Este sabio afincado en Granada pasó de esclavo a profesor universitario y afamado poeta

Jaime Cervera www.theobjective.com 12/04/2025

España ha sido durante muchos momentos de su historia un crisol de culturas. Tal vez los dos ejemplos más claros sean, por una parte, la convivencia durante siglos en la península Ibérica de cristianos, judíos y musulmanes; y, por otra, la política de mestizaje que los españoles llevaron a cabo en América, a diferencia del resto de imperios modernos.

Pero si hay un ejemplo paradigmático de esa mezcla racial en España ese es el de nuestro protagonista de hoy. Y no sólo de integración, sino también de subida en el escalafón de la comunidad, lo que hoy llamamos el ascensor social. Nos referimos a Juan de Sessa, más conocido como Juan Latino, un esclavo que llegó a convertirse en el primer catedrático universitario negro de toda Europa.

Hay cierta controversia sobre el origen de Juan Latino, pero todo apunta, por el testimonio de él mismo, que nació en Etiopía hacia 1518, hijo de una esclava negra. Siendo muy pequeño llegó a la ciudad de Granada, donde recayó al servicio de Elvira Fernández de Córdoba, hija del Gran Capitán, y del esposo de esta, el duque de Sessa.

Un esclavo en la universidad

El joven Juan creció en una gran cercanía con el hijo mayor de sus señores, Gonzalo, que era casi de su misma edad, acompañándole en toda la formación que este recibía como vástago de nobles. Eso le permitió acceder a un nivel educativo impensable para alguien de su condición en aquella época. Así, Juan ingresó en la Universidad de Granada, donde tuvo contacto con los poetas Juan Rufo, Juan Bocán y, el más conocido de todos, con Garcilaso de la Vega.

En la universidad granadina, Juan se graduó como bachiller en Filosofía en 1546, para después permanecer allí de profesor. En concreto, quedó al frente de la cátedra de Gramática, creada por otro de sus protectores, el arzobispo Pedro Guerrero. La rigió durante veinte años.

Pero, en la universidad, no todo fue abnegada dedicación al estudio. El ya catedrático se enamoró y se casó con una de sus alumnas —fíjense, una mujer universitaria en mil quinientos y pico, para que luego vendan la burra de que eso no pasó hasta el siglo XIX—. La pupila en cuestión se llamaba Ana de Carleval, una dama a la que, según nos dicen las fuentes, debía adornar una gran belleza. Para colmo de bienes, el señor y amigo de Juan, Gonzalo, le otorgó jurídicamente la libertad como regalo de bodas, lo que acompañó de una generosa dote.

El ascenso social de Juan —a quien por entonces ya todo el mundo conocía por el sobrenombre de Latino, merced a su conocimiento de la lengua clásica— fue espectacular hasta el punto de que el dramaturgo Diego Jiménez de Enciso llegó a escribir una obra de teatro sobre el caso.

Profesor y poeta

No cabe duda de que en esa escalada social fue importante la intervención de algunos poderosos amigos. Pero, si esta se produjo, fue por la sabiduría que exhibía Latino. Así, asistía con frecuencia a una tertulia que organizaba el entonces alcaide del Generalife, Alonso de Granada, a la que también solía concurrir San Juan de la Cruz. También hay que sumar a ese perfil de gran letrado su labor de traducir y comentar obras de la Antigüedad, así como sus escritos líricos.

En este ámbito, destaca el poema Austriada, en el que Latino elogiaba la figura de Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II y comandante de la escuadra cristiana en Lepanto (aunque este poema se escribió antes de la famosa batalla naval). Como los grandes poetas clásicos, el exesclavo escribía en latín. Esta es la traducción de un fragmento de la Austriada en que se refiere a Juan de Austria: «¡Oh, noble hijo del César, esperanza de la patria! / Bajo tu mando, las huestes avanzan con valor, / dispersando a los enemigos de la fe / y restaurando la paz en nuestras tierras».

Además de la Austriada, nos han llegado poemas de Latino sobre el traslado de los restos de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, al Panteón Real de El Escorial; y sobre Fernando, hijo de Felipe II que murió siendo un niño. También una sentida elegía de Gonzalo Fernández de Córdoba júnior, su gran amigo y compañero. Para terminar esta semblanza, sacamos a colación unos versos sobre Juan Latino que hablan a las claras del enorme prestigio de que gozaba en el panorama literario de su época. Y es que el piropo en cuestión figura nada menos que en la obra más famosa de nuestras letras. Esto dice Cervantes sobre nuestro granadino en el prólogo de El Quijote: «Pues al cielo no le plug(o) [o no quiso] / que salieses tan ladí(no) [o tan listo] / como el negro Juan Latí(no)». Murió en su querida Granada entre 1594 y 1597.

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