Silvia Aloisi | Pompeya REUTERS 20/07/2008
Casi 2.000 años después de haber sido enterrada y conservada por una erupción volcánica, la antigua ciudad romana de Pompeya está siendo víctima de las maldades modernas.
Décadas de negligencia, millones de visitantes arrasando y los estragos de la lluvia y la luz solar están amenazando con acabar para siempre con el que es al mismo tiempo uno de los yacimientos arqueológicos más famosos del mundo y una de las atracciones turísticas más destacadas de Italia.
Arqueólogos e historiadores del arte se quejan desde hace tiempo del pobre mantenimiento de esta ciudad, advirtiendo que ni los ajados frescos ni los tejados en peligro de derrumbe ni las paredes agrietadas podrían superar el paso del tiempo.
Las 66 hectáreas de restos, de las que se han desenterrado dos tercios desde el inicio de las excavaciones hace 250 años, ofrecen una visión única de la vida cotidiana de un pueblo romano, congelado en el tiempo por la erupción del monte Vesubio en el año 79 después de Cristo.
Pero poco se ha hecho a lo largo de los años para detener la decadencia, y muchos de los una vez gloriosos objetos del lugar, visitado por 2,5 millones de turistas al año, están sencillamente desintegrándose.
Muchas de las 1.500 casas de la ciudad están cerradas al público, ya sea por trabajos de reparación o por falta de vigilancia, dado que no se sustituye a los guardas que se jubilan.
También el vandalismo, los robos y la sobrepoblación se cobran su precio. La pobre vigilancia supone que los visitantes pueden llevarse antigüedades de recuerdo, grabar sus iniciales en paredes de 2.000 años de antigüedad o apagar sus cigarrillos en antiguos mosaicos.
Este mes, el gobierno italiano declaró un «estado de emergencia» de un año en el lugar, lo que permitiría tomar medidas especiales y dedicar más financiación a proteger Pompeya. Sin embargo, los expertos opinan que lo que se necesita no son intervenciones puntuales, sino un meticuloso mantenimiento diario.
«El problema real aquí es que empiezan el trabajo, gastan sólo un poco de dinero y lo desperdician porque nunca se termina el trabajo», explicó Antonio Irlando, que lidera un observatorio independiente de la conservación de la herencia artística de la zona de Nápoles.
El superintendente de Pompeya, Pietro Giovanni Guzzo, ha calculado que llevaría unos 300 millones de euros rescatar el yacimiento. Pero con un gobierno Italiano falto de dinero y que está reduciendo el presupuesto de cultura, no está claro de dónde iba a salir el dinero.