José Mª Álvarez Martínez | Mérida www.hoy.es 08/05/2010

La obra de Cornalvo fue la primera en el tiempo, en el siglo I d.C., centuria a la que se remonta la de Rabo de Buey-San Lázaro, mientras que la de Proserpina es de comienzos del siglo II d.C.

Para todo el que llegaba a la colonia Augusta Emerita por la calzada que venía de Asturica o por la de Corduba debía de ser, al tiempo que una señal inequívoca de que se alcanzaba una gran urbe, en la que se había reflejado con creces la grandeza del Imperio, un motivo de admiración semejante al que se puede experimentar al contemplar modernamente cualquier símbolo de una de nuestras ciudades más representativas, el encontrarse con la monumentalidad de las arquerías de San Lázaro o las de Los Milagros, que hubo necesidad de tender sobre el valle del río Albarregas para salvar su depresión y permitir la llegada de las aguas a una cota favorable desde donde se distribuyera a voluntad por toda la antigua colonia. Estas arquerías, que formaron parte de dos de las tres conducciones planificadas en Augusta Emerita, llamaron, en verdad, poderosamente la atención de eruditos, historiadores y arqueólogos, quienes se hicieron lenguas a la hora de describir tan relevantes vestigios.

Todo ello motivó una amplia literatura, repetitiva por lo demás en la mayoría de los casos, y referente en lo fundamental a esos aludidos puentes-canales o a las cabeceras de dos de las conducciones también, los embalses de Proserpina o Cornalvo. A estas descripciones, más o menos acabadas y más o menos rigurosas, sería preciso añadir interesantes documentos gráficos como los que debemos a Villena, Fernando Rodríguez o De Laborde por citar los más significativos ejemplos.

El panorama de los conocimientos acerca de los complejos hidráulicos emeritenses fue definido en su día por Fernández Casado y Jiménez Martín, autores de considerables estudios sobre ellos.

Resulta en verdad sorprendente el grado de conocimiento del medio que demostraron los responsables del diseño de la nueva colonia Augusta Emerita. En el caso de la ejecución de su infraestructura, los architecti y libratores supieron sacar el máximo partido de las condiciones que ofrecía la campana de Mérida para establecer un aspecto primordial de la arquitectura de su territorio como fue el de las conducciones hidráulicas. Es verdad, como llegan a decir Roso de Luna y Hernández-Pacheco, que en el área emeritense existen pocos manantiales y fuentes y por ello es preciso valorar el esfuerzo desplegado para aprovechar al máximo lo existente y para canalizar convenientemente pequeñas corrientes de agua como las del arroyo de Las Arquitas, Las Tomas y aledaños, a las que se añadiría todo el caudal procedente del predio de Valhondo recogido, al parecer, en una presa, hoy apenas visible, y conducido por galerías (cuniculi) a la corriente principal, y el que se originaba en la zona de Casa Herrera a veces curiosamente confundido con un aporte de la conducción de Cornalvo.

Cornalvo y Proserpina
Casos diferentes y ejemplos sobresalientes en el contexto general de la arquitectura del territorio emeritense fueron los embalses de Cornalvo y Proserpina. El primero de ellos, en el momento de máximo aforo, almacenaba unos diez millones de metros cúbicos y ocupaba una amplia nava, en terreno pizarreño, de 300 metros de altitud, algo menos de 100 metros que la de la ciudad a la que se dirigían las aguas. De ahí que con poco gasto y la construcción de una presa se determinara un embalse de grandes proporciones. Por su parte, la presa de Proserpina, así llamada por la aparición en sus inmediaciones, en el siglo XVIII, de una inscripción dedicada a la dea Ataecina turobrigensis Proserpina, con un aforo de 6 hectómetros cúbicos en sus mejores momentos, se alzaba en una depresión de los campos graníticos de la campana emeritense, a unos 245 metros de altitud, 25 más que la ciudad. Las aguas se concentraban en tal depresión derivadas de los arroyos que corren por las cercanías.

