Lidia Ramírez | Aguilar de la Frontera (Córdoba) www.eldiadecordoba.es 29/08/2010
La tormenta del día 17 deja al descubierto los restos de lo que podría ser una villa del siglo I · Los arqueólogos valoran la importancia del hallazgo, en el que destacan 56 tumbas.
Numeroso es el legado que los romanos dejaron en España durante su estancia entre los siglos II a.C y principios del siglo V Rara es aquella ciudad española donde los turistas no se agolpan para ver en algunas de sus calles fuentes romanas, piletas o murallas. Incluso las más afortunadas pueden presumir de mantener aún algún acueducto, puente, circo o ciudadelas en perfecto estado de conservación que nos permiten conocer más de estos antepasados dejaron un cuantioso legado.
Así, si de algo puede presumir Córdoba, fundada por el general Claudio Marcelo entre los años 169 a.C. y 152 a.C, y algunos de sus municipios es de los numerosos restos romanos que dan valor histórico al territorio y que periódicamente van aumentando el legado cultural cordobés. El último hallazgo tuvo lugar el pasado domingo al mediodía, cuando la gran tromba de agua caída hace más de una semana en Aguilar de la Frontera arrasó por completo una finca de propiedad privada de viñedos y dejó al descubierto medio centenar de tumbas romanas y dos estructuras hidráulicas -una de ellas, en buen estado de conservación- que hacen a los expertos suponer que este lugar podría haber sido una villa romana de entre los siglos I y IV.
Y es que nadie podía suponer hace una semana que la gran tromba de agua iba a traer consigo al menos una noticia positiva. Las circunstancias que provocaron el hallazgo se incorporan así a la larga lista de anécdotas y extrañas situaciones que desencadenan un descubrimiento de este tipo.
Así, entre restos de muros, ladrillos, mosaicos y diferentes materiales de construcción que todavía los técnicos no han tenido oportunidad de estudiar, se alza una pileta o fuente, que por la parte Oeste alberga restos de estructura que podrían corresponder a «una segunda pileta, o bien podría formar parte de la primera e incluso podría pertencer a parte del edificio que albergaba la misma», informa la arqueóloga de la localidad, María del Carmen Carbajo. Según esta profesional su funcionalidad podría ser de ritual, de abastecimiento de agua o simplemente decorativa. «Es algo que hasta que no se estudie no podemos decir con exactitud, ya que eran varios usos los que los romanos daban a este tipo de construcciones». También entre el barrizal y los restos de viña que el torrente ha dejado esparcidos por el terreno, se pueden observar partes de dos mosaicos construidos en el suelo. «Estoy deseando que los técnicos de la administración den órdenes de levantar los mosaicos y ver si hay algún tipo de inscripción en ellos», comenta entusiasmada María del Carmen Carbajo, quien añade además que «si hubiera algún lema sería algo muy importante y gratificante ya que nos daría muchos datos sin tener que hacer excavaciones en el terreno».
Por otro lado, medio centenar de tumbas se dejan ver en esta antigua viña. Las fuertes lluvias han dejado al descubierto una necrópolis romana en la que se han encontrado 56 nichos excavados en piedra. Algunas tumbas permanecen vírgenes, es decir, que todavía conservan la losa que las mantiene cerradas, totalmente selladas. Sin embargo, este hallazgo tiene un sabor agridulce, pues tres sarcófagos han sido expoliados y a su alrededor se acumulan restos óseos. Las lápidas están partidas y los pedazos de cerámica rotos. Asimismo, se puede observar como uno de ellos ha sido expoliado por los pies y cabeza y otro ha sido expoliado en su totalidad, incluso los restos humanos con todo su ajuar.
Sin embargo, la expoliación arqueológica no es algo extraño en la provincia. La rapidez con la que actuaron los saqueadores da cuenta del interés que despiertan este tipo de piezas en el mercado negro. «Los expoliadores han sido profesionales, ya que han excavado en la zona de los pies y la cabeza, que es donde se ponían los ajuares», lamenta la arqueóloga. «Éstos son grupos bien organizados, que posiblemente trabajen de noche y con herramientas propias para la ocasión», apunta María del Carmen Carbajo, la cual añade que «es muy importante concienciar a la sociedad de este tipo de robos y conseguir que las personas participen en el control de esto, ya que es muy difícil su vigilancia».
