Cádiz www.diariodecadiz.es 18/01/2011

El arte dispone de infinitas circunstancias para conducirnos por, los también infinitos, planteamientos de un arte que a lo largo de la historia ha mostrado su feliz discurso.

En este sentido la Grecia heroica nos legó mucho más que su importante historia, nos abrió los caminos por donde circulan los caudalosos ríos de la belleza, nos hizo participar de las más inquietantes experiencias estructurales, nos configuró una realidad artística que posibilitó nuevos encuentros con una idea estética y garantizó un futuro que iba a servir de espejo donde mirarse para saber a qué atenerse.

La exposición de Unicaja en el Centro Cultural de la calle San Francisco nos va a disponer para enfrentarnos con esa realidad que admiramos en los manuales y que son testimonio de una historia que, ahora, se nos hace feliz presente. Se trata de una colección de vasos procedentes de todas las épocas venidos de los fondos del Museo Arqueológico Nacional que no sólo plantean los esquemas de ese arte imperecedero sino que, además, nos hacen reconocer su utilidad doméstica.

Las simples y necesarias ánforas para el agua, el vino y el aceite, que dejan sus límites de sencillos útiles diarios para alcanzar una máxima potestad de belleza exquisita en forma de hidrias y pélices. Los recipientes de los recatados gineceos donde se guardan joyas y ungüentos – píxidas y lecánides-; los pequeños contenedores de perfumes para el aseo y decoro de los cuerpos – lécitos y aríbalos-; los frascos que decoraban las mesas en días festivos y en tiempos de excelsas celebraciones rituales -lebes gamitos y estilizados lutróforos- y que se trocaban en los días de diario en copas, escifos, fialas y cántaros.

Toda una galería de bellas formas que se extienden, asimismo, en las bellas crateras, psicteras, estamnos y los utilísimos ciatos, enócoes y olpes. Y junto a las formas únicas de unas piezas que amplían las fronteras del diseño, las, también, exquisiteces de unas formas pintadas que recrean los amplios caminos del arte griego, aquel que empieza en Creta y Micenas y transcurre por siglos de creación espectacular, donde el culto a la belleza corporal se hace noticiable testimonio de una realidad social compuesta desde un esquematismo que llega a hacerse expresión absoluta de una línea formal sutilmente representada. Vasos que ilustran un universo de formas únicas y que dejan constancia de una actividad vital donde los juegos, la música, también, la guerra, en definitiva, la existencia cotidiana y que se nos hacen presentes de una forma extraordinariamente bella.

La exposición -muy bien estructurada, como es habitual en los montajes museográficos de Unicaja- nos pone en sintonía con el mejor arte griego, ese que hemos admirado desde la lejanía de los manuales de arte y que, ahora, nos los encontramos en todo su extraordinario esplendor.