Un equipo de la Universitat de València estudia las necrópolis de Pompeya para conocer los rituales funerarios romanos y recuperar información perdida en antiguas excavaciones
Miriam Bouiali www.levante-emv.com 04/08/2025
Llorenç Alapont es un arqueólogo y antropólogo valenciano que dirige el proyecto «Investigando la Arqueología de la Muerte en Pompeya» y miembro de Átropos, el grupo de investigación de la Cultura de la Muerte en la Universitat de València (UV). Responde a Levante-EMV desde las ruinas que dejó la erupción del Vesubio.
¿Cuál es el proyecto de investigación de la Universitat de València en Pompeya?
Estudiar y excavar las necrópolis de Porta Nola y Porta Sarno para conocer cómo se gestionaba la muerte y el espacio funerario, cuáles eran los rituales y las prácticas cuando visitaban a los difuntos… Queremos entender las necrópolis romanas y cómo las tumbas atraían a los vivos para conservar la memoria de los muertos. Es una investigación muy interesante que nos da mucha información de cómo eran el pensamiento y la vida no solo en Pompeya, sino también en el resto del imperio.
¿Qué plazos tiene el proyecto? ¿Cuál ha sido el hallazgo más importante hasta la fecha?
Llevamos en Porta Nola desde 2010 y en Porta Sarno desde 2016. En Porta Sarno hemos hecho dos de los descubrimientos más importantes en Pompeya en los últimos 10 años, como la tumba de Marcus Venerius. Encontramos el relieve funerario del matrimonio y ella era una sacerdotisa de Ceres. Eran las mujeres más poderosas del Imperio romano —por el dinero y la religión—, y nos ha dado mucha información sobre la arqueología de género, sobre cómo una mujer que no podía tener un cargo público ni dedicarse a la política, era más poderosa que el hombre más rico o el magistrado más importante de Pompeya.
¿Cuales son los siguientes retos?
Este año estamos excavando en las dos necrópolis. La idea es seguir alrededor de la tumba de Marcos Venerius; y también de la de Obellio Firmo, una de las personas más importantes de Pompeya, y otras tumbas o urnas de sus familiares.
¿Las campañas anuales son siempre en verano? ¿Cuántas personas trabajan?
Siempre en julio; es plena campaña. Del equipo valenciano somos ocho personas y también tenemos cinco estudiantes de València y otros internacionales de EE UU, Canadá e India. Nos preocupa mucho que las nuevas generaciones tengan formación en arqueología funeraria romana.
¿Qué supone para un arqueólogo trabajar en Pompeya?
Un privilegio, porque es el yacimiento, quizás, más famoso por su estado de conservación, y todo lo que sucede en Pompeya trasciende rápidamente a todo el mundo. También una responsabilidad, porque nuestro trabajo debe ser 100 % científico, metodológico y con los máximos estándares de calidad.
¿Y qué supone Pompeya para el mundo?
Pompeya es muy importante, sobre todo, como laboratorio de estudio de todos los aspectos humanísticos. Es un lugar único y privilegiado para aprender, además de por su conservación (por la erupción), por la cantidad y por el tamaño de la ciudad. Está prácticamente completa, con su mural, su foro, sus casas… A nivel de investigación, la información que encontramos en Pompeya no se encuentra en ningún otro sitio. Nos sirve para interpretar otros yacimientos no tan preservados. Es una referencia para la arqueología clásica.
La zona en la que trabajan ya se excavó en los 90. ¿Por qué los hallazgos actuales no se vieron antes? ¿Cómo ha cambiado la arqueología en 30 años?
La gente piensa que Pompeya está totalmente excavada, pero realmente no se tiene tanta información; es un yacimiento muy excavado pero poco conocido. Se empezó en 1800 o antes, con Carlos III, pero se excavaba como si fuera una mina. Solo se buscaban objetos valiosos —de plata, oro, vidrio…—, que fueron a museos o colecciones privadas de aristócratas. Donde estábamos nosotros se excavó, pero no hay ni fotografías, ni planos, ni un diario, ni fichas… no hay documentación. Hay que ‘reexcavar’ para recuperar la información perdida, y tampoco se trata de abrir nuevas zonas, porque Pompeya tiene el problema de la conservación —cuanto más se abre, más hay que preservar—, pero sí que interesa volver a excavaciones antiguas y ver alrededor, porque quizás se llegó hasta allí, pero no sé siguió. El tesoro que buscamos los arqueólogos es obtener información, conocer quién estaba en esas tumbas, cuándo se crearon, se transformaron o abandonaron, y qué hacían las familias.
Se habrá saqueado y perdido mucho…
Se ha perdido muchísima información y materiales valiosos, pero que, en ciertas épocas, no tenía interés, como huesos o cremaciones, que no se recogían ni se documentaban. La forma de recuperar eso es estudiando otros enterramientos similares… Sobre los objetos valiosos, se pagaba a una excavación para obtenerlos; o quien subvencionaba, se los quedaba.
Comentaba que les interesa que los estudiantes se formen en arqueología. ¿Hay vocaciones?
Sí que hay muchos estudiantes interesados, lo que pasa es que no tienen tantas oportunidades. En nuestra opinión, faltan, porque cada vez es más difícil que sigan una formación específica. No obstante, estamos seguros de que la arqueología tiene muchísimo futuro. Por eso es importante que se formen, para coger esas oportunidades.
¿Hay un itinerario formativo específico?
La UV pronto ofrecerá un grado en Arqueología y eso es bueno, porque en Historia, Historia del Arte e Historia Antigua los itinerarios son los mismos desde hace años, pero la arqueología ha cambiado. La idea es que, gracias a un grado o a estudios especializados —másteres, microcredenciales…— puedan desarrollar nuevas investigaciones y trabajos.
¿La arqueología tiene reconocimiento social?
En un mundo en el que manda la economía y el dinero, no vamos a estar reconocidos, pero sin embargo, nos sentimos reconocidos en el sentido de que estamos creando conocimiento. Ese conocimiento se plasma en una publicación, en un artículo o en un libro, y sirve para la sociedad. Los libros con los que estudian nuestros hijos no se llenan por arte de magia, es gracias a las investigaciones. Es muy útil y muy necesario porque, si no, el conocimiento no avanza.
Y volviendo al inicio: ¿por qué investigar la arqueología de la muerte?
Porque habitualmente se estudian las vidas y cómo se vivía antes, pero no cómo morían o cómo enterraban. La muerte es uno de los momentos más importantes de la vida; de hecho, las tumbas, los rituales funerarios, los funerales o las visitas… No se hacen tanto para los difuntos, sino para los vivos, para poder seguir la vida aceptando que ya no se convivirá con el difunto. Si repasamos, los elementos más importantes de la arqueología son tumbas: la Dama de Elx, el Taj Mahal; los monumentos de la vía Apia; la pirámide Cestia, la puerta de Ostia, la tumba del Panadero en Roma… antes, una de las mayores inversiones y lo más importante que hacían los vivos era pensar en el más allá.
FUENTE: www.levante-emv.com