Nuria Vicedo | Berlín | EFE 04/02/2010
La Agrippina y la Poppea que el compositor alemán Georg Friedrich Händel ideó como polos femeninos opuestos para su ópera «Agrippina» se enfrentaron hoy, impetuosas, sobre el escenario de la Staatsoper Unter den Linden de Berlín, cual divas del canto y de la moda, ataviadas por prendas de Christian Lacroix.
Alexandrina Pendatchanska, como la pérfida Agrippina, y Anna Prohaska, como la vengativa Poppea, desfilaron -al tiempo que interpretaron- sobre la pasarela frontal del escenario, subidas en altísimos tacones y dando muestra de un brillante repertorio vocal.
El público de la Staatsoper aplaudió la puesta en escena de Vicent Boussard, que relegó el escenario una superficie límpida, dominada por los cortinajes plateados y trasladó la acción principal a la parte frontal del escenario.
Los filamentos, tan bellos como irritantes en ocasiones, reflejaron un intenso y armonioso juego de luces, colores y sombras que se proyectaron por toda la sala.
Una manzana, un paraguas y un bombín fueron durante gran parte de la representación los únicos elementos del ‘atrezzo’ de la obra, ambientada en la época del Imperio Romano y reducida aquí al minimalismo contemporáneo.
La pieza de Händel (1685-1759) relata los desvelos y las triquiñuelas del personaje de Agrippina, que da título a la obra, para conseguir que su hijo, Nerón, sea el próximo emperador, en lugar del joven Otto, que salvó la vida al regente Claudio, y que se desvive por el amor de Poppea.
Pese a que las dos protagonistas cosecharon los mayores vítores de la noche, se granjearon también el favor del público Jennifer Rivera, en el papel de un andrógino Nerón amante de los zapatos de tacón alto, y el contratenor Bejun Mehta, como el enamorado y fiel Otto, cuya actuación arrancó aplausos sin cesar durante la función.
La puesta en escena no estuvo exenta de excentricidades, como un sirviente que se traslada cabalgando sobre una suerte de flotador-dragón de porcelana y unos globos gigantes que sirven de juguete al emperador Claudio, interpretado por Marcos Fink, que puso la vis cómica a la función como bufón algo trasnochado.
Si los atuendos diseñados por Lacroix para los personajes masculinos rayaron la sobriedad, en blanco o negro, el modisto francés desplegó toda su efusión por el colorido con Claudio, a quien vistió bien de faraón egipcio bien de rey medieval, con chorreras y bombachos incluidos.
Pero fueron las damas las que acapararon los oídos y las miradas de los espectadores ataviadas, de negro riguroso con guantes rojos la una, de turquesa y blanco vaporoso la otra, manejando los hilos de la trama, y empleando todo su arsenal de sensualidad, maquinación y encanto femenino.
La «Agrippina» estrenada hoy bajo la batuta de René Jacobs, sucede a los actos conmemorativos del 250 aniversario de la muerte de Händel que se celebró el año pasado, y cierra la temporada de estrenos de la Staatsoper que bajará su telón en junio para someterse a un proceso de renovación que durará tres años.