Ambas presas están ubicadas fuera del valle de escorrentías significativas, por lo que pueden ser consideradas como verdaderos vasos naturales constituidos por depresiones muy poco acentuadas de la vieja penillanura que reúne excelentes condiciones para almacenar aguas. Constituyen, como adelantábamos, excepcionales ejemplos de la arquitectura hidráulica romana y también, como se ha puesto de manifiesto, responden a modelos un tanto diferentes. Respecto a la presa de Proserpina, hace unos años y en la actualidad ha podido ser estudiada por la Confederación Hidrográfica del Guadiana y el equipo del profesor Miguel Arenillas, quienes, tras los trabajos de vaciado y limpieza, nos han revelado datos del mayor interés que han venido a cambiar nuestra tradicional concepción del embalse.

El recorrido de las conducciones desde su origen hasta la llegada a la ciudad y su posterior distribución es hoy conocido en buena parte.

La conducción de Cornalvo, Aqua Augusta como la denomina una inscripción, se originaba en el embalse ya descrito y comprendía el aporte procedente del Borbollón, en las alturas de la Sierra de Mirandilla, de aguas abundantes y de excelente calidad.

El canal, según apreciaciones de Fernández Casado, discurría por una pequeña galería subterránea de diferente altura de acuerdo con la topografía de su recorrido y aprovechaba aguas subálveas en su primer tramo.

Uno de los restos más expresivos es el del paraje conocido con el nombre de ‘Caño Quebrado’, junto a la carretera de Valverde y en el recinto del Hospital Psiquiátrico emeritense. Por la topografía de la vaguada, se ha estimado en 20 los arcos que pudieron existir. De ellos se conservan las leves trazas de uno, que apoyaba en un pilar.

Está claro que se dirige, a través del campo de fútbol, hacia la zona del antiguo depósito de aguas a la ciudad. Precisamente, según sospechamos, en su momento de entrada en la colonia, en el muro de la cerca, existió una inscripción con el nombre de la misma (Aqua Augusta). Expresivos son los restos hallados en el recinto del colegio público Giner de los Ríos, donde se pudo conocer un buen tramo del conducto que se dirigía hacia el Teatro y Anfiteatro, a los que surtía, en el solar del antiguo cuartel de la Guardia Civil, sede del nuevo Museo Visigodo y en la denominada Vía Ensanche. El conducto concluía presumiblemente en la plaza de toros, junto a la ‘Casa del Mitreo’.

Acueducto ‘Rabo de Buey-San Lázaro’
El acueducto de ‘Rabo de Buey-San Lázaro’ en cuanto a su recorrido es, quizá, con interrogantes lógicas todavía, el mejor conocido de todos. A ello contribuyó decisivamente la circunstancia de que, al ser aprovechadas sus aguas hasta hace poco tiempo, el Ayuntamiento emeritense decidiera realizar obras para un mejor uso de sus aportes en varias ocasiones.

Se origina en el denominado valle de ‘Las Tomas’. Desde aquí, a lo largo de unos 4 kilómetros, por galería subterránea principalmente, el agua llegaba a la ciudad. Se consignan a lo largo de toda la galería (cuniculus) un total de 99 lumbreras, arquetas o spiramina, que, además de servir en algún caso para bajar al conducto, para lo que había dispuestas unas escaleras estratégicamente, tenían la función de ventanas o claraboyas para dar luz al largo tramo cubierto. Son obras perfectas, con sillería en hiladas, cerradas por losas de granito cuadradas actualmente. La distancia entre una y otra es variable como la generalidad de las que conocemos en otros ejemplos de acueductos romanos.

Probablemente, la pisicina limaria estuvo ubicada en el cerro de ‘Rabo de Buey’, a cuyos pies comenzaba la depresión del valle del Albarregas. Precisamente la anchura, mayor en esta zona que en la de Los Milagros, así como su profundidad, determinó la construcción de unas arquerías de mayor longitud y altura que sus congéneres, si bien, lamentablemente, estas arquerías tuvieron peor fortuna debido a múltiples circunstancias. Del monumental puente-canal sólo han llegado a nosotros dos pilares laterales de planta irregular y otro central de estructura rectangular. La conducción seguidamente pasaba a un castellum.

El diseño de la conducción de Proserpina fue arduo, pues fue preciso salvar los obstáculos que presentaba su accidentada topografía: vaguadas, pequeñas depresiones, macizos graníticos.

Todo ello explica los trabajos considerables que hubieron de acometerse y los rodeos que el conducto dibuja buscando siempre las cotas favorables y las curvas de nivel antes que atravesarlas, lo que determina un recorrido de cerca de 10 kilómetros.

