Investigación histórica de Gayo Salustio Crispo, con un relato lleno de tensión y psicología, con personajes deslumbrantes y una denuncia dura de la corrupción que asolaba Roma durante la generación previa al advenimiento de César y Cicerón
Roma y su historia ejercen una irresistible fuerza gravitacional a lo largo de cada uno de los siglos. Roma, con su tácita y elocuente gravitas, con su imponente majestad, sigue siendo el modelo. Sólo hace falta echar un ojo a la Casa Blanca, al Capitolio de Washington, al Vaticano, para comprobar que hay pocas alternativas creíbles —como una esbelta catedral gótica, o románica, nombre ya revelador— a esa contundencia monumental que pretende representar auctoritas y potestas. Como decía el protagonista de Gladiator, fuera de Roma sólo hay obscuridad. Y de esto trata La guerra de Yugurta: es, sobre todo, una historia de Roma. Contada por un romano.
Salustio (86–35 a.C.) es uno de los autores latinos más afamados. Su estilo —que incluye sonoros arcaísmos de sobria elegancia, y que se caracteriza por su agilidad y delicioso ritmo— y su léxico —variado, pero no envilecido por una extravagancia irrefrenable— convierten sus textos en un modelo idóneo para aprender la lengua de Virgilio y Cicerón. Sus dos obras más célebres son La conjuración de Catilina —conocemos el caso gracias a él, y al famoso discurso del Arpinate: «¿Hasta cuándo, Catilina, vas a estar abusando de nuestra paciencia?»— y La guerra de Yugurta, libro que ocupa el doble de extensión. Con unos 23 años, Salustio fue testigo directo de lo que nos cuenta acerca de Catilina, y lo trasladó —mediante negra tinta, cálamo y papiro— cuando aún los acontecimientos estaban frescos en las pupilas o el recuerdo de sus conciudadanos. Por el contrario, cuanto narra acerca del caudillo africano Yugurta es fruto de sus pesquisas en archivos y en las memorias redactadas por quienes vivieron aquella guerra o bien la conocieron de segunda mano. Yugurta muere veinte años antes del nacimiento de Salustio.
La Guerra de Yugurta
Gayo Salustio Crispo
El libro comienza de manera similar a La conjuración de Catilina: con una serie de consideraciones sobre la naturaleza humana y la superioridad del alma y sus principales virtudes. Según Salustio, quienes tienen ánimo decidido y fuerte pueden afrontar las adversidades y sobreponerse ante cualquier circunstancia. De entre los logros que hay al alcance de la mano, los honores y el dinero son los menos interesantes para el espíritu, que es incorruptible. Por su parte, el recuerdo y el elogio de las grandes hazañas históricas, precisamente por ser herencia de corazones voluntariosos, satisfacen las nobles pasiones del alma. A fin de cuentas, Salustio nos expresa también el contraste de su vida, con una infancia repleta de idealismo y educación en los altos valores republicanos, y una juventud inmersa en la delicuescencia en que Roma se había convertido. Como advierte en el libro, la Urbe de las siete colinas había llegado al extremo de ser una ciudad «donde todo se halla a la venta», empezando por los votos de los senadores.
A partir de aquí, Salustio habla del númida Yugurta (también se escribe Jugurta), un personaje formidable, astuto, intrépido, que conquistará el poder, tras haber sido aliado de Roma e incluso combatir contra los españoles en Numancia. Yugurta coloca a Roma en una tesitura compleja, de agudo conflicto interno. El númida sabe derrotar a las legiones romanas, y Salustio nos deleita con desembarcos, batallas, victorias de un lado y de otro, reveses en la trama, cambios en el rumbo que parecen adquirir los sucesos. En bastantes pasajes, todo es incierto.
El estilo de Salustio ayuda mucho al texto y lo reviste de autenticidad romana. Hay viveza, aroma, color y la ligereza de una marcha militar que debe avanzar rauda con la impedimenta y con la mente despejada para presentar batalla. Es efectista y versátil. Lo cual encaja en la relevancia que el autor concede a los perfiles psicológicos y el conflicto entre los caracteres fuertes (Yugurta, Mario, Metelo, Sila) y los débiles o apocados (Aulo, Aderbal, Micipsa). De los romanos, Sila quizá se antoja como el varón más firme, el más penetrante, ambicioso y prudente a la vez. Capaz de esperar, experto en hacer amigos. Sin duda, nos intriga este personaje, acerca del cual Salustio bosqueja un pronóstico sombrío. Así, las sensaciones que deja la lectura de La guerra de Yugurta resultan parecidas a las de una película de Alfred Hitchcock; los dramas externos son proyecciones de las luchas interiores.
Yugurta conoce las pulsiones de quienes lo rodean; por eso sabe a quién puede atacar y cómo. Así, el romano Aulo, vencido por su fatuidad, se enfrasca en una dinámica de la que no va a salir bien; y el númida incentiva su ambición y su falta de criterio. Quizá Yugurta sea el personaje más admirable, desde este punto de vista. Es fiel a sí mismo, y ha asumido todos los peligros y pruebas. Sólo hombres más tenaces que él, y su incapacidad para trabar amistades sólidas, le granjearán la derrota. Por el contrario, los demás africanos funcionan como veletas, sin atenerse a unos valores u objetivos concretos y estables. Aderbal (primo de Yugurta) y Micipsa (tío de Yugurta) se acogen a la protección que les brinda Roma, porque son cobardes. Y de la cobardía no se engendra alianza ni amistad, sólo esclavitud y sumisión.
En España, hay magníficas traducciones de este fascinante relato histórico, y también alguna que otra edición bilingüe excelsa. Con respecto a lo segundo, resulta muy aconsejable la edición de José Manuel Pabón en Alma Mater (CSIC) en dos tomos; el primero contiene la introducción y estudio general, además de La conjuración de Catilina; el segundo ofrece La guerra de Yugurta. Muchos lectores disfrutarán de esta versión, esmerada, venusta, feraz, pingüe. En Alianza las dos obras de Salustio se presentan en formato de bolsillo, con suficientes anotaciones y una atinada traducción de Mercedes Montero. Por supuesto, Cátedra, Gredos y Akal proporcionan sendas ediciones dignas de elogio, si bien cabría destacar la veterana edición bilingüe —pensada para aquellos bachilleratos exigentes— a cargo de Joaquín García Álvarez y disponible aún en librerías de viejo y no pocas bibliotecas públicas de barrio.
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