Santa Cruz de Tenerife | EFE 24/02/2010
La filóloga Alicia García reivindica en un estudio la figura del rey Juba II de Mauritania, un auténtico «humanista» casado con una hija de Marco Antonio y de Cleopatra, que fue el primero en nombrar a seis de las islas Canarias, a las que envió una expedición científica, como también hizo en busca de las fuentes del Nilo.
Alicia García, profesora y doctora en Filología Clásica por la Universidad de La Laguna, ha culminado en su obra «Juba II y las islas Canarias» casi quince años de investigación dedicados a la «apasionante» vida de este rey impuesto por Roma el año 25 a.C. en el norte de África, en los territorios que actualmente ocupan Marruecos y Argelia.
La investigadora afirma, en una entrevista a la Agencia Efe, que con esta obra trata de dar el reconocimiento que merece Juba II como una figura que impulsó la urbanización del norte de África bajo el mandato romano, pero también como un humanista de su tiempo, pues dominaba campos del saber tan diversos como la geografía, la botánica, la zoología, la geología o la etnografía, la historia de las civilizaciones, de la artes y la lingüística.
Juba II era de origen númida, descendiente de la antigua dinastía de Numidia, nació en torno al año 52 a.C. y fue llevado a Roma con sólo cinco años, después de que su padre, Juba I, se suicidase tras ser derrotado por Julio César en la batalla de Tapso el 46 a.C.
El niño pasó a ser protegido de Julio César y a la muerte de éste, también fue acogido por Octavio Augusto, por lo que continuó su educación en Roma, adonde también había sido llevada la princesa egipcia Cleopatra Selene y con la que contrajo su primer matrimonio.
En el 25 a.C, Roma lo proclamó rey de Mauritania, un reinado creado casi artificialmente para controlar el norte de África, lo cual le valió el apelativo de «rey amigo y aliado», pero fue más conocido por su formación que por su «mano dura» contra las rebeliones, que debían sofocar las legiones romanas una y otra vez.
La investigadora se enfrentó al reto de que de la extensa obra de Juba II, totalmente mutilada y fragmentada, no se conservara nada «de su puño y letra», por lo que había que ceñirse a las fuentes griegas y romanas.
La obra de Juba II se perdió en los primeros siglos que siguieron a su muerte, ya que en la Antigüedad se trabajaba con resúmenes y empezó a circular fraccionada, lo que causó que se perdiese con rapidez y sólo quedasen como testimonio los fragmentos y pasajes citados por autores antiguos.
Para su investigación Alicia García trabajó sobre los estudios realizados por filólogos alemanes decimonónicos y de inicios del siglo XX y comenzó a cotejar los fragmentos por ellos recogidos con las fuentes grecolatinas para fijar el texto.
Muchos de estos textos estaban sin clasificar y al analizarlos halló unos 40 fragmentos nuevos que amplían la producción científica de este rey a un total de 160.
Juba II llegó a escribir unos once tratados, entre ellos el llamado «Sobre Libia», publicado en el 6 d.C. con motivo de unos juegos organizados en Roma en honor a Germánico, y en el que por primera vez aparece un texto sobre Canarias «en un contexto muy real».