Manu Mediavilla | COLPISA | Ammán 18/02/2008

Oasis de tranquilidad en el conflictivo Oriente Próximo, el país es “Petra y mucho más”: restos romanos y bizantinos, escenarios religiosos, mar y desierto.

La imponente y cautivadora Petra, declarada Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo actual, eclipsa lógica pero inmerecidamente los otros “tesoros” de Jordania, que, como dice el director de su Oficina de Turismo en España, Pedro Oviedo, “es Petra y mucho más”. Las ruinas romanas de Jerash y los mosaicos de Madaba remiten al arte y al pasado; los desiertos de Wadi Rum y Wadi Araba evocan paisajes de película; los mares Rojo y Muerto esconden bellos fondos de coral, el primero, y saludables aguas, el segundo, para el baño terapéutico; mientras nombres como Betania y monte Nebo hunden sus raíces en la historia de las religiones.

Y además, pese a estar situado en el centro mismo de una región tan conflictiva como Oriente Próximo, el país es un auténtico oasis de tranquilidad y seguridad, un atractivo añadido en el que sin duda tienen mucho que ver la hospitalidad y la amabilidad de sus gentes. En palabras de Oviedo, “Jordania es un punto de intersección histórico, geográfico y de paz” en la zona, un auténtico “lugar de referencia de Oriente Medio”. Las mejores épocas para ir son el otoño y, sobre todo, la primavera que ya se aproxima, de marzo a mayo.

Imprescindible Petra
Nadie discute la irresistible magia de la antigua capital nabatea de Petra, con sus 500 fachadas esculpidas por las tribus del desierto en paredes de arenisca multicolores que dejan corta su denominación como “la ciudad rosa”. Excavada hace dos milenios y redescubierta hace dos siglos (1812) por el explorador suizo Burckhardt, bien merece un par de jornadas para saborearla en toda su extensión y perderse por sus rutas menos conocidas. Aunque su hechizo está asegurado desde el principio, cuando el serpenteante Siq o desfiladero de 1,2 kilómetros desemboca, tras llegar a estrecharse hasta dos metros entre paredes gigantes que trepan hasta los 200, en el espectacular Tesoro o Al-Khazneh que deja boquiabierto a casi todo el mundo.

En cualquier visita a Jordania, Petra es imprescindible. Porque después del Tesoro llegan otras joyas. Como las tumbas reales que permiten ver desde lo alto el centro de la antigua urbe. Como el Monasterio que se alza en la montaña y exige subir 800 escalones. Como la panorámica ruta a pie hasta el altar de los Sacrificios. Como la calle de las Fachadas, el teatro para 3.000 espectadores o las bellas sorpresas de sus numerosos senderos. Hay otros atractivos ocasionales, como algunas cuevas todavía habitadas por beduinos, y hasta “transportes típicos” –carros de caballos, camellos, asnos— para hacer más llevaderos algunos recorridos y cuyos “conductores” ofrecen con buen humor su “burro-taxi “Ferrari”.

Historia y religión
En un lugar de encrucijada geográfica e histórica no faltan huellas de otros pueblos y culturas que han pasado por allí. Al norte de Ammán se encuentran dos ciudades de la antigua Decápolis romana: Um Qais, con su piedra negra de basalto y sus estupendas vistas del mar de Galilea, y Jerash, cuyas ruinas incluyen templos, teatros y un gran foro o plaza de forma ovalada; la visita puede completarse con un espectáculo de circo romano con legionarios, gladiadores y carreras de bigas. Al sur de la capital está Madaba, famosa por sus mosaicos bizantinos, entre los que destaca un mapa de Tierra Santa diseñado en el año 560 y descubierto en 1884 en el suelo de la iglesia de San Jorge. La ciudad, con dos tercios de población musulmana y un tercio cristiana, es modelo de tolerancia religiosa.

Muy cerca está el monte Nebo, desde donde Yahvé habría mostrado a Moisés la Tierra Prometida –la vista es extraordinaria y en días claros alcanza hasta Jerusalén y el lago Tiberíades—que no llegaría a pisar; la iglesia conmemorativa de Moisés alberga interesantes mosaicos. Tampoco está lejos Betania, donde puede visitarse el probable lugar del bautismo de Jesús; el Juan el Bautista de los cristianos también es venerado por los musulmanes como su profeta Yahya bin Zakharia.

Mar y desierto
Otro destino cercano a Madaba es el cerrado mar Muerto, cuyo nombre se está haciendo realidad (no es fácil poner en marcha el proyecto existente para salvarlo) por la progresiva bajada del nivel de sus aguas, que caen más de 400 metros bajo el nivel marítimo y son el lugar más bajo del planeta. Su gran salinidad, 30-38%, le da propiedades curativas que sirven de reclamo a los spas de la zona, y su flotabilidad ofrece un atractivo añadido e inolvidable.

En el extremo sur del país, Aqaba es el punto de partida de excursiones por el mar Rojo, escenario ideal para el submarinismo y buceo, que permiten disfrutar de cerca sus fondos marinos de coral. Las playas del golfo de Aqaba, las únicas de Jordania, dejan ver la mezcla de indumentarias de baño, en las que no faltan chadores femeninos. El contraste turístico lo pone, a poca distancia, el desierto de Wadi Rum, cuya merecida fama como “uno de los más bellos del mundo” lo ha convertido en escenario de películas como “Lawrence de Arabia”. Hay excursiones para todos los gustos en vehículos todoterreno, dromedario o a caballo, para disfrutar del maravilloso paisaje y de memorables puestas de sol. Y, ya de noche, sus campamentos al más puro estilo beduino permiten dormir bajo un manto de estrellas.

Se puede encontrar amplia información en castellano en la ‘web’ del Consejo de Turismo Jordano, http://sp.visitjordan.com.