DAVID VIGARIO www.elmundo.es Mérida 07/08/2014

Qué mejor pretensión que hacer reir. Y a carcajadas, casi sin parar durante las más de dos horas que dura la función. Ni más ni menos. Y ya tocaba en el Festival de Mérida, que desde comienzos de julio se sumerge en el mundo de los clásicos y lleva al espectador en cada una de las cinco obras que se habían representado hasta ahora a realizar un ejercicio de reflexión profunda, cada una en su estilo.

Incluido las dos últimas actuaciones, presentadas como comedias, pero que realmente no fueron tal, o al menos no realmente tan puras. Ni 'Las Ranas' ni 'Pluto' -seguramente porque ambas fueron escritas por Aristófanes- cumplieron ese papel. 'El Eunuco' de Terencio, sí.

Y en dos meses de programación claro que hay espacio para una obra que desea exclusivamente que el público se lo pase bien, que deje la crisis, los sinsabores y el pesimismo aparcado, olvidados al menos durante un buen rato, que se divierta y ría a mandíbula partida. Y eso lo consigue con un sobresaliente la obra dirigida por Pep Anton Gómez, que presenta una versión muy alejada, completamente libre, del texto original, que resultó ser un completo éxito.

Primero de acogida (se colgó el cartel de 'no hay billetes' un miércoles por la noche, con 3.002 personas en las gradas en un hecho sin precedentes en los últimos años en un estreno y además casi no quedan entradas) pero sobre todo de aceptación de una comedia con mayúscula, llena de divertimento, con un lenguaje muy contemporáneo y unos números musicales perfectamente elaborados y que no chirrían en ningún momento.

Todo ello teniendo en cuenta que no es fácil que en un festival marcado por su marcada esencia grecolatina, sus epopeyas clásicas, sus interpretaciones dramáticas y desgarradoras aparezca el género cómico de una manera tan refrescante, construida de una forma tan ágil, fresca y trepidante, un auténtico vodevil versionado con total acierto por Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez que convierten la arena emeritense en toda una fiesta, una trepidante mezcla de géneros que bordan los nueve actores de forma coral, sin pisarse los planos, con un inmenso Pepón Nieto pero al que no le van a la zaga Anabel Alonso, Alejo Sauras, Jorge Calvo, Antonio Pagudo, Marta Fernández, Eduardo Mayo y Jordi Vidal.

Por su frescura, voz e interpretación merece un punto y aparte la actuación de María Ordóñez, desconocida para el gran público (no como la inmensa mayoría del reparto por sus trayectorias y apariciones televisivas). Una auténtica revelación para una noche loca que nos traslada a Atenas donde el disparate rozando el paroxismo en el que se convierte la escena está, sin embargo, completamente organizado, todo tiene un sentido para que el público la consuma de una forma cómoda, sin grandes esfuerzos, lo que no es quitar ni un ápice de mérito a una puesta en escena donde la orquesta juega un papel decisivo, como la música, con bastantes referencias a las comedias que durante años marcó Lina Morgan, sobre todo en el inicio de la actuación de Anabel Alonso.

Carcajada tras carcajada, los números musicales se encuentran perfectamente construidos y el ritmo es tan alocado pero a la vez perfectamente ordenado que las entradas y salidas por las puertas del escenario, las constantes carreras, las idas y venidas, el protagonismo compartido por todos los actores (donde, lo dicho, sobresale el magnífico Pepón Nieto) forman un cóctel donde al final, si es que existe una lectura final de la inacabada obra de Terencio, es que el amor -por encima de todas las cosas, incluso del dinero- termina triunfando.

Si no tienen otra pretensión que intentar aparcar los problemas durante algo más de dos horas, dense prisa porque apenas quedan ya entradas para el domingo. La risa está asegurada. Y tiene un enorme mérito en los tiempos que corren…

FUENTE: http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/07/53e32d3e22601d43168b456e.html