Sitio arqueológico de Himera / foto Gustavo Martinez Fernández en Wikimedia Commons

Guillermo Carvajal, La brújula verde, 26 de noviembre de 2018

Himera, la actual Termini Imerese en la costa norte de Sicilia, fue una ciudad griega fundada en el año 648 a.C. por colonos procedentes de Zancle (Mesina). Su situación, la más occidental de todas las ciudades griegas en la isla, la convertía en un enclave estratégico al borde del territorio controlado por Cartago, que ocupaba el Oeste.

El primer choque con los cartagineses se produjo en el año 480 a.C., en lo que hoy se conoce como Primera Batalla de Himera, y que tuvo lugar, dicen, el mismo día que los griegos se enfrentaban a los persas en Salamina.

En ella Gelón, tirano de Siracusa, y Terón, tirano de Agrigento, derrotaron al ejército cartaginés comandado por Amílcar Magón y que contaba, según las fuentes aunque no hay evidencias, con unos efectivos de 300.000 hombres. Gelón acudió a socorrer a Terón en Himera con no menos de 50.000 soldados de infantería y más de 5.000 de caballería, razón por la cual no pudo acudir en auxilio de los griegos que resistían el envite de Jerjes.

Siete décadas más tarde los cartagineses tomaron venganza, y en 409 a.C. bajo el mando de Aníbal Magón, destruyeron completamente Himera, que nunca más sería reconstruida. En su lugar se levantó al oeste de las ruinas una nueva ciudad, Termes, que se repobló con fenicios y griegos.

Los restos de estas dos batallas se descubrieron entre 2008 y 2011, en lo que constituye uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de las últimas décadas. Durante los trabajos de ampliación de una línea ferroviaria apareció una necrópolis con más de 12.000 enterramientos casi intactos de época arcaica y clásica, con abundantes piezas de ajuar funerario.

Hasta nueve fosas comunes, siete de ellas asociadas a la batalla de 480 y dos a la de 409 a.C., y multitud de individuales, albergan miles de esqueletos de hombres, colocados curiosamente de forma ordenada, uno al lado de otro. Junto a ellos una treintena de enterramientos de caballos, probablemente procedentes de la primera batalla, fueron también colocados en fosas comunes.

Entre los objetos encontrados en las fosas hay bronces de tipo ibérico, lo que confirma la presencia en el ejército cartaginés de mercenarios de diversas partes del Mediterráneo occidental.

Las tumbas estaban a una profundidad de tres metros bajo el nivel del suelo cubiertas por una capa muy compacta y homogénea que ha protegido la necrópolis a lo largo de los siglos. Esto pudo ser debido a inundaciones del mar o del río cercano.

La alta concentración de varones en ellas es lo que vincula a la mayoría de las tumbas con las batallas. Son individuos de entre 15 y 57 años que presentan rastros de heridas profundas causadas por el corte o lanzamiento de armas, algunas de las cuales, como flechas, puntas de lanza, espadas o puñales, todavía se encontraron incrustadas en los esqueletos, porque no fueron retiradas antes del entierro.

Asimismo, indicios de la masacre del año 409 a.C. que afectó a gran parte de la población civil, aparecieron en la parte oriental de la necrópolis, frente a las antiguas murallas de la ciudad y especialmente en las capas superiores. Aquí se colocaron cientos de esqueletos de manera caótica, hombres y mujeres de todas las edades, enterrados apresuradamente por los supervivientes.

Todos estos restos de la mayor necrópolis griega descubierta en Sicilia, que han permanecido durante diez años encerrados en dieciséis cajas en un almacén, van a ser ahora trasladados a Palermo, donde serán por fin expuestos al público en el Real Albergo dei Poveri. No obstante es una solución temporal hasta que se construya un museo en Termini Imerese para ellos.

FUENTE: La brújula verde.com