termas, también procedentes de época romana, se encuentran actualmente en el edificio del balneario y ha quedado constancia de varias dependencias: una que se utilizaba como vestuario y otra para los baños fríos, que fue utilizada posteriormente como capilla cristiana. Además, el actual balneario continúa utilizando esas aguas termales con fines terapéuticos. El agua era importante para Roma y las comunicaciones no podrían ser interrumpidas por ella. Por eso, Lugo cuenta con un esplendoroso puente romano cuya finalidad primigenia era unir «Lucus Augusta» con Astorga.

La Catedral
En el terreno del arte sacro destaca sin lugar a dudas la catedral que mezcla el estilo románico con elementos barrocos. Llaman la atención dentro de todo el impresionante conjunto la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, el coro renacentista, el retablo de Cornelius de Holanda y sobre todo el tímpano de la puerta que da al norte, donde la imagen de Cristo sedente recibe a los visitantes. Esta catedral, que guarda dentro y fuera de sus muros una gran riqueza arquitectónica, comenzó a construirse en el siglo XII y a lo largo de los siglos fue completada hasta mostrar su cara actual.

Al margen de la catedral, en Lugo se puede encontrar otras construcciones de carácter religioso que compiten en belleza y majestuosidad como la iglesia de San Pedro. Fue construida por los franciscanos a finales del siglo XIII aunque desde entonces ha sufrido numerosas modificaciones por los daños sufridos en incendios y guerras. De la misma época es la iglesia conventual de Santo Domingo. Una construcción que da fe de la vida en un convento de la época además de las riquezas que la iglesia ha conservado desde su construcción.

FUENTE: http://www.nuevaalcarria.com/j-viajes/127657-lugo-emperador-romano-augusto