Es interesante referir la piscina limaria o depósito de decantación del conducto, descubierta en el cerro del cementerio municipal. Se trata de una arqueta con desagüe de fondo con cámara de compuertas y salida superior en vertedero. Desde esta altura el specus o conducto va un sobre un muro cada vez más elevado para seguir sobre pilares y arcos en el valle del Albarregas. La longitud del tramo de arquerías, desde el citado depósito de decantación al terminal existente en el cerro de ‘El Calvario’, es de 827 metros, mientras que la altura máxima llega a 25 metros.

Su estructura revela la perfección y dominio que los ingenieros romanos alcanzaron en la solución de este tipo de problemas. Consiste básicamente en una serie de pilares con fuerte núcleo de hormigón y revestimiento de sillares y ladrillos, cinco y cinco hiladas respectivamente. Los pilares se enlazaban por medio de arcos de ladrillo, aunque los se disponen sobre la corriente del Albarregas son de sillares. Las pilas tendidas sobre el río están provistas de tajamares en diedro. Se aprecia perfectamente, en su trazado, el cambio de dirección para llegar al castellum terminal de la conducción.

‘Casa del Anfiteatro’ y ‘El Calvario’
Descubrimientos considerables se produjeron a propósito de los acueductos con motivo de las excavaciones llevadas a cabo en la denominada ‘Casa del Anfiteatro’ y en la ermita de ‘El Calvario’, pues ambas dieron como resultado el hallazgo de sendos castella o depósitos terminales, los correspondientes a la conducción de Las Tomas y a la de de Proserpina.

El de la conducción de Las Tomas es una fábrica de planta rectangular alargada y según nuestra opinión se trata de un diuissorium, en el que se produce, incluso antes de la llegada del conducto principal, una bifurcación del acueducto para el abastecimiento de una zona suburbana perfectamente localizada en el lugar e igualmente al menos dos áreas, la de la región del teatro y anfiteatro y la parte central de la ciudad como muestra bien a las claras el tramo hallado en las excavaciones del Museo.

Muy interesante, también, es la estructura del gran depósito final del acueducto de Proserpina. Fue hallado bajo la ermita de ‘El Calvario’, donde de antiguo se había considerado la existencia de un dispositivo relacionado con la conducción. No parece ser otra cosa que una fuente monumental situada junto al propio castellum, cuya ubicación, junto a la muralla de la ciudad, es casi la canónica, aunque a veces se hallaban más al interior de las ciudades.

Cronología de las conducciones
Para finalizar, habría que referirse a la cronología de estas conducciones, uno de los grandes problemas que plantea el estudio de los grandes sistemas hidráulicos emeritenses.

El análisis estilístico y formal de los restos conservados, con razones más o menos plausibles, han llevado a diversos investigadores a formular hipótesis francamente dispares.

Parece evidente que la conducción de Cornalvo fue la primera en el tiempo. El poco coste que conllevó su trazado en relación a las dos restantes, el análisis de la fábrica del embalse y, sobre todo, la evidencia epigráfica así lo ponen de manifiesto. Con todo, la conducción pudo tener dos momentos bien claros, además de las correspondientes remodelaciones: el primero, con el aporte fundamental de la corriente de El Borbollón, de una cronología bien temprana, en los primeros años de la colonia Augusta Emerita y el segundo, con la construcción de la presa en un período bien avanzado del siglo I d.C. A esta centuria también podría remontarse la de ‘Rabo de Buey-San Lázaro’, tanto por los caracteres de la arquitectura de las arquerías de San Lázaro como por diversos testimonios arqueológicos.

La tercera en el tiempo sería la de Proserpina y habría que situarla en un período final del siglo I d.C. o comienzos del siglo II d.C. como denotan los caracteres arquitectónicos del puente-canal de Los Milagros y los datos que se han ido consiguiendo tras la excavación de una parte de su recorrido.

No hay nada definitivo y sí una larga tarea por delante para conseguir un conocimiento mejor de estos grandes complejos hidráulicos que avalan la importancia de una gran colonia como fue Augusta Emerita, capital de Lusitania y primera capital efectiva de las Hispanias tras la reforma administrativa llevada a cabo por el emperador Diocleciano.