Jacinto Antón | Barcelona www.elpais.com 05/11/2008
El paladín de tebeo celebra su 50 aniversario con una nueva aventura.
Es un segundón. ¡Pero qué segundón! También lo era Batman, ya que estamos, y hay que ver cómo le ha ido. El Jabato, el ibero más famoso junto a Indibil y Mandonio o puede que más, nació a la sombra de El Capitán Trueno para aprovechar el tirón del arrojado caballero. Su padre fue el mismo, Víctor Mora, y de dibujarlo se encargó Francesc Darnís (Barcelona, 1910-1966). El episodio número 1, Esclavos de Roma, apareció el 20 de octubre de 1958, dos años después del debú de su hermano mayor medieval. Dejó de aparecer en los tebeos en 1968.
En plena celebración del 50 cumpleaños de Jabato (¡en qué gran forma llega!) y para conmemorarlo, se acaba de editar una nueva aventura con aromas de antigua, La hermandad de la espada (Ediciones B), a cargo de dos entusiastas del personaje, José Revilla y Luis A. Rodenas. Ambos la presentaron ayer en un emotivo acto acompañados por la esposa de Mora, Armonía (el escritor, con las secuelas de un derrame cerebral, excusó su presencia), y las hijas de Darnís, Sílvia y Natalia.
Se habló mucho de Jabato y sus creadores. Sílvia explicó cómo su padre se documentaba obsesivamente y a veces empleaba a su hermana, que era delgadita, como modelo de Fideo. Armonía recordó que Mora solía dejar a Jabato en situaciones terribles sin saber cómo lo sacaría. «Ya me apañaré» decía. El nombre de Jabato lo eligió la editorial Bruguera y a Mora no le gustaba. Le parecía vulgar. Jabato, como otros héroes, no tiene nombre de pila.
Jabato y Trueno se parecen, pero las diferencias entre ellos son grandes, aparte de vivir en periodos históricos muy distintos, la Antigüedad clásica y el medioevo, respectivamente. Jabato es de origen campesino, ha sido esclavizado por Roma y, para justificar sus conocimientos marciales, convertido en gladiador (un hispano corajudo y cachas metido a gladiador, que se enfrenta a un tigre, hum, a ver si va a ser en él en quien se inspiró Ridley Scott…). Al escapar, como un nuevo Espartaco, se ha vuelto un proscrito. Lo que en Trueno ha sido la elección de una vida de aventura, en Jabato es necesidad. Eso sí, no es menos noble ni valiente que Trueno y por donde pasa también se enfrenta a villanos, derroca tiranuelos y salva damas. «¡Los iberos mueren pero no se humillan!», proclama en una viñeta.
Pese a ser su peripecia «una de romanos», como dice Víctor Mora, las aventuras del Jabato rebasan con mucho el ámbito del peplum. Es absurdo juzgarlas por su verosimilitud histórica: lo que prima es la aventura y así podemos encontrarnos a Jabato enfrentado a tártaros o vikingos, con faraones exóticos, o ¡salvando al Dalai Lama! -en una viñeta de la recopilación que ha publicado Ediciones B para el aniversario aparece el Potala, el palacio de Lasha, ¡que data del siglo XVII!-. También hay detalles históricos finos: el tiro de los arqueros partos.
La época exacta en que vive Jabato no está clara. En algún episodio se habla de Nerón, en otro de Trajano y de un ficticio emperador Sulla (en el nuevo es Tito). Sin duda, estamos en el imperio, pues Jabato es cristiano. Va más descocado que Trueno: faldellín que deja al descubierto sus fuertes piernas protegidas por grebas. Utiliza, y éste es uno de sus signos de identidad, aunque no desde el principio, coraza de escamas (lorica squamata), muy usada en la Antigüedad -por los centuriones, por ejemplo-. Él la arrebató, se nos dice, a un caudillo cartaginés (otro anacronismo). Como Trueno, tiene su grupo de amigos. Su Goliath es el forzudo Taurus (otro campesino ibérico), de desconcertantes bigotes blancos sobre barba negra. Más tarde llega Fideo de Mileto, un flacucho poetastro griego con aire daliniano e insoportable al cantar poesía con la lira. Mora asegura que no se inspiró en absoluto en el Asuranceturix de Asterix: «En realidad es un lugar común de todo aquel que toca un instrumento musical». La chica de Jabato es Claudia, hija de un senador. Un amor difícil como se ve. Claudia es más modosita que la fiera Sigrid y tiene menos papel que la rubia reina vikinga de Trueno, pero -ay, qué recuerdos de adolescencia- no menos curvas.