Lilián Aguirre | Jordania 15/06/2009
Impresionantes restos arqueológicos cuentan la historia de Jordania y anuncian lo que aún queda por descubrir. La naturaleza ha creado sus propias maravillas en este país que, además, es Tierra Santa.
Dicen en Jordania que el jardín del Edén estaba aquí, en el fértil valle del Jordán. Y no sería extraño, porque recorrer este país es recorrer, paso a paso, la Biblia. El monte Elías (desde el que el profeta ascendió al cielo), el monte Nebo (desde el cual Moisés divisó la Tierra Prometida) o el lugar donde Juan bautizó a Jesús son los más importantes, pero no los únicos.
Ya entonces, cuando sus principales habitantes eran tribus nómadas, era Jordania un punto fundamental en las rutas comerciales entre Asia y el Mediterráneo. Griegos y romanos fundaron importantes ciudades en una tierra que es un auténtico tesoro arqueológico que, en su mayor parte, aún permanece oculto.
Son muchos los lugares que el viajero debería incluir en su ruta, pero todo dependerá del tiempo que pueda permanecer en el país. En el recorrido se conocerán la presencia romana, la bizantina, algunos lugares bíblicos… y destinos de película como el desierto de Wadi Rum, por el que cabalgó Lawrence de Arabia, o Petra, a cuyo Templo del Tesoro llegó Harrison Ford en «Indiana Jones y la última cruzada».
Curiosamente, esa mundialmente conocida fachada escavada en la roca (que se denomina Tesoro pero nunca escondió tal, fue simplemente un templo) a la que se llega tras una caminata de dos kilómetros a través del Siq (una grieta abierta hace más de un millón de años a consecuencia de un terremoto) no es el final del trayecto, como puede parecer, sino el comienzo de una impresionante ciudad excavada en las rocas por los nabateos. Esta tribu árabe se estableció allí hace más de 2.000 años y convirtió Petra en un importante enclave de paso de las rutas comerciales.
La ciudad perdida
En la misma entrada a ese pasadizo natural se puede observar el grado de civilización de este pueblo, que cerró con una presa el cauce del río para evitar inundaciones y lo canalizó artificialmente. Los canales, que acompañan al viajero a lo largo de la caminata también se excavaron en la roca, como las tumbas (hay más de 800) y las viviendas. Pero, aunque en esta ciudad de 47 km2 de restos arqueológicos lo más impresionante son los restos nabateos, casi desde la entrada encontrará tramos de la calzada romana que atestigua la conquista por parte de Trajano.
Planifique todo un día para esta visita. Sepa que va a caminar alrededor de 9 kilómetros y, si conserva fuerzas, subirá más de 800 escalones para llegar al monasterio, del siglo I. A cada paso descubrirá auténticas maravillas que eran desconocidas para el mundo occidental desde el s. XIV hasta que, en 1812, el suizo Johann Ludwig convenció a su guía para que le llevara hasta la «ciudad perdida».
Si viaja hacia el sur, encontrará el desierto. Wadi Rum, hoy reserva natural, fue el lugar de nacimiento de la Revolución Árabe durante la I Guerra Mundial. Alquile un 4×4 con guía y disfrute de un paisaje de rocas monolíticas que alcanzan hasta los 1.750 metros. Descubra los petroglifos, las pinturas rupestres con las que los beduinos se comunicaban los peligros que amenazaban sus rutas.Y, sobre todo, sienta el desierto, su silencio, su grandiosidad. Y conviva con los beduinos: si es posible, pase la noche en uno de sus campamentos.
Es el momento de tomar rumbor al norte. Antes, si tiene tiempo, diríjase a Aqaba, la pequeña ventana al mar de Jordania, y disfrute del mar Rojo y sus arrecifes de coral. Hacia el norte, una parada obligada es el mar Muerto. La experiencia de la flotabilidad en sus aguas es única.