M. Ángeles Morcillo | Mérida 08/03/2012

El Museo Nacional de Arte Romano de Mérida organiza unas visitas guiadas para conocer los roles de las féminas en aquella época.

Ser mujer en la antigua Roma era muchas cosas menos fácil. Aunque hay que reconocer que tenían fama de gran luchadoras y emprendedoras. Esa es una de las conclusiones que los visitantes que durante varios días se han acercado al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida han sacado del recorrido temático que han podido realizar con motivo de la celebración hoy del Día Internacional de la Mujer y que ha organizado su Departamento de Educación y Acción Cultural e Investigación.

Durante aproximadamente unos 40 minutos, María del Carmen García da a conocer, entre otros aspectos, los diferentes roles de la mujer en Roma, la vida de las de la alta sociedad y la educación que recibieron las aristocráticas, centrándose también en las emperatrices por la influencia que tuvieron en la política de la época.

Se sabe que muchas recibieron una formación superior y que algunas de ellas se interesaron por la medicina y por la anatomía femenina, y sobre todo por las especialidades de obstetricia, ginecología y oftalmología. Prueba de ello es que, durante el recorrido se muestra a los visitantes varias piezas, entre ellas un espéculo, un instrumento para mirar dentro del cuerpo humano.

Las mujeres en Roma ya se hacían cargo de negocios, sobre todo en el caso de que falleciera el padre o el marido. También había algún caso en el que lo regentaba con su esposo, como lo hacía Sentia Amarantis, que fue tabernera en Emérita Augusta junto a su esposo Víctor. Ella también fue una mujer trabajadora. Cuando murió, su marido quiso honrarla y recordarla mandando fabricar una placa conmemorativa, una estela que hoy puede contemplarse en el Museo.

No todas trabajaban porque les gustara hacerlo. Las había que lo hacían por verdadera necesidad. Por eso se pueden encontrar mujeres desempeñando empleos tan dispares como peluqueras o comadronas.

Las que más trabajaban eran las libertas, pues el oficio que aprendían como esclavas luego lo desarrollaban fuera de la casa de sus amos cuando compraban su libertad. Aunque la mujer romana tenía más libertad que en otras civilizaciones como puede ser la griega, tuvo un papel secundario y siempre estuvo bajo el poder del hombre, ya fuera su padre o su esposo.

Las matronas que recibían enseñanzas para saber coser, bordar o zurcir lo hacían no solo para hacerse sus propios vestidos, sino para ser una buena señora de su casa. Porque, como reza el dicho, la esposa del César tiene que serlo además de parecerlo, y siempre tiene que guardar una apariencia fuera de casa. Por eso se preocupa mucho por su manera de vestir, el peinado, las joyas… Muestra de ello son algunas piezas a las que también se alude durante el recorrido como pueden ser agujas para el pelo fabricadas en hueso, pendientes, collares, vidrios que contenían perfumes, maquillaje… Que por lo visto no era solo cosas de las féminas. Se sabe que los hombres, una vez que lo probaron, se maquillaban tanto o más que las mujeres. También se perfumaban y hasta se cortaban el pelo todos los días.