Isabel Cofiño Fernández | Cantabria www.eldiariomontanes.es 10/03/2009

Es la obra destacada para el Aula de Patrimonio de la UC en marzo. Fue hallada en el municipio de Castro Urdiales a finales del siglo XVIII.

En el siglo I a.C. tuvo lugar la llegada de los romanos a la actual provincia de Cantabria. Progresivamente extendieron su cultura y costumbres entre el pueblo cántabro que, en un lento proceso, fue asimilándolas. Testimonio de su ocupación son los restos de construcciones y obras de arte que jalonan la región.

Entre ellos se encuentra la pátera de Otañes, descubierta por don Antonio María de Otañes entre 1798 y 1800 en el entorno de las ruinas del Pico del Castillo junto a otras piezas de plata. Según Lope García de Salazar, las ruinas en las que se encontró esta pieza correspondían a la primitiva «Casa de Otañes», situada en Lastramala, quemada durante las banderías.

Actualmente la pátera se conserva en manos de la familia Torre de Otañes, quienes permitieron que fuera expuesta por primera vez en público en la exposición Cántabros. La génesis de un pueblo, organizada por Caja Cantabria en 1999 en Santillana del Mar. En el Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander se conserva un vaciado en yeso de esta pieza. Además, existen otras dos reproducciones en metal, pertenecientes a la propia familia y a un particular de Castro Urdiales.

La pátera de Otañes fue declarada Bien de Interés Cultural en 2000 por su indudable importancia en el ámbito de la orfebrería hispanorromana. Incluso, el Ministerio de Cultura la ha declarado inexportable. Ha sido considerada como el documento iconográfico relacionado con las aguas salutíferas más importante de cuantos han aparecido en la Península, aunque presenta el problema de que no se puede relacionar de modo indiscutible con ninguna fuente.

Su cronología es incierta. Inicialmente se dató entre finales del siglo I y principios del II partiendo de las características estilísticas de sus figuras. Esta tesis es la más defendida por los investigadores. Sin embargo, estudios posteriores han avanzado su cronología hasta finales del siglo II, inicios del III e, incluso, el siglo IV, basándose en su tipología y ciertos rasgos de su decoración. Otros como Barette han llegado a apuntar a los siglos VI-VII.

Representaciones
Su forma es simple, de base plana y paredes curvas de escasa altura. Está realizada en plata con algunos elementos recubiertos de oro. El anverso se decora con seis escenas en bajorrelieve relacionadas con la Salus Umeritana y posee una inscripción en la que puede leerse SALUS UMERITANA. En el reverso hay otra inscripción, L.P. CORNELIANI y las siglas P. III, que hacen referencia al peso de la pátera, según medida romana.

En la parte superior se representa a la diosa de la salud o ninfa de la fuente con forma femenina, situada entre dos árboles. Con su mano izquierda sujeta una palma o junco mientras que apoya el brazo sobre una vasija de la que sale el agua que, a través de un canalillo, llega hasta un depósito o estanque limitado por piedras. Al pie del estanque, en el centro de la pátera, se encuentra un personaje arrodillado que recoge agua con la vasija y rellena un ánfora. Más abajo, un joven vierte el agua contenida en un ánfora en un tonel para su posterior transporte en un carro de ruedas tirado por dos mulas uncidas por un yugo.

Estas tres escenas parecen tener una relación entre sí, mostrando el proceso de recogida y transporte del agua salutífera, lo que explica que formen el eje central de la pátera. No obstante, también es posible que las dos últimas escenas no guarden vinculación entre ellas, de forma que en la primera se refleje el acopio de agua por parte de una persona privada, para su consumo personal, y en la segunda el transporte masivo destinado al comercio.

El resto de escenas hacen alusión al culto que suscita el manantial de agua, personificado en la Salus Umeritana y su valor curativo. En la parte superior derecha se representa a un hombre barbado apoyado en un cayado, por lo que es posible que se trate de un campesino o de un pastor que realiza ofrendas a la diosa sobre un ara. Bajo él se encuentra un anciano vestido con una larga túnica, sentado en un sillón de enfermo, que sostiene con su mano izquierda un trozo de pan, mientras que con la derecha coge una copa de agua medicinal que le ofrece un esclavo. A la izquierda hallamos un hombre de edad avanzada, barbado y vestido con toga, en actitud de hacer libaciones sobre otro ara de forma semejante a la de la escena del oferente con báculo.

Función de la pieza
En cuanto la función de la pátera, hay que señalar que se le ha atribuido un carácter votivo, dedicada a la Salus Umeritana, es decir, a la divinidad que personificaba la acción benefactora o salutífera de las aguas de Umeri. Es posible que el nombre del anverso, L(ucius) P (ublius) CORNELIANI, haga referencia a la persona que ordenó hacer la pátera en agradecimiento a la ninfa por su curación o en reconocimiento del poder benéfico de las aguas de Umeri. No obstante, tampoco puede descartarse que éste sea el nombre de su orfebre.

Por otro lado, también es probable que la pátera sea un recuerdo que alguien adquirió en la fuente termal del santuario de Umeri, de localización desconocida. De hecho, consta la existencia de talleres en las proximidades de las fuentes salutíferas para proveer de exvotos a los fieles que querían beneficiarse del poder curativo de las aguas. Por tanto, puede reflejar de forma simbólica la importante actividad del termalismo y su asociación a cultos religiosos en época romana o bien el comercio de ciertas aguas de uso medicinal o curativo.

Hipótesis
Las escenas que adornan la pátera parecen apoyar más esta segunda hipótesis, pues en ellas se resalta la importancia de las aguas de Umeri, su comercio, el poder curativo y la concurrencia de gentes de distinto nivel social a este lugar, ya que se representa tanto a un oferente togado como a otro de aspecto rústico. Si se tratara de una ofrenda encargada por un particular que hubiera intervenido en el programa decorativo se entendería la representación alegórica de la ninfa y la insistencia en el poder curativo de las aguas, pero, por el contrario, cuesta interpretar el sentido que tendría reflejar el comercio. A esto se añade el que, por el momento, no disponemos de datos arqueológicos sobre la existencia de un lugar termal o santuario acuático en torno a Otañes o la colonia Flavióbriga.

(Isabel Cofiño Fernández es doctora en Hª del Arte por la Univ. de Cantabria)