En otros casos, tan sólo se conservan los huecos en los que estuvieron los sarcófagos y que están excavados en la roca, alineados y orientados hacia una misma dirección. «Los romanos no solían enterrar a los difuntos en sarcófagos, simplemente hacían un enterramiento en el suelo y allí los sepultaban con todos sus enseres», señala la arqueóloga. En cuanto a la colocación de las tumbas, Carbajo indica que «no es por seguir ningún tipo de ritual ni tradición sino más bien por orden, pues los romanos no seguían ningún hábito para colocar los nichos en una época con muchas ideologías».
También se pueden ver dos tipos diferentes de enterramiento, uno que pertenece a una clase media y otro de menor categoría. A primera vista no puede contemplarse ninguno de clase alta, ya que estos, según comenta la experta, «eran sepultados en tumbas grandiosas e impresionantes que incluso podrían parecer casas». Además, puntualiza, «la incineración estaba reservada a los miembros de las familias nobles o acomodadas, mientras que la inhumación se reservaba para la gente pobre o a los esclavos», por lo que Carbajo llega a la conclusión de que son tumbas de clase media o baja, «ya que han aparecido restos de huesos en las que se encuentran abiertas».
Los romanos no colocaban las tumbas en un lugar tranquilo y solitario, sino a orillas de las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas, por lo que la arqueóloga cree que en ese lugar hubo una villa romana o ciudad, «según el tamaño de la misma si llegamos algún día a explorarla».
Los romanos suponían que la actividad vital de la persona fallecida continuaba en cierta manera y, por tanto, había que abastecerla de las cosas que necesitara. Así, «a un cazador se le enterraba con su lanza, a un agricultor con sus aperos y a una mujer con su huso». Si el muerto era inhumado, sus objetos personales eran enterrados con él; si era incinerado, se quemaban también con él», detalla Carbajo.
Así, esta zona de los parajes de Los Yesares, a dos kilómetros de Aguilar, se ha convertido en un hervidero de gente que va y viene para contemplar una villa romana que en sus tiempos albergó a los antepasados de los vecinos de la Campiña Sur.
Lo que era hasta hace unos días un viñedo de media hectárea de tierra fértil es hoy día todo restos de mármol, ladrillo, placas, pedazos de tígula, que según Carbajo es una especie de teja que servía para cubrir los enterramientos. También hay restos de terra de sigillata, un tipo de cerámica de color rojo brillante característico de la época romana. Todo esto es algo muy apetitoso para los arqueólogos que esperan con ansias una respuesta de la Administración para saber si pueden estudiar los restos hallados.
Por el contrario, el propietario del viñedo, José Espino, cuenta que nunca antes había encontrado nada en su finca que le hubiese dado señas de que debajo había algún tipo de construcción. Además, recuerda que «durante varias generaciones en este lugar estuvo ubicada la cantera de Los Yesares y mis descendientes han realizado con frecuencia movimientos de tierra para la siembra y cultivo de viñas y olivos y no han encontrado nunca nada». Sin embargo, Espino, a pesar de que las lluvias han permitido aflorar a este legado arquitectónico, lamenta «que hayan desaparecido mis 20.000 metros de tierra fértil», aunque avanza que «si tengo que ceder temporalmente los terrenos a la Administración para que se estudien, los cederé, pero siempre temporalmente». El agricultor justifica que «de estos hallazgos hay por todos los sitios». «Si le echamos tierra y sembramos siempre se podrán recuperar más tarde» plantea Espino.
Asimismo, la arqueóloga aguilarense afirma que en todo el término municipal de Aguilar se puede encontrar una gran herencia romana. «Está plagado de material en superficie de restos romanos, pero nunca se ha hecho nada». Ahora bien, supone Carbajo, «esta actuación será imposible que se realice desde el Ayuntamiento porque tiene que cubrir gastos más importantes, como la reconstrucción de varias casas y calles, por lo que creo que es la Administración la que se tiene que hacer cargo de ello».
Con un poco de suerte, si aparecen restos de envergadura, el lugar se puede convertir en un punto de atractivo turístico similar a otros tantos ya existentes en la provincia y que generan buenos réditos para sus respectivos ayuntamientos y al comercio.